jueves. 18.04.2024
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El Flautista de Hamelin

"Poco menos de la mitad de los estadounidenses votaron por Trump, y gracias al sistema electoral norteamericano, esos votos le bastaron para obtener los más de 270 votos electorales que lo llevaron a la presidencia de la nación más poderosa del mundo."

El Flautista de Hamelin

Poco menos de la mitad de los estadounidenses votaron por Trump, y gracias al sistema electoral norteamericano, esos votos le bastaron para obtener los más de 270 votos electorales que lo llevaron a la presidencia de la nación más poderosa del mundo.

Creo que nunca en la historia, un país (México) se había interesado tanto en la elección de otro. Nunca como ahora se presentaba a la contienda un candidato que fuera tan odioso para nosotros y, como nación, tan amenazante. Esto resulta natural porque nunca habíamos estado tan presentes en los discursos electorales de los Estados Unidos, y mucho menos jugando el papel de los malos de la película.

Es fácil odiar a nuestro futuro presidente-vecino, si nos atenemos a sus discursos y su historia: xenófobo, machista, grosero, prepotente. Más chocante resulta su figura si se le compara con el charming de la actual pareja presidencial gringa. Pero la cuestión más interesante, es saber por qué el 50% de los norteamericanos lo quiere para dirigir a su país, a pesar de esos defectos que ni siquiera se veía preocupado por disimular.

La respuesta más simplista es reducir a sus electores a una masa inculta de xenófobos como él, dispuestos a iniciar una nueva cruzada por la supremacía racial. Lo deleznable del personaje ayuda a calificar a sus seguidores en una sola categoría que debe ser, necesariamente, la de los WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant) que dieron un golpe de autoridad –quizás el último posible– en oposición a la creciente invasión de latinos y asiáticos. Pero eso no alcanza a explicar todos los votos a favor de este personaje. ¿Qué es lo que hizo que no sólo los WASP, sino mujeres que se podrían haber visto ofendidas, o latinos, o incluso musulmanes pudieran votar por él?

Una fuente productiva de votantes provino de grupos conservadores, que independientemente de su origen étnico y sexo, se oponían a la tampoco simpática Hilary por cuestiones como la apertura al aborto, a los matrimonios igualitarios o las concesiones en el uso de drogas recreativas. En Canadá, nos contaba una amiga residente, se da la paradoja de que los musulmanes voten a favor de candidatos hostiles a la inmigración, pero coincidentes en posturas moralmente conservadoras. También hay segmentos latinos de emigrados que llegaron a los EU procedentes de países como Cuba o Venezuela, que están molestos con las políticas de acercamiento de los demócratas a los regímenes de estas naciones y que veían en Hilary la continuación de esa política; y en Trump, la posibilidad de retomar una política hostil que ayude, según sus ideas y expectativas, a derribar esos gobiernos y devolverles el lugar que ellos ocupaban antes de huir. Hay grupos diversos que se oponen al papel que juegan los EU como policías del mundo. No por una vocación pacifista, sino porque consideran que eso recursos debieran utilizarse para otras cosas de beneficio social. Paradójicamente, la bravuconería de Trump es, en el discurso, menos intervencionista que lo que promete la historia personal y política de Hilary.

Todos posibles votantes anteriores, a pesar del no ser necesariamente blancos, comparten con Trump y los republicanos su conservadurismo. Pero hay otros nutridos grupos de votantes que están dispuestos a pasar por alto las guarradas de Trump a cambio de demandas que, bien vistas, son bastante comprensibles, exigibles y compartidas por millones de personas alrededor del mundo, víctimas de la globalización. Numerosos trabajadores que después de muchos años de trabajar en empresas que surgieron en sus propias comunidades, son lanzados a la calle, porque la movilidad de los mercados internacionales hace más rentable trasladar las fábricas a países que ofrecen mejores condiciones, sea porque pagan salarios miserables a los trabajadores, porque las exigencias ambientales son más laxas, o por cualquier otra razón. Lo importante es que esas masas de trabajadores son despedidas, a veces con un sobrio aviso previo unos días antes de empezar a ver el desmantelamiento de sus fuentes de empleo.

En otras ocasiones son trabajadores formales, muchos de ellos de origen latino, negros o asiáticos, que van siendo desplazados por trabajadores indocumentados que resultan más baratos y generan menos obligaciones contractuales que los trabajadores tradicionales. No es siempre cierto que los indocumentados llegan a hacer sólo los trabajos que los residentes formales ya no quieren hacer, muchas veces compiten por trabajos con residentes, también latinos, pero ya ciudadanizados, que exigen mejores condiciones laborales. Algunos de estos votantes formarían parte del capital político demócrata si Sanders hubiera ganado la candidatura, y prefirieron votar por el candidato que prometía resolver mejor esas demandas. Están, finalmente, muchos electores que vieron, o quisieron ver en Trump al candidato externo, que se enfrentó a los partidos y la clase política tradicional que los tiene, como en muchas partes del mundo, hartos y decepcionados. Un candidato poco presentable pero menos peor, quizás, que una candidata que representa con mucha claridad al establishment político. Muchos de todos estos votantes pudieran estar agazapados en el voto escondido que muchas encuestas no alcanzaron a medir.

Veo la patética figura de Trump, danzando cual Flautista de Hamelin y congregando a su alrededor a estos grupos tan disímbolos, en torno a propuestas de solución a sus problemas que muy probablemente no podrá cumplir. Porque una de las características principales de este demagogo flautista es su capacidad para mentir y vender espejitos y cuentas de vidrio. Pero en tiempos de crisis y agitación, según lo han explicado los psicólogos sociales, los pueblos tienden a aferrarse a líderes carismáticos, autoritarios y mediáticos que ofrecen “alguna solución”, aunque ésta pueda sonar disparatada.

Se ha dicho que al final, lo que nos debe preocupar, más que Trump, es la xenofobia, tan presente en el país vecino. Pero me parece que, más que eso, nos deben preocupar los efectos cada vez más catastróficos que tiene el actual modelo económico internacional y el anquilosamiento de las elites políticas de nuestras democracias, que están siendo capaces de unir a muchos de los damnificados del sistema en torno a ideas tan nefastas, como el Brexit, o Trump, o lo que venga...