jueves. 25.04.2024
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Chispitas de lenguaje • Sabiduría grupal • Enrique R. Soriano Valencia

“Nadie sabe como todos juntos…”

Chispitas de lenguaje • Sabiduría grupal • Enrique R. Soriano Valencia

Hace algunos años escuché una frase que decía: «Nadie sabe como todos juntos». La frase tenía como propósito conjuntar el talento de un equipo de trabajo que se encontraba disperso por todo el país. Por una parte, debía dar sentido de unidad y al mismo tiempo saber que la aportación de cada uno era fundamental para todos. La distancia, para aquel equipo, no era un factor determinante.

Ayer miércoles tuve el gusto de participar como ponente en las Jornadas de Comunicación de una universidad de la localidad donde resido. Y este grato encuentro con los estudiantes y maestros me remitió a esa experiencia. Por una parte, el talento de los estudiantes de Comunicación, afanados en hacer lucir el programa por ellos diseñado, su capacidad de convocatoria y el apoyo de sus diferentes profesores para hacer de su Jornada un éxito. Nuevamente, talentos reunidos con un propósito.

Pero no solo el mismo desenvolvimiento de la jornada me llevó a esa conclusión. Al término de mi exposición abrí un espacio para preguntas. Solo hubo una. Se trató de la forma de escribir de la palabra bato. Es ese vocablo muy usado en el norte de nuestro país como muletilla para referirse a otra persona: «Qui’hubo, bato» (¿Qué tal o qué hubo?, bato). El Diccionario de la lengua española, DLE, indica de este vocablo: «Hombre tonto, o rústico y de pocos alcances».

De inmediato un profesor se aprestó a intervenir. Dijo que se usó antiguamente en las pastorelas para referirse a cualquier personaje rural caracterizado por su candidez, falto de malicia.

El diccionario oficial registra que el origen es incierto, por lo que la aportación del profesor tiene mucho sentido.

Es común en el habla popular recurrir a muletillas que tiene una forma pesada de tratarse entre personas que se estiman. En el centro del país la muletilla es ‘güey’. El mismo DLE recoge el vocablo y le da la acepción de ‘tonto’. Incluso ejemplifica con la exclamación característica cuando alguien se tropieza: «¡Álzalas, güey!».

Pero a diferencia de la palabra bato, el caso de güey sí sabemos que se trata de la modificación de la palabra buey. Este es el nombre que se le da al toro castrado. Todo ganadero sabe que un toro, particularmente los de lidia, son de temperamento fuerte, agresivo si están aislados (su comportamiento en manada es diferente). Pero, en cuanto son castrados, se vuelve animales altamente dóciles, a grado tal que son cuidados la mayoría de las ocasiones por menores de edad: no ofrecen riesgo alguno.

Desconozco el origen de la palabra boxito, que es la muletilla en el sureste del país para el tratamiento familiar. Tanto el Diccionario de americanismos de las Academias, como el de Mexicanismos de la Academia mexicana de la Lengua, lo incluyen. Pero ambas fuentes indican como desconocido su origen.

Quizá nuestros amigos del sureste tengan una idea más precisa de su origen. Su aportación servirá para enriquecer este espacio. Así, entonces, se cumplirá la premisa con la que inicié esta colaboración: Nadie sabe como todos juntos.

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