martes. 23.04.2024
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Chispitas de Lenguaje • Atentar contra los libros • Enrique R. Soriano Valencia

"Decía Ray Bradbury que para destruir una cultura basta destruir sus libros. En el caso de las culturas americanas se logró..."
Chispitas de Lenguaje • Atentar contra los libros • Enrique R. Soriano Valencia

Sin el conocimiento registrado en libros (amates o códices en biombo, como entonces se producían en México), la tradición oral hubiera sido insuficiente para edificar la imponente magalópolis que debió ser la gran Tenochtitlan. El tiempo récord en que se levantó y transformó todo el ambiente para hacerlo productivo a una población creciente, no pudo ser solo producto de la improvisación o la inspiración de los dirigentes de ese momento (como sucede actualmente en todas las ciudades, que crecen anárquicas). 

Mi amiga Sara Zepeda me dijo que esa idea la escuchó en una conferencia dictada por don Miguel León Portilla, el más importante nahuatlato de los últimos tiempos. Los antiguos mexicanos debieron tener una gran cantidad de conocimientos plasmados en amates, en fuentes documentales dónde fundamentar una planeación tan bien estructurada. Incluso, tan solo para elaborar el mal llamado Calendario Azteca (la Piedra del Sol de los mexicas), el conocimiento acumulado no pudo estar en una sola personaen el propio artesano de la piedra. Los libros debieron ser la base para verter en forma de piedra tanto conocimiento astronómico, teológico e histórico. 

Actualmente, se conocen solo unos 23 códices prehispánicos en Mesoamérica (eso incluye la zona maya). Algunos de ellos (como el Mendocino) se elaboraron después de la Conquista y a petición expresa. Eso significa que debieron haberse destruido cientos por considerarlos textos demoniacos, por inspiración maléfica. 

El conocimiento que ha perdido la humanidad debe ser enorme porque no es el único caso de atentado contra el conocimiento en la historia. Unas veces han sido razones naturales (plagas de insectos), producto de fenómenos meteóricos (tornados, inundaciones), de fuegos naturales (como el estallido del Vesubio que destruyó bibliotecas enPompeya y Herculano) o provocados accidentalmente (en el año 43 a. de C. la Biblioteca de Alejandría). Y otras ocasiones ha sido la persecución directa de obras. Esta es la más grave y preocupantes: perseguir el conocimiento. 

En la antigüedad, al inventarse la escritura y reconocer que los textos son depositarios del conocimiento social, la primera preocupación fue cómo conservar lo escrito. Ya que se llegó a una experiencia comunal de que fuera el papel, enemigo implacable es el propio ser humano.  

Al parecer, quien inauguró esta práctica fue un emperador romano que no le gustó lo que escribieron de él. No solo mandó matar al autor, también al editor, el lugar donde se comercializaba y a los copistas (porque en la antigüedad no había otra forma de contar con un ejemplar). En la época romana se extendió la práctica de la lectura, incluso entre esclavos. Llegó a tener un prestigio tal que entre los saqueos a ciudades vencidas se incluían los textos (en rollos, como en la antigüedad previa a Roma; como los libros, justo inventado por Julio César a quien le interesaba ahorrar papel para registrar todo cuanto administraba). 

En la Edad Media lo preferible era no leer pues el fruto delÁrbol del Conocimiento fue el responsable de la pérdida del Paraíso, entregado por el Demonio. Y aunque fue al final de esa etapa histórica, la desaparición de los códices prehispánicos es uno de sus múltiples resultados. De los códices mexicanos solo se sabe que fueron los primeros misioneros, pero de los mayas fray Diego de Landa decenas de códices.

Decía Ray Bradbury que para destruir una cultura solo basta destruir sus libros. En el caso de las culturas americanas se logró. En la zona del Mediterráneo, la Edad Media lo logra al propiciar el abandono de las bibliotecas. Y cuando este método no era suficiente, se publicaba una lista de libros prohibidos llamado Index librorum prohibitorum. Este listado apenas dejó de publicarse en 1948. 

Pero la historia registra otros muchos métodos, como el saboteo de editoriales, el acaparamiento de los ejemplares (como el que denunciaba a un candidato a la presidencia de la República como eventual asesino de una chica de servicio) o la prohibición expresa del ingreso de ejemplares de un título incómodo (que también sucede en los países que se consideran en el mundo libre). 

Lo absurdo se dio hace un año al iniciar la guerra ruso-ucraniana. Ridículo convocar a quemar libros de autores rusos o dejar de interpretar su música. 

Decía François-Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire, una de las principales figuras de la Ilustración que podía estar en desacuerdo con sostenido por alguien, pero defendería hasta con su vida el derecho que cada uno tiene a decirlo. 

A los seres humanos nos falta esa capacidad de tolerancia, tan necesaria en estos tiempos de convulsión política y económica. Atentar contra los libros jamás acallará pensamientos y voces críticas.