La esperanza
Probablemente, de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.
Julio Cortázar
Todos deseamos cosas y momentos especiales que se construyen desde la ilusión e incluso en la fantasía. Vivir soñando o la vida como un sueño, va más allá de un juego de palabras: es una formulación para la ensoñación que se instala en el imaginario de lo que no es, de lo que no se tiene o de lo que nos falta y da paso de manera casi inmediata a la esperanza, pero como dijo Julio Cortázar: “La esperanza le pertenece a la vida misma defendiéndose” y no a nuestros deseos. La realidad lo es pese a nosotros.
Las circunstancias en que vamos viviendo nos llevan a querer tener esperanza sobre cualquier otra cosa, pero la verdad es que no tenemos control de la realidad para configurar escenarios que se ajusten a lo que deseamos, por ejemplo, tener un día con tranquilidad o salir a las calle sin miedo.
Al problema de la inseguridad pública ahora le podemos sumar el temor al contagio del COVID-19, entre otras de las tantas paranoias colectivas que se propagan con rumores y que buscan crear un terrorismo informativo, en la que se mete todo en un mismo saco y se buscan culpables, y entre todo ello se usa como un subterfugio, en el cual el mercado y el capitalismo hacen de las suyas, venden de todo, reacomodan mercados, toman utilidades, especulan con los precios de los bienes, deprecian las monedas de los países y bajan los precios de las materias primas, y con todo esto se llenan de más dinero los bolsillos y saturan en unos cuantos días las bóvedas de sus bancos.
El gobierno, con la idea de tener algo de tranquilidad moral,va buscando excusas, evasivas y negaciones, bajo la idea argumentativa de que las autoridades hacen su trabajo, pero dicen que no pueden resolver los problemas porque toca a otros atenderlos y está fuera del ámbito de sus competencias. Al pensar que se puede responsabilizar a otro de lo que pasa, el lavado de manos se institucionaliza, y ahora con el coronavirus chino, el lavado de manos se convierte en deporte nacional, necesario sin duda, como medida preventiva para evitar el contagio, pero que se integra a la vida política como una tradición en la cultura política mexicana y que asumen todos los partidos políticos.
Don Jesús Reyes Heroles dijo “que en política se aprende a lavarse las manos con agua sucia”, pero ahora algunos funcionarios quieren aprender lavarse las manos con agua teñida de sangre.
Se puede imaginar a los responsables de la seguridad pública de cualquier nivel de gobierno esperando que la violencia y la inseguridad desaparezcan como por arte de magia. Que los delincuentes y los grupos del crimen organizado, se arrepientan de sus acciones y se entreguen, que depongan las armas y hagan un armisticio. La ciudadanía tiene la esperanza de que los servicios públicos asociados a la seguridad se ofrecerán con calidad y sin restricciones. Se tiene la esperanza de que los derechos humanos seanrespetados y que las violencias en contra las mujeres y las niñas son erradicadas en totalidad. La ilusión social se apodera de las personas y las paraliza.
Lo cierto es que la realidad social se construye. También escierto que las demandas y las luchas sociales son el motor de cambio y la presión social se requiere para que se gesten y diseñen políticas públicas, leyes y programas que permitan hacer que la esperanza se traduzca en bienes, en hechos, en acciones concretas, en resultado en favor del bien común, la legalidad y la razón.
La posibilidad que tenemos -si queremos tener un futuro posible- es que veamos la esperanza y la entendamos comola vida misma, esa en la que ganan todos los días la alegría y la salud –incluida la seguridad humana-, donde los niños sonríen y juegan sin preocupación alguna. En la oportunidad que las personas tengan de bailar y cantar, para festejar un logro, un nacimiento, un encuentro con familiares y amigos,y en la que compartir una experiencia de amor, o simplemente expresar lo que se siente al saberse plenamente vivo junto con otros en familia, y con esto crear lazos y vínculos con la comunidad, es decir, hacer que la esperanza sea la vida misma y tome rostros y nombres concretos, de hombres y mujeres que se conocen, se cuidan y se procuran socialmente como iguales.
Por ahora, debemos hacer lo que nos toca para la prevención y control de la pandemia del COVID-19, pero también es nuestra responsabilidad seguir construyendo una ciudadanía activa, participativa, informada y crítica, donde la dignidad humana y sus derechos sean el horizonte de acción de la vida comunitaria, donde la fraternidad y sororidad sean lo que nos dé la fuerza y cohesión necesarias para el cambio y la transformación social, económica, cultural y política. Todas y todos debemos saber que la esperanza no se lava las manos.