Opinión • Miradas • Arturo Mora

“Son miradas rebeldes y subversivas, contraculturales, que desafían el supuesto orden natural de las cosas y de la vida, miradas legitimas y urgentes…”

Opinión • Miradas • Arturo Mora

Hay un dicho que es tan común como falso: El pasado, pasado está, creemos. Pero el pasado no pasa nunca, si hay algo que no pasa es el pasado, el pasado está siempre, somos memoria de nosotros mismos y de los demás, en este sentido somos de papel, somos papel donde se escribe todo lo que sucede antes de nosotros, somos la memoria que tenemos.
       
José Saramago

El amor, si es algo, son dos que se miran.
 
Alejandra Pizarnik


 

La condición individual del ser humano está cargada por la vida misma y por la cultura que hemos construido de un “otro”, los “demás” que nos constituyen para poder ser y poder ser con otros. Padres y madres en el mejor de los casos en lo inmediato, y de ahí a todas las posibilidades que da la noción de familias que hoy hemos configurado a partir de dar valor a los sentimientos, al amor, en la construcción de una nueva arquitectura social, que va más allá de los cánones establecidos y de una cosmovisión dicotómica y reduccionista de la vida social.

Dar sentido histórico a la propia civilización y al contexto comunitario donde aprendemos las prácticas sociales vigentes, y con ello la apropiación del lenguaje, que a final de cuentas nos configura dentro de un conjunto de dimensiones que son inherentes a la persona, a la par del necesario ejercicio de su dignidad, es el punto de partida para asumir la propia mirada y las miradas de otros, de lo diferente.

Cada quién mira la realidad desde donde puede y con los recursos que tiene. Las miradas son múltiples, la más de las veces inconsistentes. Miradas contradictorias, unas más divergentes y otras propias de la imaginación y la fantasía. La realidad es una construcción social que se teje con una serie de elaboraciones, acuerdos y convencionalismos dados y gestados por las propias estructuras del saber y del poder que se han instalado en cada época y para cada élite.

Nos vamos narrando y vamos creando una línea en el tiempo donde inscribimos nuestra realidad y nuestra historia. Muchas veces al evocar recuerdos de la infancia, por ejemplo, nos obligamos a querer hacer un recuento con cierta lógica impuesta desde el discurso legitimado de la vida como aceptable, como si fuera un guion de telenovela, serie o película, y nos centramos en contar y describir lo vivido, y le vamos quitando lo verdaderamente importante al relato, le restamos importancia a lo que se sentía y vivía en esos momentos. Obviamos sabores, aromas, colores, el ambiente, los rostros, los nombres de las cosas y de las personas, las intenciones y los detalles que hacen que lo vivido como recuerdo esté fragmentado, difuso y hasta distorsionado, en donde la memoria se funde y se confunde en el inconsciente y nos pone ante los dilemas propios de los mecanismos de defensa del “yo” desde la mirada del psicoanálisis.

Lo que nos contamos a nosotros mismos es una estratagema que falsea lo real, para dar paso a la representación y a lo imaginario, triada dinámica, que pretende dar sentido, significado y cierta coherencia -que nunca se logra- a las consecuencias de los actos que uno hace y de las decesiones que uno toma -narrativa e interpretación-,  que no es otra cosa que un recurso racional que encubre, esconde, omite, niega, evade o sublima -consciente e inconscientemente- los sentimientos y sus vínculos de una trayectoria e historia vida, que es inasequible por alguna condición y situación para cada persona, y que hace que la vida misma y su narrativa tengan tal diversidad y alteridad que confirman que somos únicos e irrepetibles.  

Sin embargo, la historia humana y su devenir muestran que las ideas de una sola persona se pueden compartir y pueden ser asumidas como suyas por otros, como si fueran esos pensamientos, sueños, ilusiones propias. De ahí que la cultura, que es un mosaico de ideas, mundos y miradas que se han ido expresando y donde la realidad misma, que ya es múltiple en sí misma, se factoriza y se complejiza aún más, dando paso al conflicto, al encono, a la diferencia como condición inseparable de lo humano.

Cada quién ve y siente lo que quiere, si eso es posible, y si eso se puede hacer desde la voluntad y de la libertad, dando por sentado, que las estructuras económicas, políticas y sociales determinan en primera instancia el cómo se vive, el cómo se interpreta y el cómo se mira y se narra la realidad para uno mismo y para otros, para los demás. Antonio Machado escribió: “Se miente más de la cuenta por falta de fantasía: también la verdad se inventa”.

Las miradas de lo social, las miradas de lo que llamamos público, de lo que alcanzamos a mirar a través de los medios de comunicación, desde lo que se nos muestra en las redes sociales, de lo que se nos presenta en las pantallas como importante o relevante, va dejando en claro que hay efectos en la sociedad, en la que se busca crear una interactividad adornada de libertad, en la que hay intereses particulares a partir de lo que se informa y de la forma en que se informa.

Es importante tomar consciencia cada vez más de que hay intenciones, explicitas y también ocultas, en todo aquello que se visualiza, que se hace viral, y con las acciones con las que se crean tendencias específicas, con fines preestablecidos, y que corresponde algo donde se manipula y se crea opinión pública, que ya con sesgos de origen y que tiene un precio, tanto para los operadores de estas estrategia mediáticas -ganancia- como para las personas, grupos y poderes que quieren seguir teniendo el control y el poder para unos pocos.

Las miradas son diversas y son subjetivas. El poder busca filtrar esas miradas para crear la ilusión de una realidad única, inevitable. Una mirada que presenta la vida como destino manifiesto, una mirada desde el poder que segmenta, clasifica, cosifica y reduce al ser humano a vivir para trabajar, trabajar para consumir. Miradas desde el poder que quieren evitar que se desarrolle el pensamiento crítico, visiones donde la libertad se ejerza sólo para consumir, y en las que la obediencia sea el valor más aplaudido y premiado.

Hay nuevas miradas siempre, nuevas perspectivas. Es posible construir nuevas respuestas a viejas preguntas. Hay miradas que cuestionan lo establecido, lo dado, lo impuesto. Son miradas rebeldes y subversivas, contraculturales, que desafían el supuesto orden natural de las cosas y de la vida, miradas legitimas y urgentes.

Habrá que empezar a mirar con estas nuevas miradas, habrá que contarnos historias que incluyan lo que somos como totalidad humana, habrá que construir miradas desde la colectividad, desde la confianza, desde lo diverso y desde fraternidad y la sororidad incluyente. Ya no hay mucho tiempo. Hay que reconocer que sí hay otras miradas y otros mundos posibles que nos pueden ayudar a ser mejores seres humanos, en lo individual y en lo colectivo. Tendremos que mirar y mirarnos para amar la vida y para amar.