Culpa o responsabilidad

"...  hace mucho que deberíamos haber asumido nuestra responsabilidad en este país dividido y lacerado, y no lo hemos hecho".

Culpa o responsabilidad

A veces usamos como sinónimos culpa y responsabilidad: decimos culpable queriendo decir responsable, y viceversa. Y aunque jurídicamente se diga que un culpable es quien tiene una responsabilidad respecto a un hecho violatorio de la ley, existe una diferencia semántica, a veces sutil, pero importante, entre la culpa y la responsabilidad. La culpa es siempre inquisidora, condenatoria. A la mayoría de los individuos nos enseñaron a sentirnos culpables en nuestra familia, en la escuela y a través de un cristianismo mal entendido: “Por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa”. Por la culpa me auto condeno: la culpa exige expiación, sacrificio. A nivel individual puede llegar a extremos patológicos, si no es que de suyo lo sea. A nivel social, del individuo hacia fuera, nos encanta buscar culpables: porque el culpable es uno, claro, distinguible, imagen del mal, que puede y debe ser condenado. Muerto el perro se acabó la rabia: si el culpable es el depósito del mal, resulta tranquilizador, por lo menos, poder eliminarlo.

La responsabilidad es diferente. Si me siento responsable, no me condeno, “no me tiro a los vidrios”, dirían algunos, pero me ocupo y acepto lo que me toca hacer. La responsabilidad acepta la complejidad de los fenómenos, se asume colectiva. La responsabilidad no busca el castigo, sino la solución del daño. Busca la comprensión de los hechos, la verdad, más que a los chivos expiatorios. Socialmente es muy diferente tratar de entender las responsabilidades en un delito, que buscar únicamente a los culpables.

Tenemos a la mano muchos ejemplos que ilustran esta diferencia. Cuando se grita ¡Pena de muerte para secuestradores!, aun suponiendo, como ha sido en otros años, que sólo sea una bravata electoral, se está pensando en encontrar a los culpables de un hecho, el secuestro, y castigarlos; o dicho de otra manera más clara y pocas veces admitida, vengarse de ellos. Pero si en el mismo caso, nos preguntamos: ¿Quiénes, son –somos– el o los responsables del secuestro?, la cosa se pone más complicada. Es claro que los secuestradores y los miembros del crimen organizado tienen una gran responsabilidad, pero si vemos las historias de la mayoría de estas personas, veremos que la educación deficiente, las carencias afectivas, las dificultades económicas, aparecen frecuentemente en su biografía. La violencia en México no se explica únicamente porque, llegado un momento especial en la historia de este país, se haya puesto de moda. ¿Por qué hay más crimen organizado en México que en la mayor parte de los países del mundo? ¿Somos más malos por vocación? ¿O existirán otras causas que abonan, otros responsables? ¿No son también causantes de la violencia y los robos desatados las autoridades corruptas que han fomentado la impunidad? ¿No son responsables algunos políticos que están más interesados en sus prebendas que en los ciudadanos? ¿No son culpables también los medios de comunicación y los publicistas, que restriegan en la cara de las grandes mayorías pauperizadas las imágenes de un mundo inalcanzable, de autos de lujo, mujeres exuberantes, vestidos, joyas y novelas de cenicientas modernas? ¿No somos responsables, también, todos los que de una u otra manera hemos hecho de este país uno de los países más desiguales del mundo?

Con esto no quiero decir que al responsable directo de un asesinato no se le aplique la ley, que no se le aísle para que no pueda causar más daño, etc. Pero si se reduce de forma tan simplista el problema a crimen-culpable-castigo, no saldremos de este hoyo, ni apilando los cadáveres que podríamos sumar escalando las penas hasta la pena de muerte de los culpables. La idea de la culpa exige expiación. La de la responsabilidad, acciones correctoras. Frente a la idea de la culpa las reacciones son, siempre, mayores penas para el culpable: que le duela, que le cueste. ¿Qué hacemos frente a nuestra responsabilidad?

Son justificadas nuestras reacciones acaloradas de cara a la violencia y el crimen, y los primeros responsables son, sin duda, las autoridades, porque son quienes aceptaron hacerse cargo de la conducción del gobierno, a cambio de gastarse nuestros impuestos. El Estado es uno de los responsables de atacar el crimen. Pero a todos nos falta asumir nuestras responsabilidades. Las voces más escuchadas contra la violencia provienen muy frecuentemente de los ciudadanos que tenemos más recursos (económicos y educativos) y de los que tenemos, por ende, una especial responsabilidad en el estado en que se encuentra nuestro país. Hace tiempo que podríamos haber hecho esfuerzos mucho más consistentes para construir un país menos desigual, y no lo hemos hecho. Hace mucho que podríamos haber contribuido a tener un país más democrático, y no lo hemos hecho. Hace mucho que podríamos haber construido medios de comunicación más educativos, y no lo hemos hecho. Porque los que somos en gran medida privilegiados, hace mucho que deberíamos haber asumido nuestra responsabilidad en este país dividido y lacerado, y no lo hemos hecho.

¿De cuánto más somos responsables usted y yo? ¿No tendrá que ver nuestra eterna apatía con todo esto? ¿O mejor la dejamos ahí, y seguimos hablando de culpables y no de responsables?

¿O mejor le paro y seguimos buscando culpables, y no responsables?