El futuro nos alcanzó

“Inevitable es el transcurrir del tiempo. Las acciones humanas en aras de un progreso que se ha distribuido poco y mal, dan pauta para la hecatombe de la civilización humana…”

 

El futuro nos alcanzó

 


Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van.
José Ingenieros

 

ésta es la primera época que ha prestado mucha atención al futuro, lo cual no deja de ser irónico, ya que tal vez no tengamos ninguno.
Arthur C. Clarke

Inevitable es el transcurrir del tiempo. Las acciones humanas en aras de un progreso que se ha distribuido poco y mal, dan pauta para la hecatombe de la civilización humana. Millones de logros, de saberes acumulados, de soluciones y alcances tecnológicos que han hecho prodigios en todos los campos del conocimiento. Llegamos a la luna y exploramos el universo, hemos ido descifrando las biomoléculas y las claves de la vida, el código genético y hemos avanzado en la cartografía del mundo, incluido el fondo marino y seguimos completando el inventario de especies, de todos los reinos, investigamos con curiosidad el microcosmos de los átomos y sus partículas y las fuerzas que las unen. Sabemos muchas cosas y sabemos que nos falta todavía por descubrir y solucionar muchos problemas y enigmas de la vida y la materia.

Tenemos un capital de pensamiento en la producción filosófica, estética y en la propia ética. Podemos pensar en la construcción social de una ética planetaria, podemos ver el papel de las religiones en su sentido moral, pero también sus usos cuando los intereses del poder se apropian y usurpan sus fines. Podemos pensarnos como sociedad y aprender del pasado. No queremos.

Podemos ver que el dolor y la muerte -injusta e innecesaria- se articula a esquemas de negocio, en donde las armas letales se venden por internet o son suministradas como ayuda humanitaria a gobiernos impuestos, o bien se venden en el mercado negro, sin mayor escrúpulo que los millones de dólares que se mueven como prebenda en la más pura lógica del mercado, la oferta y la demanda. Sabemos qué debemos hacer no queremos hacerlo.

Lo cierto es que en esta fase del desarrollo económico a nivel mundial, los beneficios de la ciencia y la tecnología atrapadas por el neoliberalismo y sus nuevas formas de control social, nos han convertido consumidores, como parte del nuevo mandato social, que está asociado al éxito económico y a las posibilidades de acceder a un mínimo de bienestar social.

Para la lógica del mercado no hay términos medios, o eres uno de los poseedores de la riqueza o estás –simplemente- dentro de los sistemas de crédito, siendo un deudor cautivo o estás excluido del desarrollo. Se está en alguna de las categorías como target de los segmentos de mercado que la mercadotecnia y los medidores del desarrollo han creado o no simplemente se asigna la etiqueta de marginados, población vulnerable, pueblos originarios o indígenas, afrodescendientes, migrantes, desplazados, desempleados, trabajadores eventuales, trabajadoras domésticas, refugiados. El mercado usa su instinto de negocios para la ganancia sin ningún escrúpulo, salvo la moral de la utilidad, aunque sea ilegal: tráfico de personas, de armas, de drogas, de especies en peligro de extinción, sobornos, corrupción e impunidad, todo se compra o se vende, el mercado es el tótem en el neoliberalismo.

Una sociedad occidental neoliberal, que ha cambiado en unas cuantas décadas los patrones de convivencia social, las formas de trabajo, las prácticas sociales de ocio y de la recreación, los esquemas de consumo y las expectativas de futuro. El mercado descubrió que el individuo es el mejor consumidor, ya no la noción de grupo o de familia como base de la sociedad, estás se desdibujan en pro en enaltecer a la persona en singular –el yo- y hacer creer que todo está diseñado para la felicidad individual, que es efímera y que reclama un mayor esfuerzo, dar más, hacer más, producir más, para crear la sociedad del rendimiento que Byung- Chul Han denuncia, como parte de la sociedad de mercado que usa la psicopolítica para el control social y para apuntalar el neoliberalismo con el uso del chantaje emocional.

El biopoder que Foucault describió como parte de la sociedad disciplinar, donde el control social se centraba en el vigilar y castigar, que creaba locos y obedientes, hoy tiene su correlato en la sociedad del éxito, de la autoexplotación y del emprendimiento, que produce ahora cientos de miles de fracasados y deprimidos -siguiendo el pensamiento de Byung –Chul Han- y que va envolviendo a la sociedad en su conjunto en una profunda tristeza.

Se anuncia una epidemia de tristeza en el mundo. La Organización Mundial de la Salud pronostica que para el año 2020 la depresión será la segunda causa de discapacidad en el mundo, y la primera en países en vías de desarrollo como México. La depresión aumenta ante la desigualdad y la falta de oportunidades.

Cuando el progreso y el desarrollo no ponen a los seres humanos como centro de su acción para el desarrollo de sus capacidades, cuando el mercado pervierte sus beneficios en ganancias exclusivamente sin ninguna responsabilidad moral para con las persona o la naturaleza y cuando las tecnologías de la comunicación e información en lugar integrarnos para crear verdaderas comunidades humanas, lo que logra es el aislamiento y la soledad de las personas, produciendo “nuevas soledades” relacionadas con la “práctica sistemática e ilusoria de internet” y que modifica la vida y sus prácticas en las redes sociales y en donde se concreta de alguna manera “el triunfo del sistema de consumo” como ha denunciado Marc Augé.

Lo que tenemos como resultado, es que el futuro nos alcanzó. Tristemente se teje desesperanza y olvido, -con lo que esto pueda significar-, cuando por ahora el proyecto civilizatorio, colectivo, humano, ético, solidario y sustentable se desvanece en el propio imaginario de la utopía, -por efecto y causa- de los intereses sin miramientos de unos pocos, que controlan el mundo y que han acumulado bits y dólares más allá de la ostentación y que manejan la economía y el proyecto neoliberal con el alarde de quienes ya no tienen un referente moral o una mínima ética.