martes. 23.04.2024
El Tiempo

Sí, es la familia

"...lo que pasa en la familia no es un problema entre particulares; es una responsabilidad social, del Estado, de la iniciativa privada y de la sociedad en su conjunto..."
Sí, es la familia


Es un lugar común en las tertulias y en los discursos oficiales: “el problema de la violencia y de la crisis de valores está en la familia”. Es, lo que yo llamo una “conclusión tapadera”. No es que la aseveración en sí sea falsa: gran parte de la crisis de violencia que padecemos tiene origen en la familia. Lo puede firmar casi cualquiera. Pero hay afirmaciones como esta que funcionan como tapadera, porque ayudan a descargar todas las posibles explicaciones de un problema en algo que parece evidente pero que simplifica y evita atender el fondo de la cuestión.

Hay varios peligros al aceptar con demasiado simplismo esta conclusión. El más evidente es que se convierte en una salida fácil, especialmente para los gobiernos. Unaescapatoria que permite rehuir responsabilidades públicas en algo que se presume perteneciente al ámbito privado. Si el problema de la violencia (y la corrupción, y otros males) es culpa de las familias, y al interior de las familias no hay más responsabilidades que las de los padres, el Estado no puede hacer mucho. 

Es muy fácil, desde ahí, rehuir la cuestión de que las condiciones al interior de las familias están forzadas, en buena medida por condiciones socioeconómicas y no por la sola voluntad de los padres de familia que supuestamente no quieren asumir sus responsabilidades. Este simplismo lleva a declaraciones públicas e incluso a la inversión de grandes sumas de dinero en campañas que buscan hacer reflexionar a los progenitores sobre su responsabilidad familiar. Como si una madre que tiene que trabajar tiempo completo para conseguir recursos para sus hijos en lugar de pasar más tiempo con ellos, pudiera cambiar la situación porque pasa un día junto a una barda que la conmina a dedicarles más atención a sus hijos. Tampoco sirven de nada las campañas que buscan volver a una educación más tradicional, incluyendo el uso de la violencia, como si en esa vuelta al pasado estuviera la clave.

Digamos que sí: que familias rotas son fuente de personas rotas, y que ahí esta una de las claves para restablecer la paz. Pero afirmarlo no debe llevarnos a descargar las estrategias en la espera de un cambio en las familias por un repentino cambio de conciencia. Si las familias están rotas, no basta con recordarles su responsabilidad. Gran parte de los problemas en las familias vienen de generaciones de violencia y de la fundación de nuevas familias en condiciones siempre difíciles. Hijos de padres golpeadores que no han conocido nunca otras formas de relación. Mujeres sometidas hijas de madres sometidas. Es necesario intervenir desde otros ámbitos extrafamiliares para romper estos círculos viciosos.

Si de verdad queremos pasar de la queja sobre las familias a una preocupación genuina por los niños y niñas, se tiene que pasar de la aseveración simplista, a las políticas públicas,acompañadas, desde luego, de los presupuestos que expresen la voluntad política. Se necesitan, por ejemplo, escuelas de tiempo completo y con capacidad real para atender los problemas de los niños y niñas. Se requieren cada vez más iniciativas para ofrecer actividades y alternativas al uso del tiempo libre de los jóvenes. Se necesitan horarios laborales adecuados para padres y madres y atención social garantizada para todos los niños desde el nacimiento: guarderías cerca de todos los centros de trabajo. 

Sí, es la familia, pero lo que pasa en la familia no es un problema entre particulares, es una responsabilidad social, del Estado, de la iniciativa privada y de la sociedad en su conjunto