Cómo nace un parque

"La ciudad de León tiene 1.77 m2 de área verde por habitante. La Organización Mundial de la Salud tiene como meta que en ciudades medias, como León, se llegue a 9 m2 de área verde por habitante"

Cómo nace un parque

Los parques públicos nacen de formas diversas. A veces son espacios tenaces que se resistieron siempre a ser colonizados por el concreto, quizás por su belleza natural, quizá porque desde siempre, los hijos de los hijos de los hijos jugaron ahí y nadie se atrevió a vulnerar el espacio. Son los parques quienes nos dan la impresión de haber estado ahí desde el principio de los tiempos. Y puede ser así. Parques primigenios que parecen no haber nacido sino haber estado siempre, con sus árboles ya maduros, desde siempre.

Otros parques nacieron de la voluntad de los planificadores urbanos que los trazaron, casi siempre cuadrados o rectangulares, como concesión, casi siempre obligada, frente a la voluntad gris circundante. A muchos de ellos los hemos visto crecer, páramos en el desierto de concreto, que se abren paso hacia arriba con el crecimiento de sus árboles. Cada vez hay menos, o los que surgen son pequeños: triángulos, camellones, espacios casi muertos. Las migajas que la lógica de la mayor utilidad, y la debilidad de los ordenamientos urbanos, permite rescatar en las colmenas humanas que crean los desarrolladores de vivienda.

Hay acaso una forma diferente de ver nacer un parque: los espacios rescatados. Las zonas no consolidadas de las ciudades tienen todavía terrenos grandes, medianos, pequeños, que sueñan con convertirse en espacios verdes, pero cuyo futuro es incierto. Entonces, por la acción ciudadana y la visión de funcionarios públicos, se rescatan y se hace el verde en lugares donde se podría consolidar el gris.

En el polígono de pobreza de Las Joyas, en León, estamos asistiendo al nacimiento de un parque así. En el año 2014, la Red de Solidaridad La Olla tuvo noticia de la existencia de un terreno cercano a las tres hectáreas y media, que había sido donado a la Arquidiócesis para la construcción de una escuela. Ese terreno no se utilizó porque tiene condiciones naturales que hacían inviable el proyecto, entre ellas, que el arroyo intermitente genera un humedal casi permanente en buena parte del predio. La Red, conformada por habitantes, asociaciones civiles y parroquias de la zona, pactó con la Arquidiócesis la devolución de ese terreno al municipio, condicionando la reversión anticipada del predio  a que el ayuntamiento le diera vocación de parque. Con el apoyo especial de los regidores del Verde (honor a quien honor merece) se aprobó en el Ayuntamiento la vocación de ese espacio como área verde. Por lo pronto, se había logrado que un terreno sin utilizar tuviera un fin noble. Pero sabemos que los usos de suelo pueden cambiar si alguien con el suficiente poder de convencimiento ($) presentara un proyecto interesante ($) al municipio para hacer otra cosa más “redituable” ahí.

Un terreno no es parque hasta que empieza a ser usado como tal. Había que empezar a construirlo. En abril de 2015, la diseñadora ambiental Mónica Elías se ofreció para hacer gratuitamente un diseño del parque, en participación con los vecinos. En estas reuniones de diseño con la intervención comunitaria, los habitantes de las colonias aledañas decidieron llamarlo Bosque La Olla. Para entonces, las gestiones de Sara Mata, de Propuesta Cívica, como parte de la Red, y del director de Medio Ambiente, Fidel Herrera, dieron como fruto que se contemplara la construcción del parque como una de las acciones de mitigación de la construcción de las nuevas etapas del sistema integrado de transporte. Con el cambio de administración las negociaciones siguieron, y los nuevos funcionarios de Medio Ambiente y Obras Públicas se convirtieron en interlocutores de la Red. Obras Públicas elaboró el proyecto ejecutivo.

El sábado pasado, con la asistencia de vecinos, miembros de la Red La Olla, organizaciones civiles solidarias y funcionarios públicos, sembramos los primeros 70 árboles de lo que será el Bosque La Olla. Un espacio cubierto de follaje que pudo ser cualquier otra cosa.

La ciudad de León tiene 1.77 m2 de área verde por habitante. La Organización Mundial de la Salud tiene como meta que en ciudades medias, como León, se llegue a 9 m2 de área verde por habitante. Eso no se logrará si no rescatamos más terrenos como el de nuestro bosque en Las Joyas. Puede ser que los dueños de estos terrenos sean especuladores inmobiliarios, que sea el mismo municipio, el estado o la Federación, o que su propiedad sea confusa. Las ciudades en México funcionan como manchas grises que devoran todo a su paso, y sólo la acción organizada de la ciudadanía, en alianza con funcionarios conscientes, puede hacer el verde aparezca un poco más en el paisaje cotidiano.