sábado. 20.04.2024
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Chispitas de lenguaje • Redacción IV • Enrique R. Soriano Valencia

"... Quedó pendiente la precisión"
Chispitas de lenguaje • Redacción IV • Enrique R. Soriano Valencia


La semana anterior, en esta temática de tratar la redacción y los beneficios para quien redacta, traté sus características en el estilo moderno: breve, directo y preciso. Quedó pendiente la precisión.

La precisión según la mayoría de los autores se refiere a la forma de organizar la oración, al significado de los vocablos y a su ortografía. Me centraré en los aspectos ortográficos (los otros aspectos ya fueron vinculados a la brevedad y lo directo).

La ortografía se refiere a la forma correcta de escribir las palabras. Por desgracia, en las escuelas elementales (primaria y secundaria) nos la enseñan como una materia inflexible: «Así se escribe y si no lo haces así, estás mal», decían nuestros profesores. Por ello, nunca nos enseñaron a razonarla, ni a deducir la lógica de esta escritura («Así es y se acabó»).

Escribir sin razonar transforma la actividad en algo mecánico. Responder mecánicamente, amplía las conexiones neuronales cuando hay la necesidad de resolver de una forma… pero nuestras capacidades cerebrales, se estancan, llegan a su límite porque ya no hay necesidad de encontrar alternativas u otras funcionalidades. Sin embargo, cuando se razona, es mucho más probable que se encuentren relaciones, vínculos o particularidades que antes no se contemplaban.

Ejemplifico: la palabra ciudad es un nombre (sustantivo) común. Por tanto, se escribirá siempre con letra inicial minúscula. Sin embargo, hay ocasiones en que podría enunciarse con mayúscula inicial: después de punto y seguido, en ocasiones después de dos puntos, cuando es parte de un nombre propio (Ciudad Juárez, por ejemplo) o por antonomasia (cuando hace sobrentender una ciudad en específico). Ahora, deducir ‒y no aplicar rígidamente la instrucción de minúscula inicial ‒ confirma que el redactor comprendió adecuadamente el texto al deducir que podría requerir mayúscula en el caso concreto a que se enfrenta el redactor.

Este aspecto cuenta con otras particularidades. Consideremos los homófonos, esas palabras que habladas suenan idénticas, pero que al escribirse tienen un significado distinto. Recuerdo una anécdota que me narró don Gabriel Gardea Valderrama. Me decía que en alguna ocasión su jefe debía impartir una conferencia. Preparó su jefe la charla y en algún momento se la leyó a don Gabriel. Era magnífica. Sin embargo, cuando le entregó el documento don Gabriel preguntó: «¿por qué quiere llevar a la cárcel a los muchachos?». El hombre sorprendido le dijo: «¡Nada de eso!, por el contrario. Mi mensaje es para apoyar a los muchachos». Don Gabriel le mostró la ortografía de la primera línea. En ella se leía: «Debemos encausar a los muchachos». El verbo encausar (con s) es un vocablo jurídico que significa: «Formar causa o proceder judicialmente contra alguien». Lo que ahí decía era que los muchachos deben someterse a un procedimiento judicial, cuando lo que pretendió originalmente era decir que se deben canalizar, orientar. Es decir, que la palabra debió enunciarse con Z: encauzar, conducir por un camino.

La ortografía no se limita solo a la forma de escribir, sino que da sentido a un texto. La mayoría al redactar se limita a no cometer faltas, pero pocos reflexionan en que también se debe leer considerando la ortografía pues podría tener otro sentido el texto.

En ese contexto cobra un sentido mayor la ortografía. De esta forma, no se trata de una disciplina rígida limitada a escribir bien para no ser criticado. Ahora, bajo este contexto se puede conceptuar como una herramienta que permite comprender un documento.