Ganador y triunfo

"...En la época del esplendor romano las autoridades políticas y religiosas valoraban mucho la vida de los combatientes..."

Ganador y triunfo

Las etimologías de las palabras ‘ganador’ y ‘triunfo’ son muy interesantes, a propósito del pasado ejercicio electoral (que hubiese sido quien hubiese sido, se aplicaría).

La primera viene del verbo ‘ganar’. Este vocablo llegó al español procedente del germánico y su sentido último es ‘codiciar con avidez’ algo.

Recién se declaró oficialmente  presidente electo al dar por terminado el cómputo de cada una de las casillas del país. El domingo 1 de julio (recuerdo a usted que no es correcto decir primero de julio) por la noche se tuvieron los resultados preliminares de las votaciones. Eso hizo que los candidatos no favorecidos por los resultados del Prep (Programa de Resultados Preliminares) aceptaran su derrota.

Entonces, etimológicamente, ‘ganador’ es aquel ‘que codicia con avidez algo y lo obtiene’. En virtud de que no es la primera vez que el actual presidente electo busca llegar a la presidencia de la República, podrían llamarle codicioso. No obstante, ¿cuál de ellos no codició la Presidencia?, ¿qué político no codicia el puesto a que aspira? Si no hubiesen sido así, entonces habrían renunciado –como sucedió con Margarita Zavala–. No me parece que haya muchas justas en que los participantes solo deseen estar en la competición sin el menor interés por ser los primeros (solo en los deportes escucho aquello de ‘foguearse’).

El vocablo ‘ganar’ nos llega del germánico porque España fue ocupada por la zona norte por los godos y ostrogodos. Estos, a su vez, procedieron de la zona norte de Europa, territorio que actualmente pertenece a Alemania (Germania, debía ser llamada, pero uno de los grupos del sur llevó por nombre alemanes, que es de donde lo tomaron los españoles para llamar a toda esa región Alemania).

Los germanos heredaron este vocablo del indoeuropeo y tuvo por raíz ghe, que se usó para indicar ‘algo abierto, presto a la recepción del algo’. Derivó a gahanan, que adquirió el sentido de codiciar.

Las palabras ‘ganado’ y ‘ganancia’ tienen también este mismo origen. Y, desde luego, la exclamación «échenle ganas» es una arenga a ser codicioso y desear más allá de lo normal lograr una meta.

Por su parte, la palabra ‘triunfo’ nos llega del latín triumphus. Este se trata de la condecoración que daban a las legiones romanas. Este reconocimiento consistía en ser recibidos con vítores mediante un fastuoso desfile que finalizaba en el Capitolio. Este fue el nombre de una de las siete colinas donde se fundó Roma. En ella se asentaron los poderes religioso y civil. Por lo tanto, el desfile terminaba en el corazón mismo de la cultura Romana y el lugar desde donde se impulsó el crecimiento del imperio.

El único que recibía la corona de laurel en señal de victoria era el general romano, pero eso siempre que hubiese matado a cuando menos 5 mil enemigos y las tropas romanas casi no registraran bajas. Es decir, que no tuvieron desfile majestuoso los que a pesar de ganar al  enemigo, las tropas opositoras fueran pocas o sus legiones fueran diezmadas. En la época del esplendor romano las autoridades políticas y religiosas valoraban mucho la vida de los combatientes. Eso se debía a que básicamente estaban integradas por ciudadanos romanos porque aún no eran integradas por mercenarios, como llegó a suceder en tiempos ya del ocaso de la cultura romana.

Sea como fuere, codiciar un gran país debe ser el deseo de todo mexicano. Los ciudadanos de México no merecemos menos. De ahí la importancia de exigir, hacer un marcaje personal, para usar una expresión muy de moda por el fútbol, a todo servidor público de elección popular. Debemos acosar a síndicos, regidores, diputados, senadores y al propio presidente de la República que cumplan con sus promesas. Ello, independiente de si fue por el que votamos. México debe ser el ganador, el triunfador de estas elecciones.