jueves. 25.04.2024
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Gramática sin reglazos

Gramática sin reglazos

Un día antes de presentarse la Nueva gramática de la lengua española en México (marzo de 2009), el entonces director de la Academia Mexicana de la Lengua, el doctor José G. Moreno de Alba, dijo: «Corregir no significa dar reglazos al que habla mal, sino ponernos de acuerdo en las mejores formas de comunicación». La terminación –azo en México da idea de golpe, no solo de magnitud; es decir que aquí se refiere a dar golpes con una regla.

La declaración de don José incide directamente en el concepto de Educación. Antiguamente se señalaba que ‘la letra con sangre entra’. Para aprender, entonces, se castigaba. Por ello, estudiar no representaba un atractivo. Ahora, el propósito es que el conocimiento se adquiera racionalmente.

El problema es que mucho del profesorado no enseña a razonar. Se limitan a reproducir información (por eso los dictados) y a buscar que memorice el alumno.

La coerción es inversamente proporcional a la incapacidad de transmitir conocimiento. Se impone algo cuando la capacidad de convencimiento fracasa. Los reglazos se sustituyeron por reportes de mala conducta, suspensiones, expulsiones, etcétera; de todas formas, represión.

La coerción es innecesaria si se convence. Para ello el razonamiento es fundamental. Cierto que es un ejercicio más lento, difícil y tortuoso cuando no se ha practicado el proceso de razonamiento  y con resultados menos evidentes. Pero a la larga, es más sólido.

De nada sirve conseguir una actitud, si ésta no es aceptada libremente, bajo el convencimiento. Dejar de hacer algo por el temor al castigo, no es educación: es condicionamiento.

Olac Fuentes Molinar, quien fuera subsecretario de Educación, declaró en un foro es preferible «…una cabeza bien hecha que una cabeza bien llena».

A mi juicio la estrategia en la gramática no es llenar de palabras extrañas (antepospretérito del indicativo, por ejemplo). Al escribirlas, no hacemos un proceso de identificación de cuáles son sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios, etc. Simplemente procuramos usar las voces adecuadas, en el mejor orden para expresar nuestras ideas.

Los que redactamos lo hacemos sin clasificar palabras. Antes que clasificar el idioma se debe usar correctamente. Afinarlo se logra una vez dominado y ya mediante la sintaxis y la clasificación.

Entonces, las clasificaciones gramaticales que nos enseñaron en las escuelas, fue un trabajo inútil. No recurrimos a esa información cuando trabajamos el idioma.

En apariencia, es cierto que debería entonces reducirse lo que llaman currícula (aunque el Diccionario Panhispánico de Dudas asegura que esta voz no es aplicable a este sentido, debía ser plan o planes de estudio).

A mi juicio lo que se debe dar es un nuevo enfoque. El énfasis está en ser menos academicista, para fortalecer la utilidad del conocimiento. Enseñar a razonar, no sólo a memorizar; a usar eficientemente los datos memorizados.

La mayoría de los exámenes apelan más a la memoria, que a la habilidad de juicio, al razonamiento. De poco sirve que un alumno recuerde que se escribe con minúscula inicial los nombres comunes, si los adultos no hemos entendido esa regla y seguimos escribiendo los cargos, como presidente o director, con mayúscula inicial.

Preferible, aunque cueste más trabajo, contar con cabezas llenas de talento para razonar, que hábiles para repetir lo que los libros presentan.