sábado. 20.04.2024
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12/05/13

“Gracias” para cambiar el curso de lo vivido

“Gracias” para cambiar el curso de lo vivido

Para continuar con la mirada centrada en lo que puede hacerse para cambiar el curso de lo que estamos viviendo, se vuelve indispensable hablar del agradecimiento. Se trata de un acto de profunda interioridad a través del cual se consigue poner en marcha los buenos oficios de la compensación. Decir sentidamente “Gracias” a alguien  cuando no se tiene otro modo de retribuir lo recibido, es una manera de equiparar lo que estableció diferencias.

Tal podría ocurrir por ejemplo con un hijo que termina sus estudios y, al estar en desventaja económica, agradece desde lo profundo de sí el regalo que le fue dado. Es cierto que es un deber natural de un padre, sin embargo el hijo siente el compromiso y se ve obligado a compensar al progenitor. Para su fortuna, ese agradecimiento lo lleva también a ejercer su profesión de tal forma que así, con su diligencia y dedicación, hace crecer lo dado por el padre para el beneficio de muchos, digamos que para provecho de la vida.

Otro caso nos lleva a mirar los asuntos de la pareja. Cuando en ésta se da la ruptura, la mejor manera de consumar la separación es el agradecimiento expresado desde lo más hondo del ser, el agradecimiento porque haya sido como haya sido esa relación enriqueció a las personas, y la pareja lo llevó a uno a límites insospechados. De esta manera, cuando uno contrae un compromiso conyugal deja para siempre la juventud, y adquiere una condición mayor. Más aún si se han procreado hijos, los miembros de la pareja devinieron esposa y esposo, se convirtieron en padres, quedaron por tanto vinculados para siempre a través de un hijo que será entregado a la vida. Por tanto, es cósmica la experiencia, en cuyo caso el agradecimiento, antes o después de las negociaciones correspondientes, puede facilitar la realización del proceso. Estas “Gracias” son de un calado especial pues llevaron a la persona a ser completamente diferente, a encarar la experiencia de la plenitud y a introducirse en el cumplimiento de una responsabilidad para toda la vida.

Por consecuencia, no hay que retener ese agradecimiento aunque el enojo, la furia, la tristeza parezcan cubrirlo todo. Hacerlo así posibilita que, en el caso de que hubiese una siguiente relación amorosa, el corazón de las personas no esté lastrado por viejos pendientes y pueda consagrarse a lo que sigue. Además de que la nueva pareja queda también libre del empeño de representar la injusticia o los sentimientos de la pareja anulada sin contemplaciones.

Laboralmente, es igual de valioso agradecer o experimentado, pues posibilita conseguir un nuevo empleo, además de que promueve la sensación de paz y permite sentirse en plenitud. Lo generalizado es que haya enojo al salir de un empleo, porque se recibió maltrato, porque la persona fue cesada acaso injustamente, porque perdió su tiempo en algo desagradable, y por muchas otras razones. Del modo que haya ocurrido, es decisivo reconocer cómo se renovó la propia vida, las habilidades, facultades y talentos que uno sacó a relucir, los afanes consagrados al desempeño del trabajo, las buenas y las malas relaciones, todo. Cuando una persona deja un sitio en una empresa, una institución, una oficina, ya nada es lo mismo, ni nadie. Todo y todos han cambiado: se tiene más edad, cuenta ya lo que uno aportó, en el currículum hay una estación que antes no estaba. Para decirlo con pocas palabras: uno le debe a su empleo la vida que sigue. Y hacer falta reconocerlo y decírselo, así sea en voz baja y con incredulidad. Hay que mirar al empleo a los ojos y agradecerle la oportunidad brindada, lo conquistado para uno y para la familia, el sustento recibido.

Lo que es necesario no escatimar nunca es el agradecimiento: a las personas, a los hechos, a los sitios, a las frases pronunciadas: todo hace que ocurra algo con lo cual se enriquece y hasta cambia nuestra vida. Por ello se le agradece: porque solamente los hechos vividos han impulsado el ser que somos; lo no vivido, tiene poco poder visible en nuestras vidas. De esta forma, volvemos a mirar lo terrestre, los asuntos de la Tierra, que son los únicos que nos guían, y fortalecen, y preservan. Como gente que vive a ras de tierra, lo que nos compete es agradecer, mirando a los ojos a quienes se lo expresamos; sin dudas, sin adversaciones, sin superficialidades: desde lo profundo, miramos cuánto hemos ganado y actuamos en consecuencia. Agradecidos nos disponemos a dar el siguiente paso (no importa si nadie nos agradece algo a nosotros), confiados, ciertos de que hemos hecho lo que tocaba.