viernes. 19.04.2024
El Tiempo

Apagar y prender las luces

"...  las personas en pobreza moderada aumentan, y la pobreza por ingresos y la desigualdad se incrementa"

Apagar y prender las luces

La semana pasada acudí a un foro sobre la pobreza, su medición y las perspectivas a mediano plazo, organizado por el Centro de Opinión de la Cámara de Diputados. Antes de entrar en la materia de ese encuentro, permítame contarle una anécdota que parece de poca importancia. En uno de los auditorios del recinto se dispuso de una mesa para que los expertos intercambiaran opiniones sobre lo que nos convocaba a todos, el tema de la pobreza. Se había hecho la invitación por internet, por un sistema automático de registro, y al llegar tenían dispuesto un equipo de edecanes muy atentas, que pastoreaban a los visitantes para que no se perdieran en la Cámara de Diputados. La sala estaba arreglada con suficiente propiedad, con mamparas alusivas y todo lo que se usa en estos casos. Perfecto.

Al iniciar las presentaciones, en la parte alta del proscenio se proyectaban imágenes, estadísticas, tablas, que debían ilustrar a los concurrentes sobre el tema del que se hablaba. Pero las luces del auditorio, especialmente las que estaban cerca del muro donde se proyectaba, no estaban apagadas, lo que hacía casi imposible leer lo que se nos presentaba. En un intermedio acudí con alguna de las personas que parecía trabajar en la coordinación del evento, para pedirle que apagaran la primera línea de lámparas o hicieran algo para que pudiéramos leer los datos que se presentaban. Presencié entonces al siguiente diálogo:

Señorita amable: –“Ah, sí. Ya nos habían comentado eso… Nacho, ¿quién vio eso de que no se ven las presentaciones?”.  Nacho: –“Ah sí, ya nos habían dicho. Le dije a Jorge, pero dice que eso se estableció ya en el préstamo del auditorio, y viene como en paquete. Señorita amable: –“¿Entonces quién puede ver que le bajen un poquito a las luces?” Nacho: –“Sepa… dice Jorge que todo eso se consiguió así… y ya están viendo…” Señorita amable, dirigiéndose a mí, como si no hubiera escuchado yo todo lo demás: –“Fíjese que todo eso se consiguió en paquete, y estamos buscando a la persona, lo vamos a ver ¿eh?” (mostrando una encantadora sonrisa).  Como bien se habrá imaginado el lector, transcurrió todo el Foro y Nacho no pudo solucionar lo de las luces. (Nota: los nombres de los personajes pueden estar cambiados para proteger su identidad).

Respecto del contenido del Foro, lo que alcancé a entender, a pesar de la imposibilidad de leer las cifras proyectadas por el cañón, tenía que ver con la medición de la pobreza; se habló mucho sobre el diseño de indicadores para medirla, sobre las estrategias para allegarse información sobre la situación de los marginados: “Ya sabemos, con más precisión, –decía un funcionario de Sedesol– quiénes son, dónde están y qué necesitan”. Los grandes programas nacionales contra la pobreza se deciden en función de sesudos estudios que, sin duda, aportan verdades estadísticas sobre los pobres, y sabemos que ciertos indicadores de la pobreza extrema, como las carencias (servicios, vivienda, salud etc.) han mejorado ligeramente, pero que las personas en pobreza moderada aumentan, y la pobreza por ingresos y la desigualdad se incrementa.

Lo que no se dijo, es que estos instrumentos de medición de la pobreza, que cuantifican y dan cuenta del avance o retroceso del problema, determinan, al mismo tiempo, en qué y cómo se invierten los recursos. El observador modifica en el acto de observar la realidad observada. Las mediciones de pobreza establecen ciertos indicadores para definir las carencias con base en criterios internacionales o disquisiciones teóricas. Si lo que miden es vivienda, se establecen algunos criterios, como el material de los pisos, o de los techos, para distinguir una casa digna de otra que no lo es. Entonces, los programas gubernamentales se avocan masivamente a promover los pisos firmes. Y si se logran hacer muchos, el indicador dice que tenemos menos pobres. Pero en ningún momento se les preguntó a ellos, a los que llamamos pobres, qué significa para ellos ser pobre y cuáles son sus necesidades prioritarias. Incluso el dinero que se invierte en obra pública social, frecuentemente no ha pasado por la discusión a pequeña escala sobre lo que las personas consideran prioritario.

No hay, necesariamente, mala voluntad. Los gobiernos, sobre todo a escala nacional o estatal, tienen que tomar decisiones de esa escala, y lo más fácil y viable parece ser partir de diagnósticos estadísticos, tomar grandes decisiones y multiplicarlas. Y esos programas macro se ejecutan con miles de recursos, y en su apariencia funcionan muy bien. Llegan a mucha gente y hasta inciden en los indicadores que querían atacar. Pero no están preparados para responder a las particularidades de una comunidad, que pudiera decir, por ejemplo, “no queremos piso firme, sino corrales”, o cualquier otra cosa. Aquí viene a cuento el otro aprendizaje del Foro. Quienes lo organizaron lo pensaron de buena forma: previeron difusión, inscripciones, todo. Como tienen mucho dinero, era fácil armar un foro típico, y para hacerlo es más fácil comprar todo “en paquete” como el buen Nacho nos explicó. A pesar de toda esa capacidad y recursos, no tenían la flexibilidad para poder responder a una solicitud tan simple como bajar la intensidad de la iluminación, o cualquier otra petición específica que pudiera haber surgido de los usuarios.

Las Organizaciones de la Sociedad Civil, por su escala, pueden trabajar con otra lógica, desde la base. Cuando se hace el trabajo desde abajo, aprovechando la cercanía y la permanencia se puede trabajar desde las personas, definiendo las necesidades y proyectos con su participación. Pero la gran limitación es que se padece, generalmente, una gran escasez de recursos. La solución parece estar en la búsqueda, cada vez más imaginativa, de estrategias que permitan articular la frescura y constancia de las OSC, con los recursos y visión de gran escala del Estado. Recursos para organizar buenos foros, pero flexibilidad para poder apagar y prender las luces de acuerdo a las verdaderas necesidades de los usuarios.