sábado. 20.04.2024
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11/03/13

Después del 8 de Marzo

Pasada la euforia y frivolidad con las cuales las mujeres mexicanas han decidido conmemorar el Día Internacional de la Mujer, rompo el silencio auto-impuesto para manifestar mi sentir. Con flores, chocolates, mensajes melosos, un enorme sector femenino mexicano decidió “celebrar” un día que se conmemora.
Después del 8 de Marzo

Pasada la euforia y frivolidad con las cuales las mujeres mexicanas han decidido conmemorar el Día Internacional de la Mujer, rompo el silencio auto-impuesto para manifestar mi sentir.

Con flores, chocolates, mensajes melosos, un enorme sector femenino mexicano decidió “celebrar” un día que se conmemora. Al término de la jornada, me entero que en otros rumbos del planeta las mujeres decidieron hacer énfasis en lo que nos falta por avanzar. En algunos lugares señalaron las violaciones matrimoniales, los matrimonios infantiles, los feminicidios, la mutilación sexual, las desigualdades laborales y la poca representación en la vida política, por mencionar algunos aspectos.

 Me pregunto: ¿las mujeres mexicanas celebran porque han llegado al estatus de igualdad? Lamentablemente confunden la fecha con un homenaje a su femineidad. Se congratularon por ser madres, lindas, cariñosas etc. ¿Acaso no siempre han sido valoradas por eso? A menos que yo me haya criado en un país alterno, en México siempre se nos han valorado tales atributos, pero la lucha debería ser por la igualdad en los planos sociales y políticos.

Si son tan felices, ¿por qué razón veo tantas caras llenas de frustración en las calles?  Hablemos libremente. Con la incursión de las mujeres en la vida productiva, las mujeres se encuentran agotadas y llenas de culpa, son más señaladas que nunca y en la búsqueda de la aprobación han decidido hacer más en cualquier rumbo, menos en el de cambiar el orden establecido. Y como dice la cultura popular, para muestra basta un botón; hablemos de Sandra, (a quien ustedes conocen, pero tal vez con otro nombre). Sandra asistió a la universidad, obtuvo un título y se incorporó a la vida laboral, un día se casó y tuvo hijos. Desde entonces trata de dar su mayor esfuerzo en el trabajo, pero sin descuidar a los hijos. Sale de casa todos los días con el corazón estrujado, porque no puede estar en la puerta del colegio hasta que su crío entre al salón de clases; tampoco puede ser testigo de su salida, cargarle la mochila y sentarse toda la tarde a ver cómo hace él sus tareas. No le es posible escuchar todos los días de boca de la maestra los avances de su hijo, y por eso asume que deberá soportar y aceptar los reclamos de la docente, que en cada junta la acusa a ella y a otras madres- trabajadoras, por abandonar a los hijos. Sale del trabajo corriendo a preparar comida, arreglar la casa, supervisar a sus retoños, cuidar a los padres, a los suegros. ¿Y su marido? ¡Muy bien , gracias! Él es un gran hombre, le da permiso de ir a trabajar pero es como otro hijo, al que lava la ropa, prepara la comida y además le cuida a los pequeños, con un enorme sentimiento de agradecimiento porque nunca la ha golpeado.

Su marido, su madre, sus amigas, siempre le reprenden porque le falta convivencia con los hijos. Le recuerdan que se está poniendo vieja, que no debe engordar, que no es buena cocinera. Ella intenta cumplir con todas las obligaciones impuestas, pero descubre a diario que le falta tiempo, energía; se siente sola y frustrada, y eso también le recriminan y la califican de gruñona.

Bueno, acepto: hay un espacio en el que Sandra sí ha logrado la igualdad y en muchas ocasiones se sitúa como superior en casa. En su hogar hay igualdad en términos económicos; ella está obligada a cubrir la mitad de los gastos y muchas veces más que eso. En su trabajo también es casi igual en cuanto a obligaciones, aunque en el pago no. Cuando pidió un aumento de sueldo a su jefe, éste le respondió que no podía igualar su ingreso al de Ernesto, su colega que hace las mismas funciones, porque él es jefe de familia y tiene que sostener un hogar, y que entendiera: a ella la mantiene su marido. En realidad el jefe no se equivoca. A Sandra, como a millones de mujeres la mantiene el marido, pero la mantiene ocupada, realizando las labores del hogar y de sostén del hogar.

Por eso, Sandra fue feliz este 8 de marzo, cuando recibió una flor y muchos mensajes de felicitación por ser mujer. Por este día se olvidó de que no ha concluido su maestría debido a que ya pasa demasiado tiempo fuera de casa, como para todavía ir a la escuela en sábado. Y de que no ha podido participar en la vida política militando en un partido político, porque… ¿a qué hora?

Como muchas mujeres madres de familia, sueña con llegar al hogar y tener derecho a tirarse en el sillón, dormir hasta tarde los fines de semana y comer sin lavar los trastes, tener una casa limpia sin levantar un dedo, pero para eso espera que su hija crezca, para que le ayude en casa, porque su hijo adolescente es varón y no coopera en esos menesteres.

El 8 de marzo fue para Sandra un día como otros, salvo por las muestras de afecto. Y aunque lo tomó como una celebración, tampoco salió de fiesta con las amigas, porque no hay quien cuide a los hijos.

Por eso propongo que para el próximo 8 de marzo, en el caso mexicano, le nombremos el Día Nacional de la Conformidad Femenina. Porque ya con ser mujeres y madres estamos bien valoradas. ¿Les parece?