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16/06/13

A propósito del día del padre

A propósito del día del padre

Con sus enormes ojos cafés, profundos, ojerosos, una voz suave pero modulada, mi padre siempre ha sido la persona más importante y a quien más he admirado durante mi vida. Es difícil describirlo, pero sí hay unos cuantos adjetivos que exactos para él: coherente, feliz, trabajador, responsable y, sobre todo, apasionado por la vida.

Don Pancho, como lo llaman, es un hombre sereno que gusta de dar largas caminatas y sigue levantándose a trabajar a sus 77 años. Camina erguido y silba melodías mientras recorre las calles de su ciudad, aunque en su imaginación recorre las calles de muchas otras, ya que conoce a través de los mapas, el cine y los libros.

Son muchas cosas las que debo agradecerle a mi padre, pero son las pequeñas las que me cautivan. Una de ellas es su rechazo a la violencia. Mi padre nunca nos golpeó ni resolvió nada a gritos. Cuando cometíamos errores, siempre optó por platicar con nosotros. Cuando la presión de mi madre aumentaba y ella, quien sí cree en el poder correctivo y pedagógico de la chancla, consideraba que nuestra falta había sido grave, le exigía que nos corrigiera, entonces él nos pasaba a una habitación y cerraba la puerta, golpeaba el colchón y nosotros gritábamos. Pasado el raro salíamos con lágrimas en los ojos… debido a la risa provocada por la situación. Pero antes platicaba con nosotros y nos hacía hacer un compromiso, y a él era muy difícil fallarle. Pocas veces lo vi exaltarse y perder la compostura.

Pero su aceptación de la condición humana es lo que le da  un toque especial. No es propenso a juzgar a las personas por sus errore. Los niños lo quieren mucho, ya que siempre parte de la idea que los hijos deben ser educados y en ocasiones sus errores obedecen a que desconocen las reglas sociales y de comportamiento, y advertidos de que su conducta es errónea; no de que hicieron mal.

Cada vez que he cometido errores es la primera persona a quien acudo y suele escucharme. Él siempre propone que analicemos lo ocurrido, asumamos nuestra responsabilidad y vivamos sin culpas, porque eso a nadie beneficia, y luego comparte un anécdota de su vida, para que veamos que los errores los cometemos todos. Cuando decidí casarme a los 22 me llevó a remar y nos subimos a una lanchita, pero apenas iniciado el recorrido, dejó de remar y me dejó sola con la pesada tarea y sólo daba instrucciones cuando estaba en aprietos, pero no usaba el remo, y platicaba como si no se diera cuenta de mi esfuerzo. Cuando salimos del agua, me preguntó si me había cansado remar. Le respondí que sí, que demasiado. Entonces anotó que un matrimonio es como una lanchita a la que todos los días le entra agua, y si no trabajan y reman los dos, se hunde y uno termina agotado y molesto. Entonces postergué ocho años mi plan de casarme, pues entendí que aún no estaba dispuesta a remar así.

Fue uno de mis mejores maestros cuando llegaba de su trabajo, casi al anochecer. Nos hacía sacar los libros y nos cuestionaba sobre  diversos temas. Con él siempre terminábamos los libros y estudiábamos con empeño para enfrentar sus preguntas, mucho más que las del profesor. Él ostiene que la vida es un examen diario, para el cual debes estar preparado todos los días y en todo momento, así que en cualquier momento nos asaltaba con preguntas. De él aprendí a estudiar todos los días y para mí; no para la fecha.

Aunque ya se encuentra en la tercera edad, siempre está iniciando nuevos proyectos. Hace tiempo fue la política, jardinería, durante otro la carpintería, fotografía y la narrativa ha sido constantes en su vida. Con él no aplica la nostalgia; para él su tiempo es el de ahora. Nunca lo veo añorando la juventud. Afirma que cada etapa de la vida es hermosa y es ocioso anclarse en el recuerdo, aunque es un maravilloso narrador de las aventuras que vivió en la sierra y en el mar cuando era pequeño. Una de sus favoritas habla de cuando su madre atrapó un lagarto que entró a la granja, lo amarró de un árbol y después no supieron que hacer con él, así que salía a verlo durante horas y se debatía entre el dolor de verlo amarrado y sufriendo y el miedo de soltarlo y ser atacado.

Le gustan los juegos de azar, las loterías, cree en la suerte pero dice que hay que jugársela. Recientemente se fue de viaje a recibir un premio de un concurso de cuento, llegó feliz y muestra sus regalos y platica de su viaje con mucha emoción, nos habla de lo que comió. No le gustan las fechas comerciales, como el día del padre o de la madre. Prefiere que comamos cualquier día, menos cuando la sociedad lo ordena, así que hoy estas líneas son para el ángel que ha suavizado mis golpes en la vida, la persona a quien sin temor puedo acudir en busca de luz. Un abrazo para todos los hombres responsables que han llevado la paternidad con dignidad y amor.