Opinión • Percepción y Política • Arturo Mora Alva

“La contienda electoral inició. Las filias y las fobias han emergido, y con ellas la complejidad de las alianzas electorales…”

Opinión • Percepción y Política • Arturo Mora Alva

Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos, y sin responsabilidad, quizá no merezcamos existir.
José Saramago

Cada vez prevalece en la formulación de las opiniones sobre los asuntos públicos y sobre la vida política, el uso de la percepción y de los prejuicios, como casi los únicos insumos que se usan para expresar un punto de vista, ante las situaciones que vamos conociendo, principalmente a través de los medios de comunicación.

Entre la saturación de información como una gran avalancha de noticias, fake news y una buena dosis de amarillismo en la prensa en todas sus formas, es por demás difícil la posibilidad de desarrollar un juicio personal propio, crítico y argumentado.

En la era de la información en que estamos inmersos, hemos descubierto que la saturación de datos, hechos, cifras, y narrativas, también crea vacíos de contenidos y produce distorsiones importantes sobre lo que es la “realidad”, cómo se representa ésta y cómo se la interpreta. Realidad, siempre es pese a nosotros; sin embargo, los filtros y el uso de la información y la forma en que se la presenta, difunde o vende, hace que se vea modificada por nuestra percepción y por las representaciones que vamos interiorizando del mundo externo y del propio mundo interior, a su vez, anclada en las impresiones emotivas que vamos generando sobre el mundo y del contexto particular en el que vivimos.

Esas y otras situaciones en la vida personal y social nos afectan e influyen en el sentido de la acción que producen a nivel perceptual —emociones y sentimientos-, que nos comunican muchas cosas más allá de la información en sí, que se registran en nuestros sentidos, en la conciencia, y ayudan en el proceso de la producción de una opinión personal y de los juicios de valor asociados, para con ello expresar lo que pensamos y sentimos, aunque muchas veces sólo expresamos nuestra parte más emotiva o visceral, como comúnmente decimos. Reconociendo que existe dificultad para integrar ambas esferas, la de la razón y la del sentimiento, debido a la herencia de la tradición occidental de ver el mundo fragmentado y dividido en polaridades y dicotomías que poco ayudan a pensar la integralidad y complejidad de la vida misma y del mundo que nos ha tocado vivir.

La mirada sobre la realidad esta filtrada por nuestra memoria, por los aprendizajes, por el sistema de creencias que se despliega a partir de la ideología en el contexto de la cultura en la que estamos insertos, y por las experiencias personales que vamos acumulando al vivir. No obstante, la vida cotidiana contemporánea imprime una manera de vivir y de ser, que va a toda prisa, sin detenerse a pensar. Pareciera algo que no deja nada bueno: el pragmatismo y la ganancia es lo que se alienta.

Dentro de las tareas del conocer humano y sus múltiples implicaciones , los retos y desafíos de la vida en la actualidad reclaman el necesario desarrollo del pensamiento, no sólo en lo que se refiere a entender el mundo en sí y para sí: también el desplegar un pensamiento crítico, que es también la posibilidad de verse a sí mismo en el contexto de realidad y desarrollar la capacidad de identificar, analizar, evaluar, clasificar e interpretar lo que está a nuestro alrededor, incluidos nosotros mismos. Esto es un profundo ejercicio de conciencia, que implicaría desarrollar una reflexión por demás auténtica y personal —social e histórica-, tanto en un nivel del proceso civilizatorio en su sentido más amplio, como en el de la toma de conciencia —en su sentido más humano, como persona y como sujeto psíquico- en el que está inscrita la historia personal, en la singularidad de la existencia de cada uno, incluido el lugar social, económico y cultural en el que estamos existiendo.

La contienda electoral inició. Las filias y las fobias han emergido, y con ellas la complejidad de las alianzas electorales, a la par de las condiciones particulares en la que sus integrantes buscan algún cargo de elección popular por medio del voto, dejan mucho que desear. Lo visto en esta primera semana de campañas muestra la falta de creatividad —en el mejor de los casos– de los partidos políticos, y muestra de que no ha cambiado nada en relación con lo que se oferta políticamente hablando. Está claro que no hay proyectos concretos, encarnados en las necesidades e intereses de la ciudadanía, la mayoría no son viables, y sí podemos ver nuevamente muchas promesas, y las misma desde hace ya varios años.

Promesas y propuestas, en la que la mayoría —por no decir que todas– no resisten un mínimo sistema de preguntas, al revisar si son realizables o sólo corresponde a estratagemas para lograr la intención del voto, sin compromiso ni posibilidad alguna de realización. Las campañas vuelven a ser un juego principalmente mediático, donde las estrategias del marketing político buscan vender productos —algunos muy malos, por cierto–, que entran en la tónica de la recordación de marca, como si lo importante fuera la envoltura y no la calidad del contenido.

Más que nunca necesitamos recuperar la memoria histórica y política, la memoria reciente, de una democracia joven e imperfecta, sobre todo si le damos valor a la apremiante necesidad de hacer que la política y los asuntos públicos sean de interés real de toda la ciudadanía.

Necesitamos, por tanto, impulsar el desarrollo de un pensamiento crítico y libre, para poner toda la oferta política a revisión y ver si hacemos la tarea colectiva de cambiar todo lo que sea necesario para vivir bajo el cobijo real de la Constitución y la de hacer visibles, justiciables, exigibles y vigentes los Derechos Humanos, como mexicanos que somos. Pasar de la percepción y de la mera opinión personal a la acción, individual y colectiva, es la verdadera tarea para lograr el cambio social y el mejor país posible, al hacernos cargo de la responsabilidad que esto implica.