miércoles. 24.04.2024
El Tiempo

Un país sin matador

"Encabezan los destinos, precisamente, los menos hábiles para enfrentar a quien podría ser bien lidiado. La agudeza no es habilidad de Trump, pero si la fuerza bruta. La inteligencia pudo haber sido el arma para lograr una faena de calidad. Pero no hay matador de nivel en el ruedo" 

Un país sin matador

Estamos en franca desventa. Las empresas norteamericanas con próximas inversiones en nuestro país están siendo reconvenidas para que se instalen en su propio territorio, so pena de recibir diversas presiones económicas (aranceles, básicamente). La mano de obra barata –estrategia en la que se empecinaron los diversos gobiernos mexicanos– ahora son un serio lastre para lograr emprendedores, autoempleadores, gente con iniciativa que desarrolle actividades productivas que incidan en el desarrollo de la nación.

La estrategia de desvalorar el conocimiento, la educación y la cultura –emprendida después del movimiento de 68– ahora tiene sus consecuencias. Tenemos un presidente que no ha leído tres libros (no es el primero; pero sí el más evidente), un secretario de Educación que no sabe conjugar verbos, unos diseñadores de contenidos que son incapaces de darse cuenta de los errores ortográficos en los libros que elaboran y estructuras públicas incapaces de ser eficiente porque los individuos que las encabezan su propósito no es lograr la eficacia, sino favorecer intereses económicos de sus parientes y amigos.

Le creo al Presidente cuando dice que no se levanta por las mañanas pensando en cómo desgraciar al país; pero lo veo incapaz de la autocrítica para reconocer sus limitaciones. Su deficiente formación le impide objetividad.

Un día debía alcanzarnos descuidar lo que históricamente otros países han protegido siempre: la educación y la cultura. Alemania, después de la devastación por la Segunda Guerra Mundial, invirtió en ello. Su estrategia no solo permitió recuperar su maltrecha condición; sino lograr el liderazgo europeo. El mismo proceso aplicó Japón.

El terror de la clase política de los años sesenta del siglo pasado hizo recapacitar en el riesgo de hacer pensante a buena parte de la población. Entonces, se abandonó en manos sindicales al sector Educativo. El sindicalismo en sí mismo no es negativo, pero al no someterles a fiscalización, bajo el pretexto de manejar recursos de los propios trabajadores, se volvió botín de mafias. La estrategia funcionó al encumbrar a los más ambiciosos intereses. En primera instancia a Carlos Jongitud Barrios, sustituido por Elba Esther Gordillo.

Con participación del sindicato en la planeación de contenidos, la Educación terminó por perder rumbo. Desde entonces, se ha sometido al Sector a un constante proceso de revisión de contenidos. Ninguno ha consolidado y tampoco se ha podido medir su efectividad. Es decir, no hay una sola generación completa que permita confirmar la efectividad o inoperancia de alguno de los múltiples modelos aplicados. Con ello, todos han sido sonoros fracasos.

Lo grave es que las generaciones producto de esa constante modificación de contenidos son las que dirigen el país. El destino nos alcanzó. Toman las disposiciones nacionales personas con títulos universitarios de dudosa calidad, sin hábitos de lectura, sin perspectiva organizativa y toma de decisiones (que según Forbes eso aporta la habilidad de redactar). Encabezan los destinos, precisamente, los menos hábiles para enfrentar a quien podría ser bien lidiado. La agudeza no es habilidad de Trump, pero si la fuerza bruta. La inteligencia pudo haber sido el arma para lograr una faena de calidad. Pero no hay matador de nivel en el ruedo.