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20/01/13

Tengo un plan para editar mi libro

Tengo ganas de hacer un libro de recetas guanajuatenses para la vida. Creo que sería un éxito rotundo y llevaría a nuestro estado a lugares insospechadamente admirables, no solamente en los confines de nuestra nación, sino hacia el mundo entero, inclusive. No cabe duda, en Guanajuato tenemos el potencial suficiente como para ofrecer recetas para la vida, en sus diferentes facetas y ámbitos varios.
Tengo un plan para editar mi libro

Tengo ganas de hacer un libro de recetas guanajuatenses para la vida. Creo que sería un éxito rotundo y llevaría a nuestro estado a lugares insospechadamente admirables, no solamente en los confines de nuestra nación, sino hacia el mundo entero, inclusive. No cabe duda, en Guanajuato tenemos el potencial suficiente como para ofrecer recetas para la vida, en sus diferentes facetas y ámbitos varios.

Lo he pensado con detenimiento. Llevo años acariciando esta idea y por fin me atrevo a socializarla. Solamente necesitaba un pequeño empujón; un halo motivador que me permitiera imaginar como real este fascinante proyecto. Quiero reconocer públicamente a una connotada diputada federal, su ejemplo para con este humilde proyecto. Cuántos funcionarios públicos ignoran, en su vehemencia por servir al pueblo sin aprovecharse de su capital cultural, el sinfín de bendiciones que derrochan de manera desinteresada y sin buscar sacar de ello, un solo centavo del erario público.

El libro de por lo menos 3.5 millones de pesos que la diputada estuvo a punto de editar (si no hubiera sido por esa bola de envidiosos anónimos que se esconden tras las faldas de las redes sociales, y alguno que otro periodista que seguramente ridiculizó el proyecto de la diputada por no haber sido invitado al banquete), era un proyecto ejemplar, digno de ser imitado por todos aquellos que queremos ver la cultura de nuestro estado como consumado patrimonio de la humanidad.

Inspirado pues en dicho ejemplo, quiero intitular mi libro de la siguiente manera: “Consejos para una vida armoniosa, saludable, con ambiente familiar y sin problemas de estacionamiento por los caminos de Guanajuato”. Pretende ser una magna obra que recoja la sabiduría de nuestros compatriotas. Estaría lleno de fotos y recomendaciones didácticas para su correcta aplicación. Con 3.4 millones me bastarían.

A la manera de la diputada federal, el plan para editar el libro sería tan sencillo como eficiente: Iniciaría por convencer al gobierno en turno, de lo indispensable que resulta poner un instituto de enseñanza dedicado a la consejería vital. Yo sería el rector, claro, para que la intención no se prostituyera. El siguiente paso sería dar asesorías de calidad al DIF (siempre hay gente sensible y comprometida en esa dependencia). Pero los beneficios sociales no acabarían ahí, eso es lo que eleva un poquito el costo. También daríamos consejos sobre el buen vivir en el centro histórico, en la Feria, el FIAC, la FIC, la FENAL y en general, todos los proyectos estatales y municipales que inician con la letra “F”.

Desde luego, el proyecto no puede ser fruto de una improvisación. Detrás de él hay un fundamento académico garantizado por la investigación antropológica, psicológica e incluso culinaria que es necesaria. Todavía no se ha terminado la negociación pertinente con el Conacyt, pero esperamos tener pronto buenas noticias de esta venerable institución.

El único paso que aún está en ciernes, es lograr una diputación, federal de preferencia, para poder acceder sin restricciones a los recursos suficientes para la edición de nuestro libro. Ya estamos haciendo campaña, pero si en los tiempos electorales pertinentes no lográramos acceder al poder, la opción alterna sería convencer a algún funcionario ya en funciones, valga la redundancia, para que fungiera como fino financiero de la tal farándula.

Dicho lo cual, el proyecto está casi aprobado. Hay sin embargo, un detalle que habría que considerar: que nadie se entere hasta haberlo consumado. Sea pues discreto, querido lector. No vaya a ser que a algún vicioso de la información se le ocurra transparentarla y se nos desinfle el pastel, se nos caiga la charola ya servida, o se derrame el tepache antes de tiempo.