Del lenguaje incluyente

"Me parece que el término 'Lenguaje incluyente' es desafortunado porque el lenguaje en sí mismo no es excluyente. Eso lo hacemos los seres humanos cuando no hacemos visibles a las mujeres..."

Del lenguaje incluyente

El nombre de Lenguaje incluyente no me gusta. Dirán porque soy hombre y los varones estamos favorecidos por el estilo tradicional. Ruego paciencia y atender a mis razonamientos. No es una oposición por la simple contraria. A mi juicio debería ser llamado estilo inclusivo o estilo incluyente. Doy mis razones. 

Me parece que el término Lenguaje incluyente es desafortunado porque el lenguaje en sí mismo no es excluyente. Eso lo hacemos los seres humanos cuando no hacemos visibles a las mujeres (utilizo el término ‘visible’ porque es el concepto usado por el Manual de Comunicación no sexista, hacia un lenguaje incluyente del Instituto Nacional de la Mujer). 

¿Por qué se da un lenguaje excluyente? Cuando tenemos un grupo de referencia –en estos grupos tenemos presencia y los integrantes nos identifican; en las masas, como en el conjunto social, estamos despersonalizados, nadie nos conoce– solemos desarrollar elementos que nos identifican. Así, el grupo se reconoce a sí mismo. Esos elementos van desde las tradiciones, la historia y la experiencia colectiva hasta elementos del lenguaje.

Pongamos por ejemplo a los grupos scout. Si los oímos hablar acerca de la ‘promesa’ para ellos será claro el valor, incluso, moral que representa en su ánimo establecer un compromiso que así llaman. Pero difícilmente fuera de ese conjunto sabrán de la profunda convicción que ello implica. Eso es parte de su lenguaje. Obviamente, el lenguaje tiene un significado pues de lo contrario no tendría sentido. El lenguaje de un grupo cerrado, entonces, se vuelve sectarista; no es comprendido por el resto de personas.

La invisibilización de las mujeres en el estilo genérico fue un proceso natural. Todos los mamíferos somos conducidos por líderes machos. Por supuesto que en los albores de la civilización el grupo de ancianos (como máxima autoridad), que pasó al ser el senado griego o romano, eran hombres. La mujer no tenía un papel en la sociedad. Hasta los juegos Olímpicos griegos eran entre hombre (también normal porque los juegos fue un producto derivado de destrezas para la guerra). Y como es normal, el lenguaje se hizo masculino por ser el estilo de esos grupos de identidad o dirigentes. La mujer no jugaba un papel relevante. Al ser relegada a segundo término, ni siquiera tenía grupos de identidad… acaso la familia, pero esta la dirigía el padre o patriarca. Hasta el Ser Supremo resultó hombre (Dios Padre y Dios Hijo). Entonces el lenguaje patriarcal se hizo el dominante. Por eso, el lenguaje en sí mismo no es machista, es patriarcal por razones históricas.  

¿Que esto estuvo mal? No entro en valoración, pero es lo que sucedió y eso explica por qué el lenguaje genérico apareció con el estilo masculino.

La enseñanza es que el lenguaje es producto de la forma de organización social. Solo si la sociedad cambia en su concepto y eso se refleja en las relaciones sociales y grupos de identidad, entonces será cuando el lenguaje se modifique.

El lenguaje no excluye, sino el concepto de sociedad de los seres humanos –dado que el idioma contempla lo femenino como algo real–; queda claro, entonces, que debemos trabajar en la sociedad por la visibilización de la mujer. Pero limitarnos al lenguaje no es la solución; como nos lo quieren hacer suponer los grupos feminista.

La imposición de formas de hablar no naturales están destinados al fracaso. Ya lo demostró la historia del Apendix Probi. Por ello las terminaciones de los sustantivos con la vocal E (todes, abogades, ingenieres, mediques… y relativos) están destinadas al fracaso. O recurrir a la @ para los mismos casos, es algo que difícilmente arraigará.

Es imprecisa la idea de que la no presencia es sinónimo de inexistencia: «Lo que no se menciona –como lo he escuchado en algunas defensoras a ultranza–, no existe. La mujer no existe para el lenguaje». Eso es falso. Siempre hemos dicho ‘la jirafa’ y no por ello han dejado de nacer machos. El idioma sí contempla lo femenino y difundir lo contrario es desconocer las características de nuestro lenguaje.

Nuestro uso del idioma cambiará en la medida en que nosotros introyectemos como sociedad la equidad sexual (no minusvaluar, devalorar o depreciar algún sexo). Debemos educar para lograr un trato equitativo (que no se les impida jugar, trabaja o estudiar todo tipo de actividades, aunque no sean del todo ‘femeninas’). Entonces, cambiaremos a un estilo del hasta hoy usado y se tornará inclusivo. Cambiar nuestra mentalidad, nuestro trato, tener una práctica de equidad, hará cambiar nuestra forma de hablar.