Fango y Utopía

"Nuestro pensamiento cuenta y vale para crear un modo diferente de construir el país, uno donde se valga soñar, donde la esperanza sea acción y se destierre la cultura del dolor y de la muerte…”

Fango y Utopía

 

La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor.
Anatole France

La utopía está en el horizonte.
Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos
y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para qué sirve la utopía?
Para eso, sirve para caminar.

 Eduardo Galeano

Los sueños también están hechos de fragmentos de realidad y de ilusión. Pensar en una vida mejor como sociedad, como comunidad, como familias, es parte de los sentidos y propósitos que como personas asumimos desde la voluntad de vivir con otros, con otras para construir y sentir cada día la vida, esa que a veces se desborda y no cabe en el pecho, esa que otras veces nos compromete y nos da serenidad para ceder, para acordar y tomar las mejores decisiones.

Arrancaron las precampañas rumbo a las elecciones de 2018 y somos testigos de la baja calidad de la oferta política, que se adereza con escándalos de corrupción que afloran. Tal pareciera que se trata de ver quién es la opción menos corrupta, si se trata de triangulaciones de 246 o de 700 millones de pesos, si es del PRI o del PAN. Es una carrera a la Presidencia que se correrá en el fango, y en la que se tratara de ver quién sale lo menos enlodado, para ver si los candidatos son aves que podrán cruzar el pantano sin mancharse el plumaje blanco que presumen. Sin duda, nadie quedará incólume. La carrera irá dejando en el trayecto muchos lesionados, lodo y golpes bajos, trampas y atajos en la carrera a la Presidencia y para cada cargo de elección popular.

Un país que se desmorona. Instituciones que se caen a pedazos. Políticos que se hacen ricos de forma inexplicable. Empresas que no tienen escrúpulos y siguen tratando a las y los empleados y a los y las obreras como mercancías desechables. Una realidad que se muestra cruda, cruel, ruda y sin piedad. Los cientos de miles de muertos y desaparecidos, hombres y mujeres que son víctimas de las estructuras económicas, y de las omisiones de gobiernos que no cumplen con el encargo social de gobernar y procurar las mejores condiciones de vida para todos y todas.

Hoy la política nacional se transforma en una trama de policías y ladrones, de denuncias y demandas judiciales, en donde se gesta una nueva ilusión social y política, de la que esperamos como sociedad civil que el INE, la FEPADE y la Procuraduría de Justicia de la Nación investiguen los desfalcos, un rosario de delitos como el peculado, el encubrimiento, la venta de favores, el cohecho, las empresas fantasma, los Panamá y Paradise papers, la Casa Blanca, la Estafa Maestra y los financiamientos ilegales de las campañas electorales, y todo lo que se acumule en los próximos meses.

Hay un poco de romanticismo idealizado en la sociedad civil, un halo de mesianismo redentor en tono de justicia, de hartazgo social y político. Pero esa ilusión, que algo bueno tendrá, lamentablemente también paraliza, desactiva, entumece el reclamo social, el descontento, el enojo, la tristeza y el coraje que se siente ante la opulencia de los ricos, la arrogancia de la clase política, ante la ineficiencia e impunidad del sistema judicial, de policías, de agentes del ministerio público, jueces, militares y marinos.

Celebramos en 2107 una Navidad más, y en unos días más, el Año Nuevo. En muchas familias se hacen promesas y se formulan deseos. Muchas personas ponen sus esperanzas en lo nuevo que vendrá, y formulan planes. En el fondo, nadie se resigna a seguir en la misma condición. Los seres humanos estamos diseñados para el bien, para la disfrutar la vida, para dar valor al esfuerzo, al empeño y la disciplina, pero lo cierto es que nos ha ido ganando la apatía, anomia, el desconsuelo y el desdén respecto a la política. Y tal parece, como nos describió Ikram Antaki, que somos el “Pueblo que no quería crecer”.

La utopía y la esperanza nos pertenecen. El futuro del país también. Nuestra opinión cuenta. Votar cuenta. Nuestro pensamiento cuenta y vale para crear un modo diferente de construir el país, uno donde se valga soñar, donde la esperanza sea acción y se destierre la cultura del dolor y de la muerte. Una sociedad en la cual la vida gane y la dignidad humana sea el fermento de la fraternidad siempre añorada, la de un pueblo que crece desde libertad y la igualdad.