viernes. 19.04.2024
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¿Entre vende-patrias y dinosaurios?

¿Entre vende-patrias y dinosaurios?

¿Por qué no escribes sobre la reforma energética? Me dice una amiga que me distingue con la lectura de mis garabatos. Tener una visión completa y acertada de los cambios que se requieren en ese ámbito para que se preste el mejor servicio a los mexicanos y mexicanas, requiere, sin duda de muchos conocimientos técnicos que muchos, la mayoría, no tenemos. La discusión hasta ahora se mueve sobre dos vías: una más retórica que busca no sólo inclinar la opinión pública en uno u otro sentido, sino de subirse al tema para posicionarse políticamente en el mercado electoral, aprovechando los reflectores para fortalecer la imagen personal y partidaria. Cada quien actúa y habla según el segmento de mercado político al que quiere impresionar. Pero también se pueden escuchar argumentos sólidos e inteligentes en muchas direcciones, que hacen bien a nuestro régimen democrático. No ayudan, en una discusión plural el inteligente,  los adjetivos desbocados: vende-patrias o dinosaurios. Creo que podemos partir de la presunción de que unos y otros, aún en los extremos, queremos lo mejor para México, pero tenemos visiones diferentes. Es un principio elemental para construir algo en la democracia.

Mucho de lo que cada quien aporta, tiene que ver, no sólo con lo que sabe desde la teoría, sino con su experiencia personal. Si me dan ustedes unos minutos les cuento una anécdota. Hace unos años alguien me facilitó el contacto con un funcionario de muy alto nivel en la compañía de teléfonos dominante en México, antes propiedad del Estado. La reunión buscaba gestionar el servicio de Internet para una comunidad de poco más de 2 mil habitantes en Oaxaca, en la que está asentada una universidad intercultural comunitaria con la que colaboro. No se trataba de pedir nada regalado. Queríamos, sencillamente, que ofrecieran el servicio de telefonía normal (actualmente sólo se recibe en un quisco telefonía satelital) Dicha universidad requiere el uso intensivo del Internet y la opción satelital es excesivamente cara y sujeta a muchos problemas ocasionados por las tormentas frecuentes, propias del ecosistema tropical en el que se ubica el pueblo. Llegando el servicio por cable de fibra óptica a la comunidad, la institución podría contratar un servicio de Internet a mejor costo; tener teléfonos – actualmente no existe esa posibilidad, ni siquiera llega la señal para celulares–  y de pasada ofrecer estos servicios a más miembros de la comunidad.

La respuesta fue un rotundo NO. Nos confesó el funcionario que a Telmex (híjole, ya dije el nombre de la empresa) ya no le interesaba invertir en infraestructura para ese tipo de clientes, porque al final las otras empresas se colgarían de ahí, y que no le salían los costos con lo que les pagaban sus competidores por el uso de la red que ellos montaban. Con los pocos planes que podrían contratar los habitantes de esa comunidad no valía la pena. Nos dijo que el tipo de cliente ideal para ellos era el usuario de la gran ciudad, pero especialmente de clase alta, que contrata todos los paquetes de servicios completos, con consumo de largas distancias, televisión, etc. Todo esto lo expresó con mucha pena, para explicar y justificar que las personas de una comunidad en Oaxaca no van a tener teléfono ni Internet de calidad en mucho, mucho tiempo, al menos por esa vía, porque tienen el inconveniente de no estar en “el target” de la empresa ( así les gusta decir a los mercadólogos para vender mejor su disciplina).

No me queda la menor duda, de que Telmex está mejor administrado ahora que antes de ser ofrecido con moño y todo al Señor Slim. ¿Produce riqueza? Sin lugar a dudas, el acenso del magnate en las listas de Forbes nos hablan de lo lucrativo que ha sido el negocio. Pero lo que nos demuestra el ejemplo anterior es que la empresa privada tiene una lógica, la de la ganancia, que no siempre se es compatible con el bien común, concepto que no significa “bienestar de la mayoría”, sino la construcción de un sistema en el que todos puedan vivir dignamente. Para la empresa privada, generalmente, no hay ciudadanos, sino clientes, consumidores; y en esa lógica, todos los que no tienen capacidad de comprar están fuera de su vista.

Cuando Telmex era del Estado ciertamente era más ineficiente y quizás generaba menos utilidades., pero en parte, su generación tan eficiente de utilidades tiene que ver con que se cuidan de invertir en campos donde no hay consumidores potenciales. Lo mismo sucede, en muchas ocasiones, con el transporte público, o con la licitación de las carreteras. Cuando una ruta es redituable, cuando se junta la masa crítica para hacer “viable” el negocio, desde luego que hay interesados en invertir. Cuando se trata de verlo como un servicio, y abarcar rutas que no son negocio, porque están muy aislados, porque son pocos, entonces no se atienden. Pero el negocio va bien, gracias. Tampoco ganamos, la mayor parte de los mexicanos, cuando el Estado se desprendió de su cadena de televisión, abandonando la función cultural de este medio en dos cadenas que hasta hace muy poco solo cubrían la Ciudad de México (22 y 11) y dejando a la mayoría en manos del duopolio televisivo.

Suponiendo (sin conceder, porque hay empresas públicas en todo el mundo muy eficientes) que efectivamente ceder partes del negocio de PEMEX al capital privado la hiciera más eficiente, lo que nos tendrían que asegurar es que al final no tengamos, como nos ha sucedido siempre, nuevos magnates en las listas de Forbes y un país que ni siquiera puede garantizar que las grandes empresas paguen impuestos proporcionales a sus ganancias, que las mineras canadienses dejen de azolar y desertificar el territorio nacional sin dejar en el País prácticamente nada de sus ganancias y que las comunidades rurales tengan comunicación de calidad.

La corrupción, el corporativismo que otorga un excesivo control al sindicato, el diseño de la política fiscal que sangra a la paraestatal, la transparencia y democratización e independencia de sus órganos directivos son algunos temas en los que puede haber ya consenso; de ahí se puede partir para discutir con calma y sin sombrerazos hasta dónde, con quién y para cuando se debe compartir la gestión de nuestros recursos energéticos, pero garantizando la función social de la institución.

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