martes. 23.04.2024
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10/04/13

Chispitas de lenguaje | Palabras ¿inexistentes?

Chispitas de lenguaje | Palabras ¿inexistentes?

Hay dos posturas respecto de las palabras que no aparecen en el diccionario oficial: evitar su uso o recurrir a ellas a pesar de la ausencia en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, DRAE. El razonamiento que sostiene una postura es tan válido como el otro. «Si uno se topa con una planta que no está clasificada por la Botánica, no implica inexistencia», comenta un especialista de la página electrónica elespañol.org. «Sin normas no hay orden. ¿Qué respaldo jurídico podría tener el uso de voces que cada cual usa como le viene en gana? Sería un caos sin una normativa», expuso un especialista en la UNAM. Libre flujo del idioma contra normar su uso. En medio de la polémica está el trabajo de los académicos de la lengua de los diversos países con hispanohablantes.

Hay palabras ausentes del diccionario de uso oficial (*‘normatividad’, por ejemplo) y generales (‘brilloso’, entre otras). Consultada cualquiera de las academias de la Lengua, la recomendación es evitarlas y utilizar las contenidas en el DRAE (‘normativa’ para el primer caso y ‘brillante’, en el segundo). No obstante, la recomendación es ignorada por su arraigo. Es decir, que a pesar de las normas, los hablantes construyen y dan vigencia al idioma.

Hay cientos de las palabras que de forma cotidiana se usaron que no estaban en el lexicón, pero con el tiempo se incorporaron (‘chido’ y ‘güey’, entre los mexicanismo). Incluso, muchas trastocadas fonéticamente han terminado por ser admitidas por las academias (‘mallugada’ de ‘magullada’; ‘despostillado’ de ‘desportillado’).

Ello llevaría a la conclusión que tarde o temprano se incorporarán al DRAE las hasta hoy no admitidas. Sin embargo, no parece ser así. Consultadas las academias española y mexicana respecto de la palabra ‘normatividad’, la respuesta fue puntual: es recomendable ‘normativa’ y evitar *‘normatividad’. Es decir, que la incorporación de un vocablo está limitada por la existencia de otras voces ya incluidas en el DRAE. No obstante, voces sinónimas abundan en el lexicón: usar/utilizar; influir/influenciar; competencia/competición, etc. La respuesta incluyó el término ‘recomendable’. O sea que oficialmente no es posible limitar su uso, pero tampoco alentarlo.

El dinamismo del idioma no tiene correspondencia en la formalización del lenguaje. Por ejemplo, la terminología especializada en ocasiones se ve limitada al no contar con vocablos en el diccionario oficial. El traductor argentino Leandro Wolfson en un artículo aparecido en aquel país y reproducido por algunos sitios en la Red, asegura que debe recurrir a voces extrañas oficialmente para acercar lo más posible el texto traducido al original. Cierto que el DRAE es general y no especializado. No obstante, Diccionario debe dar sustento a todas las materias. Entonces es un círculo vicioso: incluye voces si la mayoría las usa, pero la gente común poco recurrirá a voces especializadas. Por tanto, la ciencia se ve abandonada a su suerte respecto de voces científicas.

Lo mismo sucede con las normas ortográficas. Hace poco una amiga correctora me insistía en la imposibilidad de aplicar la norma de dejar de tildar la vocal ‘o’ entre números en determinadas tipografías.

El dinamismo del lenguaje demanda un nuevo enfoque en las academias. El instrumento más valioso de la comunicación requiere de una normativa más ágil.