sábado. 20.04.2024
El Tiempo

Desde el tiempo y la distancia • Arturo Mora Alva

“Llega la necesidad de pensar lo que se ha experimentado y ponerle palabras…”

Desde el tiempo y la distancia • Arturo Mora Alva

Cada amigo representa un mundo en nosotros, un mundo que posiblemente no nace hasta que ellos llegan, y es sólo en este encuentro que un nuevo mundo puede surgir.
        
Anaïs Nin

El pasado es valioso porque las emociones nunca se comprenden en su momento.
 
Virginia Woolf

Apresurémonos en sucumbir a la tentación
antes de que se aleje.
 
Epicuro
 

Sólo con el tiempo y la distancia uno puede reconocer lo vivido, sin la ingenuidad y la ceguera propia. El tiempo transcurre con la inexorable lontananza y cadencia de eso que fue, de lo que pasó, con las emociones como vorágine a flor de piel que lleva al delirio y que hace que la razón sea puesta en otro sitio.

Llega la necesidad de pensar lo que se ha experimentado y ponerle palabras, en ese diálogo interior y para después darle voz y escucharnos a nosotros mismos hacer el paseo por los recuerdos, que por intensos se hacen difusos y confusos por tanto sentir y que, sin embargo, encuentran veredas, caminos a veces llanos, las más de las veces sinuosos y otras veces llenos de malezas, de arbustos fuertes y densos que nos dificultan el paso o nos lo prohíben. Terquedad de viajero que se empeña en recorrer lo inédito esperando encontrar eso que se difumina como deseo y transgrede nuestra estirpe y nuestra propia historia. La distancia se hace presente y nos pone una nueva travesía que reclama la conciencia y el compromiso.

La vida en estos tiempos se duplicó para la mayoría de las personas, y las reglas que estuvieron vigentes se han ido desplazando por nuevas prácticas culturales. Pasamos muy rápido del deber ser al querer ser, nuevo paradigma que ha venido a trastocar todo, un mundo donde ser feliz a toda costa y todo el tiempo es un imperativo, que ha sido a la vez explotado por la sociedad de consumo. La inmediatez y la adrenalina se apoderan de las personas, y la vacuidad es el nuevo el nuevo destino que acorta distancias y lo efímero se apodera de las relaciones humanas. Los vínculos tienen de inicio obsolescencia programada.

Las preguntas existenciales se evaden entre la negación y la resistencia a buscar contestarlas y tener una respuesta en eso que le da sentido a la vida.

Con mercadólogos y líderes del éxito emprendedor, entre influencers y opinólogos  que se dicen expertos en las emociones, que se presentan como los nuevos gurús en la sociedad del vacío, en la que promueven sus enseñanzas por medio de curso cortos y mágicos, a través de manuales de recetas sentimentales y de tips psicológicos para evitar cualquier dolor, sufrimiento o mala suerte,  o bien, con libros de autoayuda - en formato de audiolibro- para evitar el esfuerzo de leer, cargados de consejos milagrosos que auguran solamente la felicidad inmediata y la buena fortuna. Las preguntas y las respuestas por la existencia dejan de ser una preocupación y la nueva ocupación es leer, escuchar, seguir a quienes les dicen qué deben hacer, cómo y cuándo, eso sí, pagando por las supuestas llaves de la felicidad.

Oía hace poco a alguien decir que no se perdía leer el horóscopo de su signo zodiacal cada inicio de semana, porque era el único lugar tenía trabajo, resolvía sus angustias de dinero, sabía los números con los cuales obtendría premios, tenia novia, pareja o hasta esposa, y gozaba de buena salud.

Los tiempos que corren son de una velocidad inaudita y de un placer exacerbado. Es la sociedad del rendimiento, de más sabor en la comida, del aroma más intenso y seductor, de lo más rápido, de las vitaminas, de las bebidas energizantes, del viagra rosa y azul, pero es el tiempo también de querer de todo, de que sea fácil y rápido, sin esfuerzo, sin dolor, sin sufrimiento alguno, lleno de alegría sin compromisos, de adrenalina extrema, de dopamina que se inyecta en cada like en las redes sociales. Se trata de negar los sentimientos profundos y de ubicarlos fuera uno mismo y de perder la dignidad. Son momentos de un pragmatismo por el placer, como única satisfacción y donde la razón sucumbe al deseo sin filtros y sin propósitos, desde el hedonismo hecho mercancía.

Tal vez, si lo pensamos un poco, son tiempos para ser rebeldes. Ahí tendríamos una oportunidad para recuperar buena parte de la condición humana, de ejercer la libertad y vivir plena e intensamente. Son tiempo de lucha en los que podemos sacudirnos la opresión, esa que el mercado ha logrado instalar en nosotros, la de la autoexplotación —que es el mayor logro del capitalismo, ha escrito Byung -Chul Han–. Doris Lessing, premio Nobel de Literatura, nos dice un desde la poesía qué es ser esto de ser rebelde:

Ser rebelde lleva la vida entera,
borrarte los privilegios de la piel,
inscribirte en la soledad del desacuerdo,
dejar atrás a los usurpadores....
No hay premio a una rebelde
más allá de poder regar sus flores en el tiempo que apropia,
salir a dar de comer a las aves una mañana donde el capital devora,
sonreír con los dientes maltrechos ante la desventura del desayuno,
ser indigente en la casa que nadie sueña.
Las rebeldes saben de qué están hechos los premios,
rechazan los mendrugos que lanza la mano del opresor.
Una rebelde tiene como único premio la vida, porque de ella nadie se apropia,
en ella nadie la usurpa,
porque es la única tierra propia de cada rincón donde duerme.
Su rebeldía alcanza siempre a cobijar el desánimo del progreso
y si de paso una rebelde tiene la alegría en soledad, ha vencido al mundo.

Tiempo y distancia es lo que nos permitirá saber si fuimos capaces de recuperar el sentido de la vida, con la esencia y el espíritu de hombres y mujeres libres con conciencia de sí y de los otros.