La amnistía de López Obrador como acción de gobierno

“… es una idea incompleta sí, a la que le falta concreción, también, pero vale la pena explorarla a fondo para bien de la reconstrucción del tejido comunitario y de la paz social…”

La amnistía de López Obrador como acción de gobierno


Hace algunos años tuve la oportunidad de entrevistar a Asa Cristina Laurell y Raquel Sosa, académicas, investigadoras de la UNAM y miembros del equipo de gobierno de Andrés López Obrador en la Ciudad de México. Mi interés se centró en la indagación sobre la trayectoria de la política social en la capital del País.

Ambas coincidieron en que después de un recorrido por las zonas marginadas del Distrito Federal, el entonces jefe de Gobierno les lanzó la idea de hacer algo por los viejitos que se encontraban en una situación de lamentable precariedad. López Obrador tenía rato rumiando esta inquietud. Les encargó la elaboración de una propuesta a Asa Cristina y a Raquel –o a alguna de ellas, no recuerdo bien-, quienes reunieron a un grupo de expertos y expertas y de este modo surgió el diseño técnico del programa de subsidios monetarios para las personas de la tercera edad. La doctora Laurell conocía bien el esquema de la socialdemocracia europea. Hubo una discusión sobre la universalidad del programa, que implicaba qué rango de la población abarcaría: si sólo los más pobres o todo aquel que cumpliera el límite de edad, independientemente de su situación económica. Se optó por el universalismo ortodoxo.

Cuando se anunció el inicio del programa, conocido popularmente como de “apoyo a viejitos y viejitas”, las objeciones provenientes de algunos sectores de la academia, del periodismo y de la política, formulaban argumentos que se escuchan todavía ahora cuando AMLO propone alguna idea que se dispara de las mentalidades individualistas; llueven los adjetivos de populista,  electorero y dilapidador de los recursos públicos. Lo que pasó después ya se sabe: los gobiernos federales y algunos gobernadores han imitado el exitoso y necesario programa, y ahora poca gente lo objeta.

La génesis de este programa para adultos es una buena referencia para analizar el proceso con que López Obrador estructura sus ideas y las convierte en política pública. Abstrayendo este proceso  se podría encontrar algo parecido a lo siguiente:

1ª Tiene una intuición que surge fundamentalmente de su contacto con la realidad, con las personas, sobre todo con las y los marginados del desarrollo. Por supuesto que la mirada tiene una carga ética, conceptual e ideológica, producto de su esquema conceptual referencial operativo (de su manera de ver el mundo). No es una ocurrencia de momento, sino que es fruto de un largo proceso de discernimiento que termina por madurar en una insight comunicable.

2ª La trasmite a un grupo de expertos y expertas, quienes analizan la viabilidad social, jurídica y económica. Esta parte es fundamental, pues el proceso de estructuración de una política pública, de un programa social o de una decisión de gobierno, desemboca siempre en procedimientos técnicos y reglas de operación muy complejas. No he conocido ningún presidente o gobernador  que arrastre el lápiz con procedimientos concretos para los detalles técnicos propios del diseño.

3ª La aplicación de esta decisión de gobierno pasa siempre por procesos de diálogo amplio, de trabajo político, que es particularmente sensible de cara a las fuerzas opositoras. El mayor consenso –sobre todo con los grupos de la sociedad civil-  es punto a favor para la aplicación de medidas  novedosas. En el caso del programa referido, la fuerza política de la izquierda y los beneficios sociales inmediatos del subsidio monetario fueron claves en el sostenimiento de tal acción pública.

4ª Una vez que se aplica, la evaluación de la medida de gobierno es fundamental para valorar el logro real de lo planeado. Conocí las primeras evaluaciones del programa y tenían estándares muy altos de eficiencia y de bienestar social. Esto ratificó la validez y legitimidad de la intuición inicial, convertida en programa por medio de una firme acción pública.

Lo que ha dicho López Obrador sobre la amnistía en relación con el problema de violencia, se encuentra entre la fase uno y dos del procedimiento anterior. Ha planteado sólo una idea general sobre una amnistía, cuyo procedimiento concreto está en construcción y que contiene básicamente tres líneas, que ha ido comunicando progresivamente: 1ª No es perdón inmediato a los capos narcotraficantes, sino a las y los jóvenes involucrados y a los productores que por necesidad han entrado al cultivo de productos ilegales –la base social, el tejido roto-. 2ª El problema no es solamente de combate armado sino también de desarrollo social. 3ª Que le encargará a un grupo de expertos y expertas el diseño de esta acción pública.

López Obrador ha recorrido todo el país, tiene sensibilidad social, platica con la gente y se ha percatado de que el problema no se resuelve con la misma estrategia de seguridad y pacificación aplicada por los gobiernos de  Calderón y Peña. La oposición, ante esta idea formulada apenas en sus primeros esbozos, le ha cargado de contenidos que López Obrador nunca ha expresado. La de la amnistía es una idea incompleta sí, a la que le falta concreción, también, pero vale la pena explorarla a fondo para bien de la reconstrucción del tejido comunitario y de la paz social.