jueves. 18.04.2024
El Tiempo
03:55
24/03/13

Las cosas como son | Preservar para toda persona su lugar en la familia

Uno de los aspectos de mayor trascendencia en las constelaciones familiares es el que se refiere a preservar para toda persona su lugar en la familia, porque es un derecho y porque le corresponde. Familias hay donde se les regatea a hombres o mujeres su pertenencia, y se esgrime todo tipo de argumentos, por ejemplo la bondad y la maldad, su linaje o su modo de vivir, su historia personal y aun su moral, entre muchas otras cuestiones.
Las cosas como son | Preservar para toda persona su lugar en la familia

Uno de los aspectos de mayor trascendencia en las constelaciones familiares es el que se refiere a preservar para toda persona su lugar en la familia, porque es un derecho y porque le corresponde. Familias hay donde se les regatea a hombres o mujeres su pertenencia, y se esgrime todo tipo de argumentos, por ejemplo la bondad y la maldad, su linaje o su modo de vivir, su historia personal y aun su moral, entre muchas otras cuestiones.

Lo cierto, sin embargo, para toda persona que se ganó un lugar en la familia, es que nadie puede arrebatárselo, aunque se empeñen en hacer que su rastro desaparezca. Al respecto la pregunta ¿cómo se gana un lugar en una familia? Adquiere pertinencia. Hay muchas, pero muchas formas de conseguirlo. El amor es una de ellas: llegan a formar parte de un grupo familiar novias o novios con quienes hubo una relación importante, por ejemplo sexualidad, promesas de matrimonio, noviazgo duradero, hijos abortados, vida en común. Lo difícil en estos casos suele ser el reconocimiento de que la propia vida fue de este modo enriquecida.

En el otro extremo figura la muerte, cuando sobreviene a causa de accidentes que involucran a varias familias, violencia, agresiones, muertes colectivas en cataclismos o guerras, enfermedades. Aquí lo complejo es hacerle un lugar a los demás desplazando el duelo, los sentimientos de venganza o injusticia. En el mismo nivel se encuentran otras personas que hacen algo por alguien de los nuestros y no son reconocidos, como suele pasar con quienes caritativamente se hacen cargo de situaciones o personas, para ayudarlas a superar algún trance, digamos que alguien que acoge en su casa a otro u otros en situación de necesidad, o aquel que provee casa, vestido o sustento a uno que no es consanguíneo. Cabrían en esta consideración las familias completas de quienes han sido adoptados.

Con esos pocos botones de muestra quizá sea posible reconocer el trasfondo de este ordenamiento: merecen su lugar reconocido entre los nuestros, todas aquellas personas que han hecho algo por nuestra familia, que han enriquecido nuestra vida, que nos mueven a mirar quiénes y cómo somos. Esta visión lo que requiere es cambiar los juicios reiterados y ciegos por una consideración de las cosas tal como son o fueron, de ojos abiertos, para derivar en un respeto irrestricto.

Pongamos por caso cualquier pareja anterior de un matrimonio. Gracias a ella, la persona se enriqueció, aprendió ciertas cosas, creció en su propia condición, incrementó su experiencia. Y es precisamente esa forma de ser persona la que recibe la nueva pareja, con el consecuente beneficio derivado de la anterior relación. Por eso la primera, la anterior, la innombrable, tiene derecho a pertenecer, y su lugar nadie puede regateárselo, porque de ser así se corre el riesgo de repetir el destino o de pagar esa deuda con el fracaso o la pérdida.

Hablemos de un hijo adoptado por una familia a partir de cualquier motivación. La familia de ese niño o niña tiene derecho a formar parte de la familia que adopta porque le otorga un beneficio a costa de una pérdida, de un dolor, de una desventaja. En este modo de ver las cosas no cuenta argumentar que la familia de origen no podía mantener a la cría, o que ya tenían bastantes, o que no lo querían como se debe. Del modo que sea, el beneficio que reciben los adoptantes es enorme, es el suyo, y al tener en casa el hijo de otra casa, necesariamente han de darle entrada a quien los favorece y las brinda alegría, el cumplimiento de un anhelo.

Los hechos donde hay víctimas y victimarios, a su vez, con todo lo inclementes que puedan ser, contribuyen a mostrar que algo más grande rige los destinos de las personas y que los lleva a encontrar sus complementarios: ¿por qué fueron miembros de esas familias y no de otras? Algo hay en la nuestra que resuena con la otra, de tal forma que si respetamos a los nuestros, por fuerza hemos de respetar a los adversarios, que asintieron a fundir su destino con el nuestro.

Como se ve, de los que no quisiéramos admitir en nuestro hogar viene para nosotros mucho beneficio, algunas ventajas, la posibilidad de quedarnos con lo nuevo. Por eso es que vale la pena procurar para ellos el respeto más impecable, libre de juicios, y sereno que sea posible: tan solo actuaron siguiendo lo que creían era lo mejor, como cada uno de nosotros hace en lo suyo. Otros estuvieron en nuestra vida antes de lo actual, como nosotros hemos estado en la vida de otros antes de lo actual. En este sentido, lo que trae la paz es darle su lugar a cada uno, y reconocer a los otros la oportunidad que nos dieron de vivir algo específicamente, de pertenecer a esa otra familia, de hacerse así un lugar que ya nadie podrá arrebatar. Por eso es que resulta tan importante preservar para toda persona su lugar en la familia, porque es un derecho y porque le corresponde.

Contacto: [email protected]