martes. 23.04.2024
El Tiempo

Redacción del siglo pasado

"Los tres órdenes de gobierno todavía siguen atrapados en ese estilo que no facilita su relación con la sociedad y que, peor aún, no propicia el impulso la dinámica social"

Redacción del siglo pasado

El estilo de escribir actual en nuestro país se forjó en el siglo pasado. Las redundancias, ampulosidades, palabras de más (con el consiguiente miedo a los espacios vacíos), lo indirecto, las frases hechas protocolarias, incluso la ortografía arcaica aparecieron como producto de una decisión política. El desarrollo estabilizador atrapó al país en una dinámica que recién ahora hay esfuerzos por romper con ese lastre. Dos amigos de diferentes ambientes (Jaime Panqueva, escritor y promotor cultural, y Anibal Hernández Mendoza, abogado y servidor público) comentaban hace poco –cada cual por su parte porque no se conocen– que su experiencia en otros países les enriqueció su estilo de escribir, pero les dejó claro que en nuestro país hay una enorme deficiencia al respecto.

Durante la Segunda Guerra Mundial, México experimentó un auge sin igual. Era natural, los principales productores estaban enfrascados en la lucha armada. El comercio estaba entonces absolutamente libre para nuestro país. Como neutrales, vendíamos a ambos bandos (qué «raro» que los alemanes nos hundieran los buques cisterna El Potrero del llano y El Faja de Oro si con ellos los abastecíamos de petróleo, ¡qué tontos!, así perdimos nuestra neutralidad y dejamos de venderles). Este auge forjó una inexperta clase empresarial.

Sin embargo, una vez terminado el conflicto, los capitales regresaron a sus países a reemprender sus actividades económicas. Como era natural, México lo resintió, dejamos de tener el mercado internacional para nosotros solos. Miguel Alemán, entonces presidente de la República, decidió cerrar fronteras para proteger a esa clase empresarial que aún no desarrollaba todo su potencial. Con esa medida la expectativa era que, teniendo un mercado cautivo, se desarrollaran para después enfrentarse a los mercados internacionales. Una decisión prudente, pero con resultados muy lamentables: el efecto fue diferente porque propició el estancamiento de la incipiente industria. Las empresas con el mercado interno asegurado no invirtieron en la renovación constante de la planta productiva y tampoco en la capacitación de su personal. Los productos mexicanos eran caros para el mercado externo y de pésima calidad, pero de todas formas se vendían internamente porque las importaciones  estaban prohibidas. Así creció lo que se conoció como fayuca y quedó claro que los productos mexicanos no eran competitivos internacionalmente (aunque hubo algunas muy honrosas excepciones).

Las comunicaciones en el país, reflejo de la realidad productiva, también se estancaron. Aisladas las empresas del contexto comunicativo con otras empresas, solo recrearon su estilo. La relación Gobierno-sociedad tampoco requirió de formas más eficientes. ¿Para qué?, de todos modos entre nosotros nos hacíamos revolturas.

Hoy la realidad es distinta. Insertos en el contexto económico internacional, las empresas desde hace varios años dan pasos agigantados para encontrarse al nivel productivo de sus competidores. La comunicación interna, entonces, ha dado un giro a la eficiencia. Sus memorandos tienen el formato media carta y no pueden tratar más de un tema. Pero aún hay una parte de este engranaje que no se ha renovado con la misma velocidad y su peso en la dinámica social lo reclama.

Hace muy pocos años fui contratado por la empresa alemana Siemens para unos cursos de Redacción. Cuando estaba a la mitad, los participantes protestaron  porque pedían que les enseñara la lógica y el estilo de redacción del sector Público. Se quejaban de que sus documentos eran rechazados por la Comisión Federal de Electricidad porque no cumplían con el estilo de escribir. Lo inusitado, cumplían con los requisitos fijados por la ley –en el derecho Administrativo–, pero las formas no eran a las que estaban acostumbrados. Esto mismo sucedió hace poco en las ventanillas de recepción de documentos (oficialía de partes) de los municipios de Apaseo el Grande y Celaya, me reporta un conocido.

No obstante que las empresas han modernizado su forma de escribir, todavía se presentan casos que llaman a la risa: el corporativo de una empresa norteamericana con representación en nuestro país, específicamente en León, pidió a sus ejecutivos de México redactaran mejor en español porque no podían traducir adecuadamente muchas de sus comunicaciones.

El sector público tiene una enorme área de oportunidad. Los tres órdenes de gobierno todavía siguen atrapados en ese estilo que no facilita su relación con la sociedad y que, peor aún, no propicia el impulso la dinámica social. Hay esfuerzos en algunas áreas, pero a buena parte de servidores cuesta aún enorme trabajo. Quizá debamos esperar otra generación para ver un cambio en este sentido, pero no sé si la economía mundial sabrá esperarnos.