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21/06/13

Estética urbana, 1

Estética urbana, 1

En los últimos días y semanas se ha desatado una polémica social en la ciudad de Guanajuato entre grupos organizados de la sociedad civil y las autoridades municipales, con la comparsa del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). El asunto de debate consiste en una serie de obras públicas y privadas que, desde la visión de algunos, constituyen una amenaza a la imagen urbana de la ciudad, e incluso a la calidad de patrimonio de la humanidad.

Todo empezó en marzo, cuando un medio impreso, escaso de noticias, dio a conocer que la construcción de un muro en la azotea de un edificio de la Plaza de la Paz obstaculizaba la visual del edificio central de la Universidad de Guanajuato. De inmediato se desató un fuerte debate en las redes sociales -cada vez más importantes en el debate de los asuntos públicos- donde fue evidente que el radicalismo es más seductor que el razonamiento con base en argumentos objetivos. Pronto se supo que la obra había sido autorizada por la delegación del INAH y que el muro cubriría la vista de los horrendos tinacos que surten de agua a lo que pronto será un “hotel boutique”. La afectación ya estaba dada, entonces.

Luego siguió la intervención de la que está siendo sujeto el hermoso parque Florencio Antillón, que desde tiempo antes necesitaba a gritos una restauración. El gobierno municipal invertirá un total de 10 millones de pesos, provenientes del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA). Un millón adicionales se destinaron a los bustos de guanajuatenses ilustres que el 26 de abril se inauguraron en el jardín  El Cantador. En ambos casos ha habido molestia por parte de grupos e individuos. Se ha denunciado que en el Florencio Antillón se ha violentado el diseño y componentes originales del parque, que la obra se ejecuta con descuido y suciedad y que se ha depredado la vegetación. Los bustos fueron criticados por su presunta falta de parecido a los personajes retratados.

Pero el mayor debate se ha dado alrededor de una construcción que se ha emprendido en el solar donde antes se ubicaba la primera agencia Ford de los Rangel de Alba. Cuando el edificio de la agencia fue derrumbado, hubo quien consideró que era un valor arquitectónico e histórico que se debía respetar. En realidad se trataba de un feo inmueble construido en los años sesenta, utilitario y elemental. Su ausencia no altera el conjunto urbano y visual de la zona. Siendo gobernador Juan José Torres Landa (1961-1967) se embovedó el río Guanajuato y encima se constituyó la calle Hidalgo -la subterránea-. Esta obra alteró totalmente ese espacio urbano y se impuso la insulsa y uniforme estética del “Plan Guanajuato”, que tanto afectó a las ciudades del Bajío. Los que conocimos cómo lucían originalmente la Plaza Hidalgo (“las Ranas”) y Los Pastitos, recordamos que fueron construidas como planicies y lomas vacías de elementos. Con el tiempo se les ha aplicado el sentido barroco de Guanajuato, y hoy lucen como debe ser: abigarradas y plenas de elementos estéticos y naturales, como esculturas, arbustos y árboles.

Un grupo de inversores busca construir un conjunto comercial en el lote de la Ford. Sin que se conociera el proyecto ya estaba siendo descalificado. Intervino el INAH para condicionar su autorización a que se respetara el contexto urbano y exigió ajustes al proyecto. Con todo, algunos grupos denuncian que el nuevo edificio afeará ese entorno y cortará la visual sobre el parque El Cantador -visual que nunca existió hasta el derribe de la agencia-. En lo personal me parece muchas de las reacciones se basan en percepciones exageradas y puristas sobre lo que debe ser el desarrollo tanto urbano como estético de una ciudad que no se gestó con base en la planeación, sino en su contrario: el caos. No quiero decir con esto que se debería permitir la construcción sin ton ni son de cualquier bodrio que altere o contradiga las visuales, pero sí que hay alternativas para armonizar la modernidad y los necesarios servicios de una ciudad del siglo XXI, con el patrimonio urbano heredado de casi 500 años de crecimiento fluctuante. La belleza de Guanajuato se funda en su capacidad de integrar lo nuevo a lo viejo. Si no, recuérdense muchos casos previos que en sus tiempos desataron polémicas similares: por ejemplo, el edificio central de la Universidad de Guanajuato, que se comenzó a construir en 1953. Se dijo que era una mole enorme que venía a romper y afectar la visual del centro de la ciudad, caracterizado más por su cubismo y minimalismo. Por supuesto que las autoridades de la época hicieron poco caso a las críticas, y fue inaugurado con gran pompa el 20 de agosto de 1955. Hoy nadie se atrevería a cuestionar su integración armónica al paisaje urbano que se disfruta desde el cerro de San Miguel.

Ayer jueves, por iniciativa del gobierno municipal, se realizó una reunión con los grupos ciudadanos para discutir estos asuntos. Detallaré los resultados en mi contribución de la próxima semana.

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. [email protected] – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal