jueves. 25.04.2024
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Liguilla de apertura (tercera parte): Las semifinales

"...si bien la disciplina y aplicación técnica son elementos importantes dentro de un partido, en general se valora más la habilidad creativa y la verticalidad que la eficiencia horizontal y el cumplimiento cabal de los esquemas planteados"

Liguilla de apertura (tercera parte): Las semifinales

 

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Los tres conjuntos capitalinos y el Monterrey dirimieron los partidos que terminaron por definir a los dos equipos que se enfrentarán en la final del torneo: cualquier combinación sonaba bastante atractiva, por el supuesto similar nivel de los cuatro y las grandes aficiones con las que cuentan. Una semifinal en efecto resultó equilibrada con su cuota esperada de dramatismo y la otra, sorprendentemente, terminó con un marcador de escándalo, extrañamente presente en estas instancias: pero ya sabemos que en el fútbol los accidentes suceden y la imprevisibilidad hace su parte, como le ocurrió a Brasil frente a Alemania, toda proporción guardada, en el Mundial del 2014.

La posición en la tabla

Creo que debiera ser el primer criterio de desempate en la liguilla, antes que el gol de visitante, para motivar a los equipos durante el torneo regular a buscar la obtención de un buen lugar dentro de los ocho mejores y ponerle otro ingrediente de interés a las jornadas. En el caso del choque entre Cruz Azul y Monterrey, terminó siendo lo que determinó al ganador de la serie, dado el empate en goles totales y la ausencia de anotaciones por parte de las visitas. Ambos equipos terminaron por apostar a planteamientos que aseguraran la parte baja, sobre todo cuando jugaron de locales, justamente para evitar recibir un gol en casa.

El tránsito de los partidos estuvo caracterizado más por la batalla táctica que por la lucidez de medio campo en adelante. Más lucha que brillo, más fuerza que talento: si bien la disciplina y aplicación técnica son elementos importantes dentro de un partido, en general se valora más la habilidad creativa y la verticalidad que la eficiencia horizontal y el cumplimiento cabal de los esquemas planteados. Dos técnicos extranjeros que han venido a aportar a nuestro fútbol, desplegaron sus estrategias y movieron sus fichas lo mejor posible para enfrentar tanto las cualidades del rival, como las circunstancias que se iban presentando.

En el campo de Rayados, que otra vez lució inesperadamente con asientos vacíos, la Máquina empezó de manera cautelosa, acaso tanteando la actitud del anfitrión para ver cómo habría que comportarse; por su parte, el cuadro de Nuevo León pareció entender pronto que una de las claves era presionar desde la salida y buscar un gol prematuro para darle un rumbo distinto a la eliminatoria, considerando su condición de no ser favoritos. Así fue: Pizarro, que tan bien cayó en el cuadro norteño (ojalá se vaya a Europa y se le quite un poco su dejo de estrellita marinera) anotó cuando el reloj no llegaba a los cinco minutos.

El resto del partido significó fallas para ambos: los locales no pudieron ampliar su ventaja, importante para el juego de vuelta, y los visitantes no generaron mayor peligro en la puerta contraria, a pesar de tener más tiempo la pelota. Se combinó la aplicación defensiva del Monterrey con el anémico ataque del Cruz Azul, como si se tratara de un trance en el que cayeron ambos equipos: en realidad era un resultado que en principio parecía convenir a los locales, dada la ausencia de gol de los capitalinos y el predominio en medio campo de los jugadores de casa.

El partido de vuelta fue igual pero distinto. El planteamiento de los Rayados resultó demasiado cauteloso, quizá olvidando que un gol prácticamente los ponía en la final, en tanto los celestes mostraron sus limitaciones al frente pero, sobre todo, paciencia y, lo que no se había visto en varios torneos previos, confianza en sí mismos. Un penal fallado no melló el entusiasmo y el mismo jugador Caraglio resolvió en un rebote del usualmente seguro portero Maromero, para anotar el gol a poco de iniciar el segundo medio. La falta de imaginación rayada, tirando centros al área sin destinatario definido, se combinó con la solvencia defensiva para decretar el resultado final.

Goles, simplemente eso

Es una combinación poco habitual en esta fase pero que de vez en vez se da: pasó con Santos vs. Morelia y Toluca vs. Puebla hace algunos años, juegos en los que los primeros anotaron siete tantos. Ahora vuelve a suceder: un equipo sale en su mejor versión y el otro en su peor, sobre todo a partir de la confianza que se va generando en el anfitrión conforme ve que todo le sale bien, y la angustia creciente del visitante que solo atina a registrar cómo se derrumba cualquier intento de recuperación. Sabemos que en el deporte en general y en el fútbol en particular, la emotividad juega un papel esencial, más allá de las capacidades físicas y de funcionamiento habitual.

El primer encuentro en el campo de Ciudad Universitaria anticipó la superioridad de la visita, si bien la enjundia del cuadro de casa le alcanzó para conseguir un empate que le daba vida al partido de vuelta. Las distancias entre ambos equipos y de sus técnicos en este tipo de instancias, se empezaba a advertir. Salió el América con bastante confianza en sí mismas, conocedoras de que la clave de las eliminatorias se centra en el primer partido. Por su parte, los Pumas intentaron posicionarse como los dueños de la casa e intentaron controlar pelota y movimiento. Ibarra anotó el primero cerca del silbatazo inicial y la puerta al espectáculo quedó abierta: abrazos, no balazos diría el clásico.

Pasados los veinte minutos, el joven Lainez puso en ventaja al equipo de televisa, confirmando que la estrategia estaba funcionando; siguió el descontrol hasta el término de la primera mitad, con la necesidad de unos por empatar y la sensación de otros por llevar ventaja. Cerca del inicio de la segunda mitad, Rodríguez emparejó para la UNAM y de paso, encendió la esperanza de la grada, muy entusiasta de ver que su equipo, el del pueblo bueno según la narrativa actual, emparejaba el marcador ante el demoniaco cuadro producto del neoliberalismo salvaje: en efecto, el fútbol también contribuye a la polarización.

En el juego de vuelta, antes del minuto 25 el partido se veía parejo, con los tantos de Ibarra y González, respectivamente. Pero vino entonces el desfondo, por esas raras eventualidades que se aparecen en el fútbol: Valdez y Martínez dejaron la primera mitad con dos de ventaja y, sobre todo, con el ánimo por los cielos, confirmados por un inicio de la segunda parte que terminó por definirlo todo: Rodríguez y Lainez sentenciaron la eliminatoria casi cuando el partido había continuado en su segunda mitad. Aguilera convirtió desde el manchón el sexto faltando todavía 20 escalofriantes minutos para los Pumas: para acabarla de amolar, Rodríguez se ganó la expulsión a diez del final, ya en condiciones extremas.

 

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