Tres escenarios y el covid-19

“Carl Sagan escribió: «la vida del planeta inició sin el hombre y terminará sin él»; el reto es saber cuánto tiempo tenemos, y si nos alcanzará…”

Tres escenarios y el covid-19


Se está gestando un hastío sobre la pandemia, que no ayuda a nadie. Las fake news siguen al alza y todo se politiza, y cualquier comunicación del sector salud se banaliza en un juego de discursos que muestra cómo hemos interiorizado desde el lenguaje y sus expresiones ese México contradictorio, injusto, con solidaridad selectiva, con pocos recursos para la convivencia sana y con un machismo vigente que se vive y padece en las casas. El quedarnos en casa, pareciera un ejercicio de sufrimiento y castigo social, no una oportunidad para la comunicación, ni una acción social para contrarrestar una nueva enfermedad, ni para aprender a estar juntos y para poder interactuar de otras formas más humanas, al menos de una forma idealizada.

La realidad se instala como contexto. La pandemia aderezada de miedo natural a enfermarnos, nos muestra que no importa la información científica que tengamos lo importante es retar al destino y al covid-19 y con ello, contradictoriamente, caer en las trampas que el pánico genera, lo que es una conducta irracional ante la falta de credibilidad hacia los lideres o las instituciones, y ahí nos movemos y jugamos a la mexicana, entre el miedo que nos lleva a lavarnos las manos, mantener la sana distancia y quedarnos en casa, o hacer como si nada estuviera pasando.

La cuarentena tiene muchas aristas desde lo social, y muestra en lo global cómo las brechas entre países pobres y ricos son una variable real que condiciona las acciones para atender el problema de salud de la pandemia —que, dicho sea de paso, ha servido para que se creen nuevas condiciones desde lo económico en la globalización y la geopolítica-. Habrá que ver las consecuencias de la pandemia en las naciones pobres, en África especialmente, pero también en Centroamérica y el Caribe, y en las zonas donde viven las personas más pobres, que coincidentemente esdonde residen los pueblos indígenas del mundo.

El tema del trabajo es una variable real. en México poco más de 16 millones de personas viven en la economía informal, con 34.1 millones de familias, y cerca del 30% son comandadas por una jefa de familia. En un país donde no hay programas de seguridad social asociadas al empleo ni se cuenta con un seguro del desempleo abierto, esto hace que la necesidad de salir a trabajar desmonte cualquier recomendación de quedarse en casa durante varias semanas. 

Hemos vendido la idea de un país maquilador. Las armadoras y el gran capital lo aprovechan lo saben. La necesidad de parar ahora no es por cuestiones de salud, sino por el fenómeno de recesión de la economía ante las medidas tomadas por las potencias capitalistas, que ahora sí quieren actuar como Estados de bienestar, con una gran intervención del Estado en la economía. Veamos las reacciones de Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, Australia y Canadá:pareciera que el miedo a la pandemia regula y cambia las reglas de operación del modelo de producción y de acumulación, mientras que China se dio a la tarea de comprar las acciones de empresas que depreciaron su valor en las “bolsas” del mundo. 

Por otra parte, el 26 de marzo por la noche, en la conferencia nocturna de la Secretaria de Salud, quedó en claro el juego que hacen los medios de comunicación, y la gran tarea que se debe desmotar como sociedad, ante el problema del género y la violencia contra las mujeres: Leslie Serna escribió en su muro de FB: 

La conferencia nocturna de ayer fue inédita. Trató del tema de la carga y desgaste que significan para las mujeres las tareas de cuidados, se habló de violencia doméstica y salud mental. Y de la relación de todo esto con el covid- 19. Hablaron mujeres especialistas de primer nivel. El Subsecretario López- Gatell se sentó respetuoso atrás y dejó que ellas llevaran la reunión. Cuando habló, reconoció que la violencia es un tema de salud pública. La prensa prácticamente las ignoró y volvió a las preguntas de siempre. En los comentarios en vivo, toda clase de expresiones misóginas. Qué bajón... cuando todo pase, hay que retomar el 8-9M donde nos habíamos quedado.

Las notas y comentarios que han aparecido en la prensa, incluida la de Héctor de Mauleón, muestran con profunda tristeza que el machismo podrá matar a más mujeres que el corona virus. O la nota de Verónica Espinosa sobre la violencia familiar. Nos falta en verdad mucho para tener una sociedad sana, humana y con dignidad y respeto profundo para la vida y libertad de las personas, y se muestra la falta de un Estado y un gobierno que hagan valer con todas sus consecuencias el Estado de Derecho.

Respecto a la educación, el problema del covid-19 está marcando una nueva diferenciación social: los que tienen condiciones y acceso a las tecnologías, y quienes no. Se olvida que el acceso a internet cuesta,y no es nada barato el poder tener una conexión en casa. Si bien los smartphones vienen con algún plan de datos, eso cuesta también, y se crea de manera forzada un gasto en las familias. Qué bueno que muchos museos, editoriales y plataformas streaming abren sus servicios de forma gratuitan, pero ¿quién puede soportar el consumo de datos de manera individual de cada integrante en la familia, y no digamos el incremento del consumo de energía eléctrica doméstica? Los costos apenas empiezan a verse, y habrá que ver quién se hará más rico explotando las necesidades de estar en cuarentena. 

Muchas instituciones dan por hecho, que con estudiar en línea se resuelve el problema del ciclo escolar. Por ahora la educación es todo un reto. Mario Mendoza escribió esta reflexión respecto a los profesores y la nueva dinámica en la que se entró con el covid-19:

No habrá aplausos para los profesores, o los habrá tarde, desperdigados, poco intensos, y siguiendo las instrucciones del manual de reparación de lo políticamente correcto. 

Yo aplaudo a los sanitarios (autoridades de salud). Pero muy pocos aplaudirán, si es que lo hacen, a los enseñantes, a los que además de insultar una y otra vez, pocos apoyan. De un día para otro, los docentes, sin ninguna ayuda, han tenido la capacidad divina de crear de la nada, y en esa suerte de creatio ex nihilo, de la que hasta ahora Dios tenía la exclusiva, y han montado todo un sistema de educación a distancia, para seguir prestando sus servicios desde casa.

¿Materiales? Su ordenador particular, privado y personal y su internet, pagado de su bolsillo. ¿Espacios? El salón de su casa, que vuelve pública la intimidad de su hogar. ¿Derechos de autor? Cedidos: imagen, textos, tareas... ¿Formación? La propia, investigando contrarreloj. ¿Apoyo de las consejerías? Anecdótico. ¿Vigilancia? Toda. ¿Exigencias? Absolutas. La escuela en el salón de casa no termina nunca. ¿Un millón de correos por atender? ¿A quién le importa? Para eso cobran. Pero nadie les aplaudirá, casi nadie dará las gracias, y pocos reconocerán su labor. De hecho, habrá padres y madres que se quejarán porque reciben casi a diario notificaciones sobre el progreso —o no- de sus hijos, o porque tienen que echarles una mano con sus deberes.

Los profesores están trabajando; de hecho, han multiplicado por mucho sus horas de trabajo, pues ahora aclaran las dudas uno a uno, corrigen y evalúan las tareas una a una. Yo aplaudo a los docentes, y no sólo a ellos: también a otros muchos que en estos días de crisis se exponen para prestarnos todo tipo de servicios. Pero aquí, ahora, hablo de educación. Yo aplaudo a los docentes con todas mis fuerzas, pero más que aplausos, necesitan (necesitamos) devolver la educación al lugar que le corresponde.

Tres escenarios para pensar, analizar y revisar de forma urgente e integral: el trabajo; el género y la violencia; y la educación. Tres pistas para una agenda social que se suman a las invitaciones que hacen analistas, filósofos, sociólogos, artistas, educadores yescritores, de que algo bueno y nuevo deberá surgir de la crisis económica actual y de la pandemia. Si no sucede algo de fondo —estructural-, político y social; económico y cultural–, de nada habrá servido la experiencia de sabernos social y económicamente interdependientes y vulnerables; y mucho menos saber que somos una especie más en el conjunto de la naturaleza, y que se requiere de acciones urgentes para equilibrar y corregir el modelo de explotación de los recursos naturales. Carl Sagan escribió: «la vida del planeta inició sin el hombre y terminará sin él»; el reto es saber cuánto tiempo tenemos, y si nos alcanzará.