¡Que se sumen todas y todos!

No sé si «El 9 ninguna se mueve» pueda ser un parteaguas en la lucha contra la violencia feminicida pero, simbólicamente, quedará como un hito y una victoria de los movimientos en defensa de las mujeres…”

¡Que se sumen todas y todos!

Dentro de toda la oscuridad y el lodazal en el que transitamos en este país, hay siempre iniciativas, personas, colectivos, que nos ayudan a documentar nuestra esperanza. La “Colectiva Feminista Veracruzana Brujas del Mar” lanzó este mes una convocatoria que ha tenido una cantidad de adhesiones sorprendente, me parece que por dos razones: por la creatividad e inteligencia con la que se propone, y porque es un tema que a una gran cantidad de mexicanas y mexicanos nos escandaliza, la violencia contra las mujeres. No sé si «El 9 ninguna se mueve» pueda ser un parteaguas en la lucha contra la violencia feminicidapero, simbólicamente, quedará como un hito y una victoria de los movimientos en defensa de las mujeres.

Es un signo de esperanza que un llamado desde un colectivo, que podría no representar mucho en términos numéricos, esté creciendo y multiplicando adhesiones tan rápidamente. Sin embargo, algunas reacciones frente al movimientoretratan, también, nuestra pobre cultura cívica y democrática, o exhiben la prevalencia de los intereses sectarios frente a las causas genuinamente sociales. Parece que no acabamos de entenderque, frente a ciertos problemas capitales, las banderas partidistas y los egoscolectivos y personales debieran guardarse en el cajón. Tomo tres de estas reacciones que se han repetido en medios y redes sociales:

“Se están apropiando de las banderas del feminismo”. Cuando un colectivo, o un país sabe poner por delante los grandes ideales (patriotismo y no panfletos) sabe que las banderas no son propiedad de nadie, por lo que nadie se las puede apropiar. ¿De quién es la bandera de la paz? ¿De quién la de la democracia? ¿Alguien sabe quién tiene los derechos de la bandera de la fraternidad?Porque quiero organizar una marcha y no quisiera violar la marca registrada. Cuando alguien impulsa una causa con generosidad, lo importante no es de quién era esa bandera. Al contrario: en la medida en que más personas la asumen como propia, lo natural es alegrarse, porque se va venciendo en el terreno de las ideas.

“Se suman a la causa para pegarle al presidente”. Como los adolecentes, a veces los políticos creen que todo se trata de ellos, que todos los miran y todos los critican. Basta ver de dónde surge el movimiento: no es ni remotamente de las filas de los “conservadores”. Las razones para sumarse, cada uno las sabrá. Habrá, sin duda, quien lo haga por sus fobias políticas. Pero este movimiento es mucho más que una crítica al gobierno. La violencia hacia las mujeres es de raíces mucho más profundas, y el cambio que se debe gestar va mucho más allá del narcisismo de algunos de nuestros variopintos gobernantes. No se explica que, con este argumento, feministas de toda la vida, ahora en el gobierno, dejen de sumarse a esta iniciativa.

Muchos de los que se suman no suscriben toda la agenda feminista. Una de las cosas que la historia demuestra pero nos cuesta trabajo digerir, es que en las luchas hay que avanzar sobre lo que nos une y mantener la discusión sobre las divergencias. Así ha sido siempre. Que alguien no esté de acuerdo en las políticas públicas respecto al aborto, no quiere decir que no pueda marchar junto a mí en la lucha contra la violencia hacia las mujeres.  Así se ha avanzado, por ejemplo, en la paridad de género en las cámaras, y en otras conquistas. Sumarnos en lo común no quiere decir abdicar, ni conceder en todo lo demás.

El machismo que justifica la violencia contra las mujeres tiene que ver con la gestión pública, pero tiene una raigambre cultural que se expresó durante décadas en nuestro cine,en nuestra música, en nuestra cultura popular. Hay que hacer lo posible para que la iniciativa de las “Brujas del Mar” llegue lo más profundo posible. No sólo portando una prenda violeta, o facilitando la participación de las mujeres. Hay que aprovechar este acto simbólico para generar procesos reflexivos en nuestras escuelas, organizaciones, barrios, empresas. Tenemos que lograr que este movimiento remueva los cimientos de una cultura machista que se niega a desaparecer. Y para eso, que se sumen todos y todas, con su ausencia, con su presencia y con sus ideas. No importa de dónde vengan.