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19/05/13

Antanas Mockus: los tres regalos que no hemos sabido aprovechar

"Valdría también la pena que, si lo traemos otra vez a la ciudad, no sea para escuchar la misma presentación que carga, sino para armar con él un equipo multidisciplinario que diseñe la solución a un problema local, usando su metodología vanguardista."

Antanas Mockus: los tres regalos que no hemos sabido aprovechar

Ésta es la tercera vez que Antanas Mockus visita León. Las tres veces ha hablado, sin grandes diferencias, del programa con el que redujo significativamente la violencia en Bogotá, siendo alcalde mayor, de 1995 a 1998 y del 2001 al 2004: Cultura Ciudadana.

Inspirado, entre otras, por la teoría de la acción comunicativa del sociólogo alemán Jürgen Habermas, Mockus logró no sólo la reducción en los índices de inseguridad y actos violentos en su ciudad. Instauró un modelo de seguridad basado en la comunicación: el fomento de una cultura ciudadana de convivencia pacífica, de alta participación. El impacto de esta transformación ha alcanzado hoy niveles insospechados, en otras muchas otras dimensiones del acto de gobierno y del papel ciudadano: desarrollo social, obra pública, transparencia, recaudación de impuestos, investigación académica.

Con la comunicación como herramienta principal, llevó a la práctica el planteamiento de que existe un divorcio de uso entre los tres elementos reguladores del comportamiento humano: la ley, la cultura o costumbre social y la moral individual; de que esas discrepancias pueden ser superadas si el gobierno otorga prioridad a la promoción de la cultura ciudadana, que define como “un conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas compartidas que generan sentido de pertenencia, facilitan la convivencia urbana y conducen al respeto del patrimonio común y al reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos”.

Cultura Ciudadana, como eje central de los dos planes de desarrollo de la gestión de Mockus, orientó todos los actos de gobierno que pudo, para establecer condiciones que garantizaran –paso a paso- que los comportamientos culturalmente aceptados se acercaran a lo legalmente permitido.

En el proceso, puso en operación estrategias que permitieron a los propios ciudadanos regular comportamientos sin necesidad de la intervención de la autoridad. Pero no sólo eso; atendió de manera transversal y permanente, con pedagogía social aplicada, el estímulo para favorecer la apropiación cultural, tanto de las normas como de las sanciones, devolviendo legitimidad a los actos de la autoridad.

Cultura Ciudadana cumplió sus objetivos fundamentales: aumentó la proporción de la población que acepta y cumple las normas que regulan la convivencia ciudadana; aumentó la proporción de la población que, al menos en algunos contextos, ayuda a través de medios pacíficos a lograr el cumplimiento de las normas; potenció la capacidad de los ciudadanos para concertar fines comunes y dirimir conflictos en el marco de una imagen compartida de ciudad; enriqueció las formas de expresión, de comunicación y de interpretación de los habitantes, a través del carácter recreativo y formativo del arte, la recreación y el deporte.

Pero para entender a Mockus no basta con escucharlo. Primero, porque es una inteligencia que no cabe en el cuerpo que la contiene y, segundo, porque da por hecho que compartimos sus conceptos amplísimos de cultura, autorregulación, transversalidad, pedagogía.

A Mockus se le conoce porque enseñó el trasero frente a una multitud encrispada de estudiantes, porque se casó en un circo arriba de un elefante, porque se disfrazó de superhéroe y cantó un rap frente a las cámaras, porque sustituyó a los agentes de tránsito por mimos.

Pero también debíamos conocerlo porque aumentó diez veces el presupuesto del Instituto de Cultura de Bogotá, generó estrategias que permitieron que los ciudadanos regularan sus comportamientos sin la intervención de la autoridad, formó un equipo de colaboradores de primer nivel que aterrizaron técnica y profesionalmente sus ideas, creó un sistema de medición de indicadores que marca el rumbo a muchos gobiernos locales colombianos el día de hoy, animó a las universidades a estudiar la Ciudad en maestrías y doctorados, legitimó los actos de gobierno a tal grado que muchos ciudadanos contribuyen hoy mismo con “impuestos voluntarios” para construir ciclovías y otras infraestructuras sociales, logró la participación social organizada con capacitación, donde unas comunidades enseñan buenas prácticas a otras.

En el México de hoy, que comparte con la Bogotá de los noventas el imaginario poderoso del narcotráfico, la inseguridad, la pérdida de respeto a la vida, vale la pena estudiar lo que hicieron Antanas Mockus y sus equipos en aquellos años y generar programas profesionales profundos, basados en nuestros imaginarios, símbolos y códigos locales. Valdría también la pena que, si lo traemos otra vez a la ciudad, no sea para escuchar la misma presentación que carga, sino para armar con él un equipo multidisciplinario que diseñe la solución a un problema local, usando su metodología vanguardista.

Queda aquí una invitación abierta a leerlo y reflexionar, juntos, todos, nuestro papel en esto, como buenos anfibios culturales. Aquí está Anfibios culturales: divorcio entre ley, moral y cultura. Puedo compartir también de él Civismo contra cinismo, los planes de desarrollo de su dos gobiernos, sus textos y algunos documentos de análisis profundo a sus proyectos e ideas.

Sólo escríbanme al mail [email protected] o al Twitter @moisestort.