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18/04/13

¿Quiere una curita mi niño?

¿Quiere una curita mi niño?

¿Qué tiene que ver un accidente de tránsito en la ciudad de León, en el año 2013 con las guerras de unificación en Italia en el siglo XIX?  Pues a simple vista no parece haber una relación, a menos que los involucrados en el accidente sean un Ferrari italiano que circulando a gran velocidad embiste a un Fiat…

Pero hay algo más. Durante las guerras y conflictos que se dieron en el siglo XIX en la lucha de los italianos por constituirse como nación, ocurrió la famosa Batalla de Solferino (1859) en la que los italianos, ayudados por los franceses, se enfrentaron a los austriacos que mantenían el control sobre vastas zonas del norte de Italia. Al terminar la batalla, en las campiñas de esta población quedaron esparcidos miles de heridos que ninguno de los dos bandos estaba dispuesto a atender. Abandonados a su suerte, lo más probable es que poco a poco fueran sumándose a los otros miles de cadáveres que también salpicaban ese lúgubre paraje.

Ahí estaba un Suizo, Henry Dunant. Muchas personas pueden ver una desgracia así y conmoverse al grado del llanto paralizante; pero algunos son capaces de pasar del aturdimiento a la acción. Este ciudadano helvético escribe su reflexiones y diseña y funda después lo que se convertirá en la Cruz Roja o la Luna Roja Internacional. Se trataba de un cuerpo de voluntarios que se dedicarían a socorrer a las víctimas de las conflagraciones de manera neutral.  Con el paso del tiempo, la Cruz Roja fue ampliando su presencia en el mundo y diversificando también sus actividades. Además de la ayuda humanitaria durante los conflictos, prestan servicios de intermediación para rescatar a personas en zonas de conflicto, intervienen en casos de desastres naturales, realizan campañas educativas para prevenir enfermedades y de formación en valores como la tolerancia y el respeto a la diversidad y muchas cosas más.

En México la Cruz Roja se ha dedicado tradicionalmente – además de todo lo anterior –  a la atención de las personas en casos de accidentes de tránsito o en el hogar. En los países desarrollados el servicio de primeros auxilios y ambulancias dentro de las calles y carreteras es un servicio que está garantizado por el Estado, pero como pasa en muchos rubros, cuando organizaciones de la sociedad civil han tomado el asunto en sus manos, en México el Estado ha soltado conchudamente el asunto para que lo atienda la Cruz Roja Mexicana, sin asumir, ni remotamente, los costos de su operación. Durante tantos años que pagamos la tenencia, se podría haber dedicado este ingreso a construir una red de emergencia para atender esta necesidad que generamos los automovilistas.

Ha estado tan presente la Cruz Roja, que la mayor parte de los ciudadanos cree que es un servicio subsidiado por el gobierno. En León, según me informan, el municipio había dado, hasta la administración anterior, 100 mil pesos anuales. Parece ser que en esta administración reducirán la cuota, pero no se sabe, porque no han dado nada hasta ahora.  Eso sí, es frecuente escuchar las quejas de usuarios: “Es que ya ni la chiflan, se tardaron un chorro en llegar, y luego cuando ves las condiciones en las que trabajan… apenas tienen material de curación…”  Pero cuando uno pregunta cuánto ha donado el crítico ciudadano a la institución, lo más seguro es que no pase de 5 o 10 pesos que le lograron arrancar en una esquina.

Los adultos seguimos siendo a veces como niños chiquitos que nos sentimos con derecho a todo sin necesidad de comprometernos con nada. Tenemos derecho a la Cruz Roja pero no estamos dispuestos a hacer algo por mantenerla. Sería muy interesante que un día esta institución decidiera cerrar sus puertas, o dedicarse a los fines originales para los que fue creada; que decidiera atender sólo casos de guerra o desastres, pero dejara de circular por nuestras carreteras. ¿Qué haríamos? Sin lugar a dudas tendríamos que generar un servicio alternativo, fuera como institución pública (vía impuestos) o como otra OSC. Pero es una necesidad que no puede estar desatendida. ¿Cómo puedo ayudar? Desde luego, que lo primero es donar. Si ya no pagas tenencia, que era un impuesto especial a los que hacemos un uso más intensivo de los servicios viales, porqué no dedicas al menos el 50% de lo que pagabas de tenencia para la Cruz Roja? La otra es participar directamente, en tareas de voluntariado. Escribí este artículo un poco motivado por una plática que tuve con Otilia Pont, que está trabajando en la reconstrucción de un consejo local de la Cruz Roja y en la búsqueda de apoyos; hay una buena coyuntura para integrase al trabajo.

Podemos seguir siendo como niños chicos jugando a nuestros cochecitos, esperando que alguien venga a ponernos una curita y darnos una paleta cuando choquemos, o asumir que la responsabilidad sobre lo que sucede y no sucede en nuestro entorno es nuestra. Por su parte, la Cruz Roja, fundada por Dunant en el siglo XIX, asistiría sin duda a atender a los heridos en el accidente del Ferrari y el Fiat, aunque sus conductores hayan pasado de largo sin ver a los socorristas que pedían dinero en el crucero.