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25/03/13

Nuestra pasividad y la Reforma Educativa

Comienza la Semana Santa, semana de reflexión era en otros tiempos, semana de vacacionar y dejar pasar la vida en los tiempos modernos. Se siente la calma en la ciudad y en la colonia. ¡Ni siquiera la banda del vecino se escucha! También en Facebook parece que la gente se dio un respiro. Lo deseable sería que regresáramos a trabajar con nuevos bríos y con la mente clara y dispuesta a repensar nuestras tareas y retos.
Nuestra pasividad y la Reforma Educativa

Comienza la Semana Santa, semana de reflexión era en otros tiempos, semana de vacacionar y dejar pasar la vida en los tiempos modernos. Se siente la calma en la ciudad y en la colonia. ¡Ni siquiera la banda del vecino se escucha! También en Facebook parece que la gente se dio un respiro. Lo deseable sería que regresáramos a trabajar con nuevos bríos y con la mente clara y dispuesta a repensar nuestras tareas y retos. Lamentablemente la experiencia dice que así no funciona. Regresaremos a quejarnos porque faltan como dos meses para las vacaciones de verano en las escuelas, de que hace mucho calor, etcétera. 

A mí me sorprende la pasividad y falta de interés que mostramos ante lo que nos afecta profundamente. Por ejemplo la educación, la economía y las políticas ambientales. 

En lo que respecta a educación, ni siquiera los afectados en primera instancia, padres de familia y alumnos, parecen hacerse cargo de las consecuencias que el desastre educativo tendrá sobre los alumnos. Los que se mueven mucho son los profes afiliados al SNTE o al CNTE, tratando de detener la aplicación de la tan mencionada Reforma Educativa. La verdad es que yo no tengo claro qué es exactamente lo que están impugnando. Si leo la nota de El Universal, de enero de este año, resulta que los maestros ya se estaban amparando antes de conocer las modificaciones a la Ley General de Educación (http://www.eluniversal.com.mx/nacion/203218.html). En la misma fecha, el periódico Novedades Acapulco se refería a las protestas de 60 mil maestros por la supuesta privatización “de todo” y el riesgo que ello representaba para la escuela pública (http://www.novedadesacapulco.mx/suma-guerrero-60-mil-firmas-contra-reforma-educativa).  Por su parte, CNN detalla que la protesta (misma fecha) se da porque “Esa iniciativa contempla la creación de un sistema de evaluación, desarrollado por un organismo autónomo, obligatorio para todos los docentes, entre otros asuntos.” (http://mexico.cnn.com/nacional/2013/01/14/maestros-protestan-contra-las-reformas-laboral-y-educativa-en-mexico) Y tal vez esta sea la única razón de preocupación real que yo puedo vislumbrar.

El asunto es que montados en esos argumentos, los profesores han suspendido clases y efectuado bloqueos de carreteras en las regiones donde, justamente, la educación pública tiene más retos: Oaxaca y Guerrero. En los últimos días las demandas solamente tienen que ver con que les sean pagados los salarios a aquellos maestros que han estado “en paro” para manifestar su protesta y que son más de seis mil, en Guerrero, (http://www.eluniversal.com.mx/estados/89923.html). Pero en estas entidades los paros de los maestros no son algo nuevo, y cada año dejan sin escuela a los alumnos por periodos prolongados.

Quienes verdaderamente deberían estar reclamando y organizándose para exigir mejoras en la calidad educativa están muy ocupados trabajando, vacacionando, divirtiéndose o siguiendo las peripecias de los equipos de futbol (locales o nacional), según el nivel socioeconómico de cada uno. Y sin embargo, en México es urgente un cambio educativo que les garantice el acceso al trabajo y a una vida digna.

El nivel educativo ha ido en detrimento a lo largo de los últimos 30 años, por lo menos. En la Cartilla de Educación Básica vigente desde el  ciclo 2012-2013 se explicita que para aprobar los grados de preescolar, y de primero a tercero de primaria, basta con haberlos cursado  (pág. 43 de http://portal2.edomex.gob.mx/deprim/area_academica/cartilla_educacion_basica/groups/public/documents/edomex_archivo/deprim_pdf_acuerdo_648_01.pdf).  Es decir, incluso si el alumno no ha aprendido absolutamente nada. Luego, podrá ir acumulando calificaciones mínimas de 6, a lo largo de los grados de cuarto a sexto en la primaria y cada uno de los tres de la escuela secundaria, para estar en posibilidades de solicitar su ingreso al bachillerato, cualquiera que éste sea. ¿Cuántos alumnos que solicitan ingreso a los bachilleratos públicos son rechazados?  La UNAM, por ejemplo, rechaza a tres de cada cuatro, dada su capacidad. ¿Quiénes quedan fuera? Los que menos habilidades formadas tienen.

Para empezar se les pide un promedio de 7 en el ciclo de secundaria; luego deben tener un puntaje mínimo de 31 puntos y, señala la nota: “quienes no logran un puntaje mínimo de 31 aciertos para ser asignados a una opción educativa escolarizada, son jóvenes para quienes es muy dudoso que puedan hacer satisfactoriamente los estudios de bachillerato, porque no entienden bien las preguntas o son muy lentos y las tres horas del examen no les alcanzan, por lo que indicó que se les ofrece el sistema abierto.”

A una condición de desigualdad se añade otra, porque el sistema abierto no ofrece las características esenciales de la formación que se espera de un egresado de bachillerato. En la página 23 del Manual para evaluar planteles que solicitan ingresar al Sistema Nacional de Bachillerato (SNB) (Versión 2.0 – agosto de 2012) se especifican las características de las diferentes opciones educativas para este ciclo. Luego, el cuadro resumen con los elementos mínimos exigibles por aspecto sujeto a evaluación según el nivel del SNB, en la página 238, muestra que en un bachillerato de nivel III solamente se exige un tercio del parámetro del RIEMS (Reforma Integral de la Educación Media Superior). Pero eso es solamente la forma. En la realidad uno puede observar los letreros en las bardas de la ciudad, anunciando “institutos” que ofrecen el certificado de bachillerato en horas. 

El asunto es que un joven puede tener la ilusión de que con su certificado de bachillerato está en capacidad de encontrar un empleo con una remuneración suficiente para vivir dignamente. La realidad mostrará que no es el caso. El papelito del bachillerato es solamente uno de los requisitos para solicitar empleo con salario mínimo. La validación del papelito como instrumento para certificar cierto tipo de aprendizajes se dará cuando el alumno sea admitido a una institución de educación superior. Un resumen de las condiciones de la pobreza y desigualdad en la educación en México se da en  Contralínea.

Ya en 2006 Axel Didrikson, entonces director del Centro de Estudios Sobre la Universidad de la UNAM, señalaba que Uno de los grandes problemas de la educación es el económico, ya que este factor ocasiona que sólo 2 de cada 100 niños que ingresan a la primaria concluyan una carrera universitaria y esta misma falta de recursos hace que a nivel superior se registre una deserción escolar de 50 por ciento. Así, el sistema educativo nacional permite al 2% de la población que ingresa a la escuela primaria obtener un título profesional. De eso a conseguir un empleo con un salario suficiente, todavía hay un gran paso. 

La proliferación de “universidades patito” ha venido a matizar la realidad educativa del país. Muchos más jóvenes tienen títulos universitarios, aunque en una gran proporción no tienen las herramientas que la carrera que estudiaron supone. Incluso universidades privadas reconocidas, en muchos casos, han bajado los estándares de exigencia académica para no perder a su clientela. Alumnos que son incapaces de redactar un reporte, de hacer una investigación bibliográfica decente, de utilizar el Office y sus equivalentes, de plantear y resolver un problema en su campo de formación, incapaces de ir más allá de cualquier libro de texto, e incapaces de relacionarse con los problemas de la ciudad y del país. Alumnos que creen a pie juntillas cualquier cosa que proclame un profesor respaldado por su institución; no hay el menor de los cuestionamientos y no hay atisbo de razonamiento lógico. Yo creo, yo pienso, yo siento, son las muletillas que emplean cuando tratan de justificar un proceso, incluso en las carreras de ingeniería.

Claro, la contraparte somos los profesores que hemos colaborado en la formación de ese tipo de alumnos. Lejos, pero muy lejos, estamos de conformar un modelo de educación 3.0. Ni siquiera hemos despegado del modelo 1.0 aun en las instituciones que se dicen modernas, o que tienen los recursos para modernizarse, o que dicen que trabajan desarrollando competencias basados en el Informe Delors. Lo más triste, tal vez, es ver de qué manera nuestras prácticas educativas han generado jóvenes con una absoluta falta de compromiso con las problemáticas que nos afectan como país y como sociedad global.

Juan Domingo Farnós Miró compartió en estos días el texto “Inclusión y exclusión educativa”, del blog Escuela y Reproducción Social. Convendría cerrar esta semana reflexionando sobre estos aspectos.