Chispitas de lenguaje • Nombres familiares o hipocorísticos • Enrique R. Soriano Valencia

“…es el nombre que la gramática asigna al apelativo cariñoso en el trato familiar…”

Chispitas de lenguaje • Nombres familiares o hipocorísticos • Enrique R. Soriano Valencia

Hipocorístico es el nombre que la gramática asigna al apelativo cariñoso en el trato familiar. Así, los hipocorísticos de Francisco suelen ser Paco, Cisco o Pancho; de María, Mari, de Guadalupe, Lupe.  Según el Diccionario de la lengua española, DLE, son los “…nombres que en forma diminutiva, abreviada o infantil se usan como designaciones cariñosas, familiares o eufemísticas”. Difiere del apodo en que éste se asigna a partir de defectos físicos, emocionales o de una anécdota que ridiculiza. Así, el Negro, el Quinceuñas (por cierto, así llamaban al expresidente Antonio López de Santana), el Lagunas (por los olvidos) y el Pelos, son apodos. El hipocorístico deriva del nombre propio, el apodo es un sobrenombre que en nada se relaciona con el nombre propio. La voz procede del griego hypokoristikós (acariciador).

Existen diversas formas de construirlos. La tendencia genérica es formar hipocorísticos mono o disilábicos. El más simple es el diminutivo: Luisito de Luis; Noecito de Noé. A pesar de lo simple, son los menos comunes. Por lo regular se usan en nombres muy breves, a los que resulta más difícil aplicar alguna de las otras formas de construirlos (por eso nadie dice Cuauhtemoccito –y quizá tampoco escribirlo–).

Lo más común es la desvirtuación fónica. Echamos mano de sonidos fuertes y los combinamos con vocales suaves —se contengan o no en el nombre— para darle tono infantil o afectivo: Toño de Antonio; Maga, Magu o Malena para Magdalena; o Ari en el caso de Adriana.

Podría también ser por pérdida de sonidos. En este sentido hay tres formas de acuñar hipocorísticos: al principio, en la mitad o al final. Aféresis es la eliminación del sonido inicial: de Cristina, Ernestina, Agustina y Valentina: Tina; Teo para Timoteo y Doroteo. La síncopa es la supresión de sonidos en la parte media de la palabra y ejemplo es Rul para Raúl. La apócope es la pérdida de sílaba o sílabas al final del nombre de pila. Tenemos Car, para Carlos; nuevamente Teo, para Teodoro o Teófilo; Eli, para Elizabet, Fede para Federico; o Gil para Gilberto y Gildardo. La combinación de los dos o tres casos anteriores acuña hipocorísticos como Pera para Esperanza; Beto, para Roberto; y Neto para Ernesto.

También los hipocorísticos se forman mediante la palatalización. Es decir, el uso de sonidos fuertes mediante el uso del paladar. En este caso tenemos Chava, de Salvador; Poncho para Alfonso; o Nacho para Ignacio.

Ahora, todo lo anterior podría combinarse con la adición de sonidos no contenidos en el nombre original. A esto se le llama paragoge. Así tenemos el hipocorístico Alex para Alejandro o Alejandra; Paquirry de Paco, Francisco, Regis para Regina y Claus para Claudia.

Diametralmente distinto es Pepe para José. En la Edad Media, Pater Putativus era llamado José, el padre adoptado por Jesús, hijo no de él. Pero para evitar nombre tan desagradable al padre terrenal, inició por abreviarse como PP y con el paso del tiempo se acuñó Pepe.

Con afecto para Toño, Car, Magda y Ari, los entrañables hipocorísticos usados de pequeño.

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