jueves. 18.04.2024
El Tiempo

Su barbarie, nuestra barbarie • David Herrerías

“Occidente ha conocido episodios tan graves como los que viven hoy regímenes extremistas del medio oriente...”

Su barbarie, nuestra barbarie • David Herrerías

El pasado 16 de septiembre, mientras México se levantaba de la resaca del grito, falleció en Irán Masha Amini, una mujer de origen kurdo que había sido arrestada tres días atrás por la Policía Moral del régimen.  La razón de la detención fue que Amina no portaba correctamente el velo, y no usaba la ropa suficientemente holgada. La evidencia apunta hacia una muerte por brutalidad policial: una publicación iraní asegura que una fuente del hospital informó que el tejido cerebral de la chica había sido aplastado después de múltiples golpes en la cabeza. Como es natural, el gobierno afirma que murió de una afección cardiaca cuando estaban en proceso de “educarla” para que cumpliera con las reglas morales que la dictadura teocrática iraní ha impuesto a todas las mujeres.

La pura idea de “policía moral” en pleno siglo XXI resulta chocante. Nos escandalizan, con razón, esos lugares en el mundo donde perviven regímenes y formas de organización política incapaces de respetar la libertad de las personas para creer y expresarse libremente. Una reacción obligada frente a esto es la indignación, y la protesta, aunque sea lejana, a través de los medios a nuestro alcance. Ojalá esto sirva para que, algún día no muy lejano, estos últimos reductos de barbarie vayan cediendo. 

Pero otra respuesta posible es aprovechar estos hechos remotos para vernos a nosotros mismos. Occidente no ha sido ajeno a estas historias de intolerancia: ha conocido episodios tan graves como las que viven hoy regímenes extremistas del medio oriente. Tuvimos regímenes teocráticos y vivimos al dictadura de las costumbres ejercida por autoridades civiles y religiosas. Las libertades se han conquistado poco a poco, y antes de dar cada paso las y los impulsores de los cambios han sido atacados y tildados de inmorales.

Es interesante recordar cómo cosas que hoy vemos claramente como injustas y perversas, antes nos parecían perfectamente normales y hasta deseables.  Hace 70 años, por ejemplo, las mujeres en México no tenían derecho al voto, y las sufragistas, aquí como en todo el mundo, eran atacadas por los guardianes de la moral. Y como ese derecho elemental, muchos más que ellas han ido conquistando, ayudándonos a abrir los ojos frente a realidades injustas que se habían mantenido durante siglos. Ese consenso moral permanecía porque parecía natural, las cosas “eran así” y nos acomodábamos, especialmente quienes estábamos en posiciones de privilegio. Durante siglos se justificaron con argumentos religiosos, sociológicos e incluso científicos, posiciones racistas, misóginas, xenofóbicas, nacionalistas.  Muchas de ellas, homofóbicas, aporofóbicas, se siguen justificando actualmente. 

Frente a los excesos en Irán, nuestro punto de contraste occidental nos facilita emitir un juicio categórico y condenatorio. La pregunta es, si viéndonos a nosotros mismos, seremos capaces de distinguir en nuestros comportamientos sociales, morales, religiosos actuales, aquellos que merecerán ese juicio condenatorio: ¿Qué diremos en el futuro, por ejemplo, cuando recordemos que el acoso laboral a las mujeres en las fábricas era visto como normal por muchos encargados de recursos humanos? ¿O que una pareja de homosexuales tenía que pasar un viacrucis para ver reconocida legalmente su unión? ¿O que se seguía culpabilizando a las mujeres de las agresiones que eran víctimas por “provocar a los hombres con su forma de vestir”? ¿O que una mujer tenía que optar entre dejar a sus hijos bajo el cuidado de cualquier persona o irse a ganar un precario sustento, sin que la sociedad le ofreciera una guardería? ¿O que, en la práctica, las mujeres siguieran ganando menos dinero que los hombres por el mismo trabajo?

Vale la pena el ejercicio, para empezar a cambiar estas cosas que nos ahorrarán la vergüenza del futuro.