miércoles. 24.04.2024
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Escudo nacional

"Uno de los más bellos escudos de bandera nacional, sin duda es el de México"

Escudo nacional

Uno de los más bellos escudos de bandera nacional, sin duda es el de México. El lenguaje simbólico ha cautivado a propios y extraños. Aunque ha cambiado representación (postura y ángulo) en diversas épocas, los símbolos característicos se encuentran presentes porque aparentemente proceden de una leyenda prehispánica. Su presentación actual es imponente, pero incorpora conceptos de la cultura moderna.

En México es aceptada de forma genérica la leyenda que los mexicas, procedentes del mítico Aztlán, debían fundar su ciudad donde encontraran un águila sobre un nopal devorando a una serpiente. Este enunciado, sin embargo, contiene conceptos que no le son propios a la cultura prehispánica.

En las primeras referencias a la Fundación, como la de Alvarado Tezozómoc, se describe el águila sobre un nopal, pero se ubica en una zona donde la comida abunda. Cito: «Pues ahí estará nuestro poblado, México Tenochtitlan, el lugar en que grita el águila, se despliega y come, el lugar en que nada el pez, el lugar en el que es desgarrada la serpiente, México Tenochtitlan…». No indica que esté comiendo un pez o una serpiente. El cuadro da más idea de un ambiente donde hay alimento.

Por su parte, Cristobal del Castillo –un cronista que finaliza su obra en 1599, quien se supone es uno de los primeros mestizos–, asegura que el mensaje de Huitzilopochtli a los mexicas fue: «Yo os iré guiando a donde vayáis, iré mostrándome como águila, os iré llamando hacia donde iréis, sólo idme viendo. Y cuando haya llegado a donde ya me parezca bueno, donde os asentaréis, allá me posaré, allá me veréis, ya no volaré. De modo que enseguida hagáis mi templo, mi casa, mi cama de paja donde estuve levantando el vuelo» (revista de Arqueología Mexicana núm. 100, nov-dic 2009).

En ese mismo número, en un artículo de Eduardo López Moctezuma –uno de los más importantes arqueólogos mexicanos– analiza un monolito de la fundación y asegura: «…del pico del ave surge lo que podría confundirse con una serpiente: el atl-tlachinolli o corriente doble que simboliza la guerra…». Es decir, en su pico no lleva un animal.

En el códice Mendocino en la página de la fundación de México –imagen que se ha tomado como la más característica– no figura serpiente alguna. Lo mismo sucede en otras muchas representaciones o iconos de la época previa a la colonial. Es decir, que la figura de serpiente fue añadida después, es un elemento posterior a las culturas originales. En efecto, se introduce al lograrse la Independencia, cuando la nación empezaba a requerir de símbolos e identidad propios.

El concepto de la serpiente como representación del mal nos viene de la cultura occidental a partir del cristianismo. Entre los mexicas, ese animal sin extremidades era el gemelo de la Madre Tierra, Coatlicue; a diferencia de la cultura europea donde encarnaba el mal. Por ello en nuestro país carecía de un sentido negativo. Incluso, su connotación era más hacia lo afectivo: de ahí nos viene el concepto de gemelo, cuate, como llamamos al mellizo  por aquí.

A los mexicanos ya independientes gustó mucho el concepto del bien y mal en una lucha eterna. Les resultó de forma natural identificar el águila como símbolo majestuoso. A esta ave la tradición europea la tiene en más alta estima, porque representa los ideales superiores. De ahí su incorporación a la heráldica y a muchos escudos de armas. Incluso, algunos escudos recurren a su representación bicéfala (dos cabezas) para duplicar sus supuestos atributos. De ahí que solo fue suficiente una pequeña modificación para amalgamar la historia mexica y darle el giro cristianizado. Con ello se logró un concepto universal y fortaleció la identidad tan necesaria para la emergente nación independiente.

Sin una sistemática científica al conseguir la independencia, no tardó mucho en arraigar la idea de que la lucha serpiente-víbora era parte del simbolismo ancestral.

El Escudo Nacional, entonces, también contiene en sí la historia de nuestro país. Amalgama de forma magistral los simbolismos prehispánico e independentista. Entenderlo con mejor precisión identifica más con los propósitos que nos son naturales y con las expectativas modernas de una nación que aún debe luchar contra los males que le acechan.