miércoles. 24.04.2024
El Tiempo

Nacionalismo futbolero

Nacionalismo futbolero


El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor del mundo; y eso sí es cierto.
Camilo José Cela

La última semana ha estado atravesada, en términos mediáticos, por dos debates: la reforma en materia de energía y la inclusión de Christian “el Chaco” Giménez en el grupo de futbolistas que dicen que representa a México en los torneos internacionales de la disciplina. Siendo ésta una columna seria y responsable, seguramente usted pensará que me decantaré por el primer tema y empezaré a desgranar la propuesta de Peña Nieto. Pero no, me inclinaré, por ahora, hacia el asunto de las patadas. No porque sea experto en el área, sino por algunas reacciones que he visto en los medios y me han causado estupefacción.

Para los que leen este artículo y no acostumbran abrir la sección de deportes, resumiré el caso diciendo que la discusión se ha dado en torno al llamado que hizo el técnico de la selección mexicana de un futbolista nacido en Argentina, pero “naturalizado” mexicano. Este llamado, como el de otros “naturalizados” ha despertado diversas reacciones, pero muchas de ellas cuestionan si el jugador debe jugar en un representativo mexicano. El asunto de fondo, y que me interesa aquí, es: ¿Qué significa ser mexicano? ¿Cómo se adquiere esa condición, más allá de los procesos legales? ¿Hay mexicanos de primera y de segunda, según la forma en que se adquiere la nacionalidad? ¿Por qué somos tan quisquillosos con el asunto de la nacionalidad?

El nacionalismo es una ideología que pone la idea de unidad nacional por encima de cualquier otra cosa. Y apareja generalmente, el requisito de pertenencia a una nación determinada, a el lugar de nacimiento (territorio); la raza (y ascendencia) y la cultura. De estos tres elementos, el que parece más claro, es el del territorio. ¿Naciste adentro o afuera? Pero si uno le ve con calma, se dará cuenta que el lugar de nacimiento puede ser un hecho totalmente fortuito que no define totalmente a la persona. Algo que ilustra el asunto, en el ámbito del fútbol: ¿quién representa mejor al futbol mexicano: un jugador “naturalizado” que ha jugado 10 años en México o uno nacido en México que nunca ha jugado en un torneo local y se formó enteramente en España?

Considerar aspectos raciales se torna más peligroso, no sólo por las ambigüedades asociadas al concepto de razas, sino por la posibilidad de excluir a los diferentes por el color de la piel y otras sutilezas. La cultura es igualmente lábil, porque establecer los límites entre una cultura y otra resulta muy complicado. La cultura chiapaneca, por ejemplo,  tiene mucho más que ver con la guatemalteca que con la que se vive en el Bajío o en el norte de México.

En su Manifiesto a Favor del Personalismo, Emmanuel Mounier hace muy bien la distinción entre patriotismo y nacionalismo: “El patriotismo se eleva de las personas a la nación; el nacionalismo desciende del Estado a las personas […] El nacionalismo se sirve del patriotismo como el capital se sirve del sentimiento natural de la propiedad personal, a fin de dar a un sistema de intereses o a un egoísmo colectivo un alimento sentimental al mismo tiempo que una justificación moral”. El nacionalismo exacerbado es un egoísmo colectivo que trata de poner rayas y límites donde no existen, a veces confundiéndose con el patriotismo, pero en muchas ocasiones como un mecanismo consciente para someter a los diferentes. Por eso el nacionalismo ha estado asociado siempre  a los regímenes totalitarios.

Díaz Ordaz, “nacionalista revolucionario” que masacró a cientos de jóvenes en la Plaza de las Tres Culturas, argumentó que los muertos eran portadores de intereses extranjeros; Elena Poniatowska, mexicana “naturalizada” se atrevió a denunciarlo y escribir sobre el tema cuando esto significaba jugarse la vida.  ¿No son mexicanos verdaderos, auténticos como Elena, Enrique Rébsamen, Luis Buñuel, Remedios Varo, Olga Costa (Kostacovsky), Vicente Rojo, Jean Meyer, Chavela Vargas y muchos más que no nacieron en México pero que le han dado más a la patria que muchos más que tuvimos sólo el tino de nacer aquí? ¿diríamos de alguno de ellos que no tienen el derecho de representar a la educación, las letras, el cine, la música, el arte mexicanos?

Una democracia moderna debe ser el régimen en el que la diversidad pueda coexistir; la democracia debe ser siempre incluyente. Todos los que viven en un territorio debieran tener derecho, en igualdad de condiciones a participar de las responsabilidades y derechos que da su pertenencia a la comunidad. Y esa pertenencia debe estar fundada más en la expresión de la voluntad personal para adherirse, para pertenecer, que en cuestiones tan fortuitas como el lugar de nacimiento.

Pero aún en el marco legal que tenemos en México (todavía fruto del nacionalismo posrevolucionario) una persona que se naturaliza es mexicano con todos sus derechos y obligaciones. Insinuar que una persona por su origen pudiera ser marginada de un trabajo, al que por la ley y sus méritos tiene derecho, no solo sería una injusticia, sino un acto ilegal. Esto es importante entenderlo no tanto por el caso del futbolista, que ha tenido una gran convocatoria mediática, sino por todos y cada uno de los migrantes en México (y en otros países) que ven violados sus derechos por Estados y personas que se amparan en justificaciones nacionalistas.