Saludos, adiós y chao

Saludos, adiós y chao

Saludar es una sana costumbre. El estilo y ceremonia en mucho nos viene de los árabes. Un buen saludo empieza por la preocupación por la salud de la persona visitada y la de su familia (esto es, su entorno cercano). Por ello, no es difícil identificar que la palabra ‘saludo’ tiene origen común con la voz ‘salud’. Esto debido a que al encontrarse con otra persona lo primero es esperar que esté bien, en condiciones estables, sin afecciones. Curiosamente, el origen último de esta palabra nos llega del indoeuropeo, en el que tenía sentido de ‘entero’. Así, «¿cómo estás» o «¿cómo has estado» originalmente tiene la intención de preguntar por la salud, si la persona se encuentra completa o entera. Pero se han vuelto saludos tan coloquiales que casi han perdido su esencia y parecen haber quedado en un procedimiento invariable (algoritmo). Por ello, debemos profundizar para no recibir una respuesta de formulismo: «¡bien!» o «ahí, pasándola».

Saludar correctamente refleja la buena educación de una persona. Y como los saludos se encuentran vinculados a los sentimientos, el saludo debe dejar la frialdad coloquial para producir verdaderas sensaciones positivas, eufóricas. Entonces, no solo cumplirá con el propósito de un buen saludo, sino que promoverá la salud del visitado. El secreto de una persona encantadora es que se interesa en los demás. Entonces quien saluda trasciende en el afecto del saludado.

Al finalizar el encuentro, actualmente, suele evitarse la palabra ‘adiós’. Esta voz se asocia a una despedida larga, duradera o prolongada. Un hecho así es lamentable, si verdaderamente hay afecto entre dos personas. De origen incierto, el vocablo ‘adiós’ está compuesto por la preposición ‘a’ y el vocablo ‘dios’. Por ello, lo más probable es que sea la fórmula contracta para encomendar a alguien al creador: «a Dios os encomiendo». Algunos sitios en la Internet suponen que podría también corresponder a «a la buena de Dios» o «hasta que Dios nos reúna». Pero cualquiera que fuere su verdadero origen, pone de manifiesto que es una preocupación de quien se despide pues pasará un buen tiempo sin ver o saludar a la otra persona.

Por esta razón, es más coloquial usar la palabra ‘chao’. Por la fonética de esta voz no es difícil reconocer su origen italiano (ciao). En México –desconozco si es similar el uso en otros países– suele aplicarse en la despedida.

En Latinoamérica se recurre a la variante fonética «chau», entre alemanes dicen tschüß/tschau, los portugueses tchau y los checos čau (pronunciado chau). Este vocablo se origina en el dialecto véneto, en el que s’ciavo pasó a ser s’ciao y finalmente ciao. Originalmente significaba ‘esclavo’ y pasó al italiano schiavo. Se cree que este vocablo era utilizado por los esclavos para dirigirse a sus amos con el significado de  «soy su esclavo», «servidor suyo», «a sus órdenes». Sin embargo, otros suponen que no puede atribuirse a los esclavos sino a las personas que pretendían expresar una posición de respecto a su interlocutor mediante la forma «schiavo vostro», que podría traducirse al español como «para servirle», «servidor de usted» o «a su servicio».