Blanca Parra
12:21
28/03/16

Estado, clases sociales y educación en México

"El trabajo de Mary Kay Vaughan me dio la perspectiva histórica necesaria sobre la vocación que seguí"

Estado, clases sociales y educación en México

Es el título de un trabajo de Mary Kay Vaughan, presentado en dos tomos y publicado por el Fondo de Cultura Económica con el apoyo de la SEP, en 1982. Fue un regalo que recibí en 1990 y es probable que haya sido obsequio de David Block. En aquella época colaboraba yo con el DIE del CINVESTAV en un equipo coordinado por Irma Fuenlabrada y en un proyecto de formación y reflexión sobre la educación matemática en la escuela primaria, auspiciado por Conacyt.

Me leí los dos tomos de un tirón, reflexionando sobre lo que yo sabía de la escuela pública a través de mi padre –quien disfrutaba trabajando un par de horas al día con los alumnos de la Normal Rural de Xalisco, Nayarit, y quien conocía desde todos los lados la problemática de los trabajadores a partir de su labor como responsable de la Oficina de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social en el estado-, pero también a partir de mi propia experiencia como alumna de escuela pública (federal la primaria, de cooperación con el estado la secundaria) y mi trato con muchos maestros rurales amigos de la familia. De las luchas obreras estaba al tanto también por mi abuelo paterno, quien entre otras cosas fue un activo participante en una de las primeras huelgas en el estado y en todo el país, en Bellavista, y por mi tío Gonzalo quien era activista ferrocarrilero y comunista, y quien atrajo al grupo familiar de casas con patios compartidos a personajes como Ramón Danzós Palomino; mi abuelo, mi padre, mi tío y los  invitados se engarzaban en discusiones que tocaban toda la problemática social la cual incluía, por supuesto, la educación. Mi privilegio era estar cerca, escuchando las conversaciones.

El trabajo de Mary Kay Vaughan me dio la perspectiva histórica necesaria sobre la vocación que seguí.

En las últimas semanas, la carga de información y de desinformación sobre el desarrollo e imposición de esa mal llamada Reforma Educativa -cuya finalidad es el mejor control del magisterio y el aseguramiento de políticas educativas tendientes a favorecer la producción de mano de obra barata como medio de atraer inversiones a este país, compitiendo por inversiones con países donde la explotación es regla- me había impedido encontrar un hilo conductor para escribir mi propia reflexión sin copiar o parafrasear los imperdibles análisis de Manuel Gil Antón, por ejemplo. Las últimas declaraciones aberrantes del señor secretario de Educación, recogidas todas en Educación Futura y La Jornada, detonaron el recuerdo de esta lectura que recomiendo ampliamente.

Vaughan parte del cuestionamiento siguiente: “Si la educación pública es una función del Estado, ¿cuál es la relación entre el Estado y una sociedad que a su vez influye sobre la función y el contenido de la educación?” La autora analiza el periodo 1880-1928 y busca “comprender la relación entre el Estado mexicano, el crecimiento capitalista en forma dependiente y el desarrollo del aparato educacional”. Resalta “los obstáculos, limitaciones y problemas que enfrenta la educación pública en México”. Todo lo anterior se lee en la contraportada de cada tomo, a modo de presentación.

El trabajo se organiza en ocho capítulos muy bien estructurados y documentados, un apéndice conteniendo todas las tablas de datos y una abundante bibliografía, separada por temas. El capítulo IV se titula “Creación del Estado y expansión de la enseñanza en la década de los veinte: el esquema”, páginas 226 a 289, y contiene los siguientes apartados:

  • Creación y estructura de la Secretaría de Educación Pública
  • Parámetros ideológicos de la SEP, 1920-1928
  • Indicadores cuantitativos de la política escolar en los años veinte
  • Conclusiones

De las Conclusiones (Pág. 284 a 289) extraigo todos los entrecomillados que siguen: “En la década de los 20, […] un estado tácitamente centralizado y desarrollista que quería eliminar de inmediato los obstáculos precapitalistas para el crecimiento...”.  Me detengo ahí para enfatizar la voluntad de eliminar de inmediato, que corresponde muy bien a la de los gobernantes actuales, a casi 100 años, de eliminar inmediatamente y con el uso de la fuerza, todo lo que vaya contra ella y ellos. Esta vez es el neoliberalismo a ultranza, que quiere generar riquezas para el Estado y sus funcionarios, a costa de lo que sea.

En la época que Vaughan analiza, el Estado intentaba “limitar la participación extranjera en la economía, en interés de la autonomía nacional, estimular el proceso de modernización mediante diversas formas de inversión e incentivos fiscales y proveer reformas socioeconómicas para la clase trabajadora y el campesinado.” Ante una situación de debilidad frente  a las fuerzas internas, manifestadas en rebeliones militares en los estados, el gobierno central optó por eliminar a los líderes de esos movimientos –señala la autora-, profesionalizó el ejército, abrió oportunidades para inversiones e hizo alianzas con los jefes regionales. Finalmente fundó el Partido Nacional Revolucionario, que se convertiría en el PRI que conocemos.

En lo externo, el gobierno se vio obligado a recurrir al capital extranjero para desarrollar la economía del país, pero al mismo tiempo abandonó el compromiso hacia las reformas propuestas en beneficio de los menos favorecidos, lo que propició el crecimiento de la movilización de fuerzas populares. Sin embargo, el Estado tomó como tarea fundamental la educación pública para que cumpliera “funciones de integración nacional, además de preparación y valores necesarios para la modernización”. Es importante hacer notar que “La educación había sido una de las demandas de las masas de la Revolución, y las reformas que traía consigo no amenazaban inmediatamente las relaciones de propiedad existentes; además, ayudaba al gobierno federal a asegurar apoyo y ejercer control social.”

Al referirse a los planes y programas que la recién inaugurada SEP desarrolló, señala que la dependencia “se inclinaba a considerar la escuela como la panacea contra el atraso y la pobreza [...] tendiendo a subestimar la necesidad de reformas estructurales tales como la distribución de tierras, la asistencia técnica completa y otros medios de debilitar el poder local que mantenía marginados a los campesinos.” Luego señala uno de los grandes defectos de esos planes y programas –y no puedo más que pensar en las recientes declaraciones de Silvya Schmelkes-: “[...] los autores de los planes los pensaban dirigidos a un sector rural de pequeños propietarios, lo que no era económicamente real; su propia ideología y prioridades, llevaron a los educadores a actuar como si la escuela por sí sola pudiera resolver los problemas de pobreza y desigualdad.”  

En cuanto a los maestros, misioneros y rurales, que entusiastamente buscaban la mejora social a través de la educación, “se encontraban con la oposición de sistemas de poder recalcitrantes, se volvían críticos de la política de la SEP, y movilizaban poblados para exigir distribución de tierras y lanzar otras formas de desafío a las élites locales.”  Cualquier parecido con la realidad actual habla de cómo el gobierno, cualquiera que sea la denominación del partido en turno, solamente ha jugado una y otra vez con las mismas cartas, excepción hecha en las reformas y el desarrollo educativo impulsados desde el gobierno del general Lázaro Cárdenas.

En cuanto a los presupuestos para las escuelas, “la escasez de presupuesto federal para la educación rural dio lugar a bajos salarios y a una preparación técnica inadecuada de los maestros, y también a que se dejara en manos de los propios poblados el mantenimiento y la construcción de edificios escolares.”  La pura inspiración del actual responsable de esa instancia gubernamental.

Para finalizar este recuento, la autora señala los efectos de una muy activa política estatal en enseñanza primaria que elevó el porcentaje de niños inscritos en educación primaria (estatal y federal combinada), de 27.4 en 1907 a 46 en 1928. “También creció el sistema de enseñanza postprimaria, como resultado de la actividad federal; pero sirvió, naturalmente y en especial, a aquellos que podían disponer del tiempo y el dinero para continuar su educación.” “La educación superior continuó también favoreciendo a las áreas urbanas y la capital, aunque construyeron una excepción las escuelas normales rurales y las de agricultura fundadas por el gobierno federal”.

Sabemos del destino de las normales rurales, de la criminalización que se sigue haciendo de sus alumnos y docentes, de la represión que no inició en Iguala en septiembre de 2014, y sabemos también de la voluntad de acabar con las normales públicas en general, al cabo que cualquiera que tenga un título puede dar clases según dice el señor que, evidentemente, no entiende nada de docencia ni de aprendizaje, aunque esté al frente de la institución que pretende diseñar y administrar la educación de este país en el siglo XXI.

Seguimos en el pasado, con los mismos vicios, las mismas inercias, la misma ideología.