Los Miserables • Arturo Mora

“Nos escondemos en las imágenes, en las inmediateces, en la parafernalia del espectáculo…”
Los Miserables • Arturo Mora



 

No aceptes lo habitual como cosa natural. Porque en tiempos de desorden,
de confusión organizada, nada debe parecer natural. Nada debe parecer posible de cambiar.

Víctor Hugo, Los miserables


 

El 3 de abril de 1862 se publicó Los miserables, novela escrita por Víctor Hugo. En sus más de 1000 páginas se da cuenta de un contexto por demás crítico en desarrollo de la sociedad francesa, que se inscribe en reacomodo de la geopolítica y de la dinámica de transición entre la época mercantilista y la revolución industrial. Así como en el desarrollo del pensamiento científico, en lo social, la economía y la ciencia. El capital de Marx se publicó el 14 de septiembre de 1867, el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels se publicó el 21 de febrero de 1848. El Origen de las especies se publicó el 24 de noviembre de 1859.

Los miserables hace un despliegue de los problemas de la humanidad. Así, la pobreza, el hambre, la marginación y la miseria siguen siendo distintivos que describen la situación de la mayoría de los 800 mil millones de personas que habitan en el planeta en la actualidad. A finales del siglo XIX la población mundial alcanzó mil millones de habitantes. Víctor Hugo desarrolla en la trama de Los miserables la discusión y reflexión sobre el bien y el mal, sobre la política, sobre la justicia y la aplicación de la ley, sobre el imperativo moral y sobre el papel de la religión. Temas que hoy siguen siendo parte de las preocupaciones sociales, políticas, éticas y filosóficas dentro del desarrollo acelerado del capitalismo de mercado y del neoliberalismo que se impusieron como discurso y narrativa desde el poder.

El texto de Víctor Hugo expresa la complejidad de lo humano. Una obra realista que ha sido llevada al teatro, a la televisión, al cine, que pone en diversos planos las contradicciones en la se conjugan la justicia, la critica social, el carácter épico de su personaje central, Jean Valjean, y el romanticismo que tejen un entramado rico en aseveraciones que ponen en primer plano las posibilidades de redención desde la convicción moral y desde la promesa (no recordada por él) de convertirse en un hombre honrado y de la realidad (estructural) que no le permite redimirse por completo. Las condiciones sociales de la época tienen el sello de la revolución que busca derrotar al imperio y que, entre el disfraz de alcalde, -que Valjean ha tomado- como forma de esconderse de su perseguidor -Jarvet-, busca ser justo como el ahora Madeleine porque en el fondo de su corazón quiere lograr por fin la redención, bajo la promesa de salvar a Cosette de las garras del mal. Un desenlace de amor cierra la novela, apostando al amor mismo como posibilidad de lo humano.

La narrativa de Los miserables tiene momentos que han perdurado en el tiempo, frases que resuenan en la realidad actual, aún después de 160 años de su aparición y que muestran que la tarea social, histórica y cultural sigue siendo una deuda y que, vistos como demandas o como orientaciones de la condición humana, nos pueden servir de faro de orientación en un océano por demás agitado y con tormentas inconmensurables que vivimos todos los días entre guerras, entre violaciones de derechos humanos en El Salvador, y entre ejecuciones, desaparecidos, homicidios dolosos, robos y asaltos, tiroteos, feminicidios, transfeminicidios, y entre la situación de los y las refugiados y migrantes, así como, las condiciones de hambre, de exclusión y de miseria en la que viven la mayoría de los seres humanos en este momento en el mundo.  No es de casualidad que le llamemos “olas” a los picos de contagios y de fallecimientos durante la pandemia del Covid-19.

Escribe Víctor Hugo en Los miserables: “La primera justicia es la conciencia.” Tal vez ahí, que podamos comprender la titánica tarea por visibilizar las injusticias, en un mundo en el que se puede ver y escuchar todo a través de las pantallas de los dispositivos digitales, pero que no se quiere mirar ni escuchar, porque mirar y oír la realidad compromete y cuestiona.

En las ocasiones en que el hombre tiene más necesidad de pensar en las realidades dolorosas de la vida, es precisamente cuando los hilos del pensamiento se rompen en el cerebro, escribió el autor de Los miserables, y nos convoca e invita a sentir, a ir más allá de la razón, o mejor dicho a pensar y sentir al mismo tiempo, rompiendo el paradigma de racionalidad como único argumento para interpretar e intervenir en la realidad.

En ese sentido en Los miserables vemos la crudeza de la condición humana y de lo que llegamos a hacer, de lo que los pobres pueden asumir para sobrevivir, degradando su dignidad y su vida. Y en ese contexto de realidad Víctor Hugo hace su apuesta por el amor: La dicha suprema de la vida es la convicción de que somos amados, amados por nosotros mismos; mejor dicho, amados a pesar de nosotros. Y pone como imperativo: En el mundo no hay nada más importante que amar. Y sentencia:

El amor participa de la propia alma. Es de la misma naturaleza que ella. Como ella, es una chispa divina; como ella, es incorruptible, indivisible, imperecedero. Es un punto de fuego que llevamos dentro y que nada puede apagar. Lo sentimos arder hasta en la médula de los huesos y lo vemos resplandecer hasta lo más hondo del cielo.  

Hoy nos cuesta hablar, pensar y sentir la realidad social y humana. Nos escondemos en las imágenes, en las inmediateces, en la parafernalia del espectáculo de la política, en la fantasía y el glamur inaccesible de la vida de los ricos y famosos, en la trivialidad de Hollywood, en la ignorancia sostenida por Televisa y TV Azteca, y en el transcurrir indoloro, vacío y superficial del uso de nuestro tiempo en las redes sociales. Los miserables hoy pude ser una lectura necesaria si queremos una oportunidad como civilización y aun como especie para pensar y sentir juntos en un mundo que puede ser desde el amor al otro, a los otros, a los prójimos a los semejantes. Los miserables es una novela que es denuncia actual, es una defensa sin reserva para los pobres y oprimidos sea cual sea su condición social, cultural, económica, cultural e histórica, es inspiración y aliento para el cambio social y político, es un canto profundo de amor y de esperanza, y hoy, es parte de nuestra historia occidental si es que recuperamos pronto la memoria.

Eduardo Galeano escribió:

No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la memoria humana se niega a callarse a boca. El tiempo que fue sigue latiendo.