Ceguera voluntaria

“…la vida social nos muestra hechos desgarradores, dramáticos e inhumanos y sin embargo en la esfera política, donde se toman las decisiones que nos afectan, la realidad se niega, se esconde, de disfraza y se llena de eufemismos…”

Ceguera voluntaria

Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir.

Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran.

Creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven.

José Saramago

Una de las prácticas más perversas en la política es la ceguera voluntaria, esa en la que viendo lo que se ve, la realidad, se prefiere cerrar los ojos, voltear para otro lado o simplemente hacer como que no ves.

Cada vez es más común observar que la vida social nos muestra hechos desgarradores, dramáticos e inhumanos y sin embargo en la esfera política, donde se toman las decisiones que nos afectan, la realidad se niega, se esconde, de disfraza y se llena de eufemismos, esos que han logrado esconder a los pobres en las estadísticas y que ahora se les llama población vulnerable, esos que ya no ven los efectos del imperialismo capitalista y ahora lo nombran globalización o factores  financieros internacionales, políticos que son capaces de nombrar al oportunismo simplemente pragmatismo  y a la traición realismo, siguiendo lo escrito por Eduardo Galeano en “Patas Arriba. La escuela del mundo al revés”. Ahora vemos ejemplos de todo esto, con una carga de cinismo y arrogancia que sólo se puede entender desde la mirada del poder, ese que enceguece y que da palos de ciego, que tropieza a cada paso ante lo absurdo de sus acciones, de sus palabras y de sus justificaciones.

Tenemos un presidente de la nación que no logró ver que pese a sus buenas intenciones, su falta de oficio, su ambición y compromiso con los más ricos, ese que dijo “que no se levanta en la mañana pensando en cómo joder a México”, que deja un país “jodido”, endeudado, lleno de sangre, hecho un cementerio y permitió que la gangrena de la corrupción se expandiera en todo el aparato de Estado. Un presidente que dice a unos días de su salida, que cumplió con el 97% de sus compromisos de campaña, por cierto, firmados ante notario público en 2012. Un presidente que se quiere ir con la frente en alto, sin querer ver que deja al país envuelto en una trama de tragedias, dolor y muerte y con un profundo sentimiento de rencor ante la alevosía de su mandato. Ceguera de poder.

Tenemos un presidente electo que asumió el poder antes de recibirlo oficialmente. En el país de ciegos el tuerto es rey, dice el refrán. Sentirse desde antes ya presidente en funciones le fue dando ciertas ínfulas y vanidades, que dan motivo a la duda y crean escepticismos. No castigar la corrupción, la impunidad o el abuso del poder, no ayuda creer en la idea de que fue electo, no para cambiar de partido político, sino para cambiar de régimen político y para plantear un nuevo modelo de país, de sociedad, en donde la justicia es la aspiración más importante que tiene la sociedad. Ceguera de la victoria.

Tenemos un joven gobernador en Guanajuato que pierde de vista, voluntariamente, que algo está profundamente mal. Que no entiende y no puede ver que la violencia, los delitos, los homicidios dolosos, los feminicidios que se han incrementado en Guanajuato, se dan en el contexto de gobiernos panistas desde 1994, año en que Carlos Salinas les cedió el poder.  Las excusas que ahora se dan para explicar las purgas entre los cárteles, el negocio de los huachicoleros, de los gasolineros, de las empresas de transporte  y la presencia del crimen organizado,  se debe a que los “malos” llegaron de repente al estado y al parecer lo tomaron por sorpresa. Su ahora intención de promover al procurador de justicia, que por cierto tiene 12 años en el mismo cargo, para que con el aval de los diputados panistas sea nombrado fiscal general en el estado, por nueve años, confirma la imposibilidad que tiene el mandatario estatal de ver la realidad y  confirma que él administra, pero que no gobierna. Ceguera de partido.

Ahora aparece un presidente municipal, de una ciudad colonial  que es Patrimonio de la Humanidad, que dice de manera abierta, sin ningún pudor, que sólo quiere que lleguen turistas ricos a visitar la capital del estado de Guanajuato. Dicho sea de paso, este personaje panista ahora famoso, nacional e internacionalmente, tiene varios negocios en el sector turístico en la ciudad en la que es alcalde, y donde seguramente los pobres no son sus clientes. De ahí su larga explicación para justificar la atracción de un perfil de turistas ricos, para evitar el ver a los pobres. Ceguera de clase.

El sábado 1° de diciembre próximo habrá un nuevo gobierno. Sin duda hay muchas expectativas y esperanzas, pero también preocupaciones y temores. Para actuar en la realidad social y política del país tenemos qué ver, mirar, observar y reconocer que en el fondo, lo que existe es miedo, un profundo miedo al cambio, a lo nuevo, al porvenir, a la misma realidad.

Pero partir de ahí, de reconocer que es el miedo lo que nos paraliza, lo que nos detiene, lo que nos desanima para actuar políticamente, desde la obligación moral del ejercicio pleno de la ciudadanía, es el punto de partida para lograr tener un mejor país, una mejor vida.

Eduardo Galeano escribió el siguiente texto, que nos muestra sin eufemismo el miedo que tenemos y que esta tatuado en la piel y en los huesos, en el alma, en la cabeza y en el espíritu.

Tal vez, sólo tal vez, si empezamos a hablar de él, del miedo que se siente, del miedo que se vive y lo hacemos visible, le ponemos rostro, le ponemos nombres, le ponemos apellidos, le ponemos responsables, entonces podamos aspirar a vivir con dignidad plena. Haciendo que todos y todas veamos la realidad para dejar por voluntad y libertad el seguir estando ciegos y quitarnos el miedo al transformarlo en responsabilidad social y colectiva.

 

EL miedo global

Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo a la policía, miedo a las puertas sin cerraduras, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo a morir, miedo a vivir.