Los juegos del hambre

Los juegos del hambre

La difícil situación que se vive en Oaxaca y Chiapas después del temblor de 8.2 grados en la escala de Richter y los cientos de réplicas que han continuado desde hace más de una semana ha puesto al descubierto la dolorosa realidad del atraso social y de la ineficiencia de los gobiernos locales y de la falta de acción oportuna del gobierno federal, más allá del esfuerzo mediático por hacer un control de la imagen de las autoridades gubernamentales, para encubrir desde la frivolidad hasta la ineficiencia.

Los desastres naturales son pruebas de la fuerza y voluntad de los pueblos, de las comunidades y  las personas que dan respuestas inmediatas a la tragedia y a las carencias humanas que se develan de un momento a otro. Las muestras de solidaridad y el trabajo colectivo sobresalen ante la falta de apoyo de las instituciones del estado. Al parecer el gobierno en los tres niveles está en la tarea de hacer solamente el recuento de daños, levantando el censo de las viviendas destruidas y dejando a los partidos políticos y a sus estructuras locales hacer sus manejos -desde ahora electorales- para la distribución de la ayuda, de las despensas, enseres  y medicamentos que muchas organizaciones y personas están haciendo llegar como pueden a los municipios afectados.

En un contexto político de desconfianza con relación al gobierno y sus instituciones, el Ejército, las fuerzas armadas, sigue siendo quienes dan la cara ante la tragedia, poniendo en evidencia la falta de capacidad de los gobiernos estatales y municipales en todos los sentidos. Unas fuerzas armadas que ya no ven lo duro sino lo tupido, desde el combate al narcotráfico y al crimen organizado -huachicoleros incluidos-  sin que tener el respaldo legal  y sin las condiciones de apoyo reales de los gobiernos estatales y municipales, ni del aparato de administración y procuración de justicia, además de realizar tareas de seguridad nacional se ven ahora en las actividades de atención y ayuda en este sismo de grandes dimensiones y terribles consecuencias. No habrá que descartar que las fuerzas armadas  pedirán tener mayor peso en la administración pública y regresar a cargos de elección popular.

Entre tanto, la clase política se entretiene en discursos y amagues en la lucha por el poder. Los partidos políticos ya metidos en la carrera electoral del próximo año se preparan para poner trabas y condiciones a las necesidades sociales y legislativas, a la par de crear y abonar a una esquizofrenia política y social en donde lo único que cuenta es ganar prerrogativas y espacios mediáticos para seguir jugando a ser gobierno, mientras que los grandes problemas siguen sin ser atendidos.

La Universidad de las Américas en Puebla, presentó hace unos días un informe sobre la impunidad en Latinoamérica y el mundo, México ocupó el 1° lugar de América Latina en impunidad y nuestro país se ubicó en el 4to lugar a nivel internacional, siendo éstos datos la expresión más grave que demuestra  la inoperancia del aparato de estado y de sus instituciones, que van desde las policías municipales, las policías y fuerzas estatales, agentes del Ministerio Público, hasta las y los jueces en todos los niveles de la estructura del poder judicial.

La clase política y una buena parte de las y los funcionarios públicos pareciera que están viendo la realidad del país solamente desde las pantallas y ven a la sociedad, a las y los mexicanos como algo lejano y ajeno a ellos. Se han constituido en un grupo privilegiado que busca protegerse y blindarse de cualquier señalamiento o denuncia, de cualquier error y omisión, que no está dispuesto a que se le aplique la ley ante la ineficiencia o ineficacia, ante los delitos que comenten de peculado, de fraude, de corrupción, de negligencia, de tráfico de influencias, de enriquecimiento ilícito,  de desvió de recursos públicos entre otros.

La “Casa Blanca”, El tren rápido  México-Querétaro, el Paso Express en Morelos, la corrupción en Pemex y Lozoya, o el espionaje del gobierno federal en contra de activistas de derechos humanos y periodistas, además del espionaje de Moreno Valle, o  la “Estafa Maestra” que muestra la corrupción de algunas universidades públicas y funcionarios públicos con los fondos para el desarrollo social, los “Panamá Papers” o Raúl Cervantes con su incondicionalidad y su Ferrari, o los moches para la asignación de contratos de obra pública o los sobreprecios de medicinas que compra el gobieno. La lista es cada vez más grande de delitos y de funcionarios y de representantes electos que se ven involucrados y  si contáramos la cantidad de observaciones que hace la Auditoria Superior de la Federación cada año sobre el daño al erario público y que quedan sin investigación, sin sanciones, sin reparación del daño, sin la recuperación del dinero sustraído, demuestra que la corrupción es ya es una práctica legitimada y permitida y que está amparada desde la impunidad.

El nuevo Fiscal nacional, el Sistema Nacional Anticorrupción, así como las leyes y reglamentos que obligan a la transparencia y rendición de cuentas y a la fiscalización de los recursos públicos y junto con la fiscalización de las campañas electorales, son elementos positivos para revertir y parar la impunidad y la corrupción, quedan por ahora en sólo buenas intenciones. El arranque del nuevo periodo legislativo a nivel federal, el inicio del proceso electoral 2018 y el V Informe de Gobierno, son la forma simbólica que tiene el poder político en México para  decir que han comenzado “Los Juegos del Hambre”, haciendo eco de la saga de libros y películas con el mismo nombre, en las que se muestra como de divierten las élites políticas y económicas a costa del trabajo y el control social de las personas que no son las privilegiadas y todo ello en aras de tener una disfrazada paz social y un desarrollo económico de una minoría.

En Oaxaca y Chiapas estados del país con la mayor población indígena los juegos del hambre tienen siglos de realizarse, bajo el amparo de caciques y gobernadores, de poderes fácticos y de intereses privados. El sismo ojalá sirva para desmontar años de atraso social y de miseria, así como de la falta de desarrollo económico y de la ausencia de justicia social. En “Los juegos del hambre” el pueblo termina sublevándose.