Sin ingenuidad

“…los partidos políticos se convirtieron en estos años, en muy poco tiempo, en verdaderas corporaciones burocráticas que viven del erario público…”

Sin ingenuidad

Hace unos días tuve la oportunidad de participar junto con Arnoldo Cuellar en un espacio de diálogo que ha organizado el Centro de Estudios Filosóficos Tomas de Aquino (Fátima) un ciclo de charlas “Ciudadanía y Democracia”, al que fuimos invitados a participar bajo el título “Coyuntura electoral. Las coaliciones, ¿desgaste del sistema de partidos o pragmatismo político?”

Más allá de hacer una reseña de la exposición de ideas, argumentos y reflexiones, con lo que me quedo, producto de escucharnos y oír la inquietudes y opiniones de algunos de las y los participantes, es la urgente necesidad de no caer en la ingenuidad de pensar que el ganador de las próximas elecciones presidenciales cambiara al país de manera radical para bien de todas y todos.

Los datos duros y un mínimo ejercicio de análisis dan pistas para reconocer que los partidos políticos se convirtieron en estos años, en muy poco tiempo, en verdaderas corporaciones burocráticas que viven del erario público. Hemos visto que las leyes electorales se han ido complejizando, producto de las argucias, marrullerías y trampas que los partidos políticos hacen para saltarse la ley. Hemos visto que el INE y las instituciones autónomas han sido capturadas por las cuotas que se asignan entre partidos que han puesto y capturado la agenda legislativa como pretexto para negociar y no hacer su tarea.

La falta de los nombramientos del Fiscal General y del Fiscal anticorrupción son ejemplos claros de que las y los legisladores están jugando con los intereses de la nación, con el país, en la que pagamos en carne viva o terminado en carne muerta, la impunidad, la corrupción y la violencia de un país que está en guerra, y el en el que los muertos son la inmensa mayoría civiles en donde los desaparecidos son padres, madres, hijos e hijas de alguien, pero que a las autoridades no les importa.

 La idea que la dispersión del poder y la pluralidad iban a crear mayor poder del pueblo y un adecuado equilibrio de poderes ha fracasado. Como lo escribió Mauricio Merino, se requiere repensar la ecuación democrática que no dio los frutos esperados. Hoy el tema de la falta de democracia se acentúa ante los golpes constantes a los derechos laborales, a las condiciones y calidad de vida, a la realidad de sobrevivir. Baste decir que el 53% de las familias mexicanas no puede adquirir la canasta básica.

 Son ya 22 exgobernadores que han sido señalados o demandados en lo que va del sexenio actual; se han llevado a sus bolsillos más 276 mil millones de pesos. Para dimensionar esa cifra, las elecciones 2018 nos van a costar sólo el diez por ciento de esa suma, y si bien hay procesos iniciados para enjuiciarlos, la pregunta que salta es: ¿y el dinero? ¿Y la complicidad de la Secretaría de Hacienda para permitir la expedición de facturas de empresas fantasmas? ¿Cómo hace la Cámara de Diputados la revisión y aprobación de la cuenta pública? ¿Qué hace la PGR sobre las inconsistencias con las declaraciones patrimoniales que no coinciden con los ingresos de los servidores públicos? En fin, el deterioro está hecho, el aparato de Estado tiene severos daños de forma, pero sobre todo de fondo, es decir, la base estructural de las instituciones del Estado está dañada.

Sin ingenuidad, habrá que pensar sobre dos temas: el primero: hace unos días se informó a través de la prensa escrita, que no ha sido procesado algún huachicolero –cero detenidos en 2017- y el robo de combustible está a la alza. Guanajuato ya ocupa primer lugar del número de tomas clandestinas en los ductos de PEMEX –con la complicidad de la empresa-, y coincidentemente fue reelecto por cuarta ocasión, el ahora senador por representación proporcional, el priista Carlos Romero Deschamps, al frente del sindicato de trabajadores de la paraestatal hasta el 2024, con lo que acumulará 31 años al frente del sindicato cuando termine su nuevo periodo, mismo que inicio después de que fuera apresado “La Quina” en los años 90. Si se tratara de combatir el crimen organizado en serio, no podríamos aceptar que la policía fiscal del SAT sólo ha podido incautar el 1% del dinero que se mueve en mundo del comercio ilegal y de las redes del delito que extorsionan, secuestran, trafican con personas y cobran derecho de piso, entre otros delitos que controlan. Cada vez va quedando de forma evidente que la colusión ha hecho de las suyas, y que una buena parte del aparato del Estado encargado de la protección, seguridad y prevención del delito, trabaja para quien le paga más.

El segundo tema: la latente intención del gobernador panista en Guanajuato, de querer imponer como Fiscal del Estado a Carlos Zamarripa, se alinea a este juego del poder, y no se reconoce el “desgaste” natural que tiene la función de Procurador de Justicia, en la cual lleva ocho años, y que de nombrarlo serían 9 años más al frente de una de las instituciones más importantes del gobierno, y que por cierto no ha dado resultados anunciados en materia de seguridad y procuración de justicia, y que en los hechos sido rebasada en todos los órdenes. En esta coyuntura electoral, el PAN en Guanajuato podría dar un ejemplo de gobierno, y una señal clara de que no van a permitir que la impunidad impere, que la inseguridad siga creciendo y que el miedo se apodere de la vida cotidiana de os guanajuatenses. De sostenerse su nombramiento, sería evidencia más de las perversiones que el poder genera. Ya se quiere ampliar el periodo de reserva de la información del Programa Escudo.

Ya no podemos seguir viviendo en la ingenuidad. La ciudadanía debemos exigir mejores gobiernos. La situación nacional y estatal es grave. El no atender lo que pasa y las necesidades sociales y reales de las personas nos llevará a más pena y dolor, a más muerte, a más abuso del poder. Las elecciones, con los ahora procesos de reelección de alcaldías y diputados locales y federales, deberá ser también un nuevo espacio de acción política de la ciudadanía, para evaluar los resultados de su desempeño, pero lo cierto es que no podemos creer que con sólo votar, las cosas van a mejorar. Debemos ejercer nuestros derechos políticos y ciudadanos sin ingenuidad.