viernes. 19.04.2024
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La frágil unidad del idioma

"Con tantas aristas que cada una está tomando su propia velocidad de evolución o modalidades, hace suponer que nos encontramos frente a una nueva historia como la del latín, que originó tantas lenguas en el mundo"

La frágil unidad del idioma

Una de las preocupaciones de las academias de la Lengua es mantener la unidad del idioma entre los casi 500 millones de hispanohablantes.  Sin embargo, ante la diversidad geográfica, la influencia mayor o menor de otros idiomas, la actitud receptiva o reticente de neologismos por región, la conservación de arcaísmos entre grupos menos globalizados y las posiciones en ocasiones irreconciliables de los académicos, cada día la unidad lingüística presenta numerosas fisuras.

Cuando fue presentado el Diccionario panhispánico de dudas, DPD (1985), culminaban 10 años de trabajo constante entre las academias para lograr una obra lo más genérica y conciliadora entre las diversas modalidades del español. La obra fue muy exitosa. Mucho tiempo hubo en que no se  lograba consenso sobre el giro que debía tomar nuestro idioma. El Esbozo de una nueva Gramática de la lengua española (1973), preparada por la Comisión de Gramática de la Real Academia Española, no tuvo las simpatías del resto de las academias. Su sesgo hacia el español de la Península provocó más desavenencias que coincidencias, pero encrespó el ánimo para emprender una tarea de revisión conciliadora. De ahí que no se haya emprendido de inmediato la revisión de la Gramática y se hayan iniciado los trabajos por una obra en apariencia no fundamental.

El éxito de crítica de los profesionales del idioma no académicos  y del público no especializado animó para emprender la revisión más acuciosa de las bases del idioma. En 2009 apareció la Nueva gramática y un año después la Ortografía. Algunos de sus conceptos contravinieron lo acordado para el DPD y, al parecer, nuevas desavenencias se originaron.  En las últimas fechas la actitud de algunos miembros de las diversas academias parece poco coincidente con el trabajo de unidad y emprenden proyectos más hacia lo regionalista. De forma esporádica (por no ser un tema estrictamente noticioso) se suceden notas en los medios en los que algún académico emite su opinión sobre el quehacer o visualización de otras academias. No siempre hablan bien del quehacer de la contraparte.

Por otra parte, el desarrollo de la técnica está obligando a adoptar neologismos  que empiezan a marcar diferencias frente a grupos menos relacionados con la tecnología: el 30% de la población hispanoamericana tiene acceso a las tecnologías informáticas. Es decir, la mayoría –naturalmente– no ha incorporado a su vocabulario cotidiano muchas voces relacionadas con el uso de las modalidades técnicas. En contraparte, esa minoría está recurriendo a voces que no pertenecen a nuestro idioma (prefieren decir software, en vez de programas; o darle un tono singular a la voz tuiter que no pertenece a nuestro idioma) y ello está abriendo brechas entre personas de una misma nacionalidad. Incluso, esas incorporaciones tampoco se hacen de forma homogénea en todo el territorio de habla hispana.

A ello se añade la desigual incorporación de extranjerismos en toda la zona hispana. En algunos países hay franca resistencia; pero otros presentan una exagerada permisibilidad (ahí están los vocablos yonke o troca, en México muy comunes para designar el lugar donde se acumulan los vehículos desechados y las camionetas, respectivamente).

Lo anterior adquiere proporciones calificables de dramáticas, por la escasa evolución del español en grupos rurales, donde el español parece estancado en vocablos en desuso para centros urbanos.  Es decir, en muchas regiones se conserva el castellano antiguo, propio de los primeros pobladores europeos.

Con tantas aristas que cada una está tomando su propia velocidad de evolución o modalidades, hace suponer que nos encontramos frente a una nueva historia como la del latín, que originó tantas lenguas en el mundo. ¿Se mantendrá la unidad del español? Difícilmente. Todas las lenguas, es condición característica, van registrando una inevitable evolución. En buena medida su lentitud o rapidez depende de los propios hablantes. En conjunto, se va decidiendo las modalidades que va tomando en cada grupo. Ello hace previsible que en el futuro la diferenciación sea tal que terminen por considerarse idiomas independientes.

Quizá la tecnología, que está facilitando la comunicación entre grupos lejanos, amortigüe la velocidad, pero mientras siga habiendo brechas de acceso a la tecnología, el uso del idioma será desigual.

En lo personal, espero que nuestro idioma conserve lo más posible su unidad. Eso facilita el encuentro con personas de otras latitudes. Pero también propicia trabajos más armónicos y coincidencias globales… aunque tampoco es garantía.