Los horizontes y las miradas • Arturo Mora Alva

“Son tiempos para hacer lecturas compartidas de la vida…”

Los horizontes y las miradas • Arturo Mora Alva

Los derechos no se conceden, se conquistan.
Noam Chomsky

Hay quienes llevan a cabo la vida más hábilmente. Tienen orden en su interior y en su alrededor. Para todo la manera y la respuesta adecuada. A veces los envidio; Afortunadamente se me pasa.
Wislawa Szymborska

Hacer es la mejor manera de decir.
José Martí

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Fernando Pessoa

¿Cómo entender lo que acontece? ¿De qué manera descifrar lo que se va experimentando? ¿Con quiénes se dialoga y se divaga sobre los sentidos, los significados, los sentimientos y los aprendizajes en la vida? ¿Cuándo nos vamos dando cuenta que el mundo ya giró y los cambios se han sucedido cual cascada inmensa que nos moja, nos refresca y nos empuja hacia adelante? ¿De qué sirve aferrarse a lo que ya pasó, a lo que ya no es, a lo que dejó de ser relevante en la vida cotidiana?

La sociedad que conocimos en el siglo XX es ya otra. Parece muchas veces que se repiten los acontecimientos, a veces da la impresión de que son repeticiones de situaciones experimentadas en el pasado, un déjú vu que confunde a la memoria histórica y la memoria personal.

Lo cierto es que la sociedad del nuevo milenio se mueve con diversas cabezas como la mítica “Hidra de Lerna”, y cada vez que se corta una cabeza le surgen dos más, como cuenta la mitología griega.

Así, la realidad se presenta polifacética, policroma, diversa y subjetiva. Cada cabeza es un mundo, y de ahí que la Hidra se multiplique a cada instante y las posibilidades de ver, de mirar, de observar lo mismo se fragmenta como un caleidoscopio que se mueve desenfrenado. A veces solo queda la certeza de los efímero, en donde lo fugaz se quiere fijar como verdad eterna y absoluta. Las trampas de la mente, donde la memoria juega con las ideas, con las percepciones, con las imágenes y las palabras para crear senderos únicos y explicaciones que se quieren presentar como certezas y verdades absolutas, que son —en mucho– origen de la contradicción y del desasosiego que rompe la permanente la búsqueda maniquea y vicariante del deseo y de la idealización de un paraíso que nunca ha sido, ni nunca será.

Los cambios se han sucedido, en el mejor de los optimismos, para mejorar o para intentar comprender nuestra existencia en el sentido más místico si pensamos en el dios de Spinoza, o bien lo en la racionalidad técnica y científica que ha ido develando con prisa y con muchas limitaciones lo que es la naturaleza y el universo que nos ha tocado vivir. Diez mil años de cultura, de lenguaje y de historia son nada dentro del calendario cósmico y desde la presencia del hombre en la faz de la tierra.

Cada vez sabemos más y cada vez ignoramos más. Cada vez tenemos respuestas para los grandes problemas de la humanidad y la arrogancia, la soberbia, el egoísmo, la avaricia y el poder -económico, ideológico y político- hacen que se cambie para que no cambien las estructuras de la desigualdad, de la pobreza y de miseria.

Los sueños sociales, las utopías, están hechos ideales de paz, de equidad, de justicia, de amistad y de amor, sueños que se desvanecen y  se diluyen ante el apremio de tener algo que comer, de buscar calmar la sed, tener un techo donde refugiarse, evitar el dolor y el sufrimiento por enfermedades curables, tomar conciencia que es por demás dolorosa de sabernos sometidos, oprimidos, explotados, de sentir que la libertad para muchos es solamente la posibilidad de elegir dónde regalar su trabajo.

Por otra parte, los sueños personales se rompen día con día. Las posibilidades de sentirnos libres, de aspirar a algo más y salir de ese sitio que la estructura social define y condiciona, se presenta tramposamente como cultura del esfuerzo, de la meritocracia, de la recompensa miserable por la auto explotación y la obediencia, como alicientes para creer que damos un sentido a nuestra existencia. Y sin embargo, hay posibilidad y oportunidad de “mirar horizontes en donde se ponen fronteras”, escribió Frida Kahlo. El espíritu humano es rebeldía, dignidad y libertad.

Son tiempos para hacer lecturas compartidas de la vida, de la realidad social, de sentarnos de frente a la alborada o al crepúsculo, asombrarnos de lo que vemos y perfilar horizontes colectivos, miradas cargadas de ternura, ópticas diversas que dialogan con las ideas, las representaciones y las subjetividades individuales y colectivas y entonces cambiar lo necesario. Romper las inercias y trasformar los paradigmas para que la vida sea, para que las personas puedan contestar las preguntas que dan sentido a la vida misma.

Los horizontes permiten ver de frente, observar al cielo, fijarnos dónde pisamos. Las miradas nos dan la oportunidad de mirar al otro, a la otra, de encontrar y sentir la empatía que nos iguala, que nos ofrece la experiencia de reconocemos en la sororidad, en la fraternidad y en la solidaridad. La mirada es una construcción subjetiva del deseo y de todo eso que nos falta, de esa fuerza vital que permite buscar responder quiénes somos, a dónde vamos y para qué estamos habitando este planeta y por qué podemos pensar y sentir el universo. Es tiempo de buscar y construir nuevos horizontes comunes, y de mirar y sentir juntos el mundo en la piel, en la carne viva y en el pensamiento. La vida, que en cualquier caso nos pertenece y ante cualquier situación nos concierne. La vida es nuestra, es única e irrepetible, individual y colectivamente.