sábado. 20.04.2024
El Tiempo

La globalización del viejo Pepe

La globalización del viejo Pepe

El martes pasado, el presidente de Uruguay, José Mujica, pronunció un tremendo discurso durante la 68 Asamblea General de Naciones Unidas, del que quisiera recapitular algunas frases.

“Amigos todos, soy del sur, vengo del sur”, fue la frase con la que inició, y levantando la voz por todo el pueblo latinoamericano, y por las tantas sinrazones de nuestro mundo, continuó: “Cargo con los millones de compatriotas pobres en ciudades, páramos, selvas, pampas y socavones de la América Latina. Cargo con las culturas originarias aplastadas; con los restos de colonialismo en Malvinas, y con bloqueos inútiles a ese caimán bajo el sol del caribe llamado Cuba”.

“Ocupamos el templo con el Dios mercado. Él nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida… somos una civilización en contra de la libertad que supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas. Lo único verdaderamente trascendente: Amor, amistad, aventura, solidaridad, familia… enfrentamos al sedentarismo con caminadoras, al insomnio con pastillas y a la soledad con electrónica", expresó, dirigiéndose al tema del mundo regido completamente por la lógica de mercado, de consumo insaciable, y de acumulación, que no paga por el tiempo libre, y que tanto nos aleja de lo natural que supone ser nuestra existencia.

Se diferenció del discurso común de izquierda anti-estadounidense, aseguró que su objetivo no era escudriñar en hechos pasados, y argumentó que el capitalismo productivo se encontraba atrapado en los grandes bancos, cuyo único fin de existir, es la acumulación y la perpetuidad del poder financiero.

“No podemos manejar la globalización porque nuestro pensamiento no es global”, dijo, refiriéndose a las decisiones que son tomadas únicamente en vela de los intereses de los grandes países, y mencionó que “la alta política, entrelazada con la sabiduría científica”, es la fuente que debe llevar las riendas del mundo, por encima de las financieras y las trasnacionales.

La parte cumbre de su discurso fue al tratar el tema de la guerra: “En cada minuto, se gastan dos millones de dólares en presupuesto militar“, “cada cual hace vela de armas de acuerdo a su magnitud, y ahí estamos, porque no podemos razonar como especie, apenas como individuos”

“Existe un enorme anhelo de ayudar a que el hombre salga de la prehistoria, porque mientras el hombre viva con climas de guerra, éste se encuentra atrapado en la prehistoria, a pesar de los muchos artefactos que pueda construir.”

Aseguró que los recursos destinados a la guerra pueden ser utilizados para llevar la agricultura al mar, para hacer verdes los desiertos, y para actuar con un verdadero pensamiento global, en pos de nuestra evolución como especie. Dijo que los pobres no eran de África, ni eran de América Latina, eran de toda la especie humana.

Y concluyó:

“Pero para que todos esos sueños sean posibles, necesitamos gobernarnos a nosotros mismos, o sucumbiremos… no nos entretengamos sólo remendando consecuencias, pensemos en las causas de fondo… ¡Piensen que la vida es un milagro, que estamos vivos por milagro! Y nada vale más que la vida… nuestro deber biológico es respetarla, procurarla, cuidarla y entender que la especie es nuestro nosotro-”.

Sin duda, un discurso para la historia, expresado por un hombre de 78 años que mezcla a la perfección la sabiduría que supone su edad, con la visión de un mundo futuro verdaderamente globalizado y regido por la lógica del pensamiento colectivo, que nos oriente hacia la preservación de la Tierra y sus ilimitados recursos.

Ojalá que el pensamiento mesiánico de izquierda aprenda y evolucione de esta visión propositiva. Ojalá que el pensamiento acumulativo de derecha entienda que el capitalismo más efectivo puede alcanzarse mediante la inclusión de toda la especie.

Ojalá que no existieran las derechas, ojalá que no existieran las izquierdas.

¡Y que viva la globalización del viejo Pepe!