martes. 23.04.2024
El Tiempo

¿Será cierto que no hubo 'tos' por aquello del FIAC?

"La mayoría de los artistas saben que el ICL no es tan necesario como sus directivos creen"

¿Será cierto que no hubo 'tos' por aquello del FIAC?

Una de las situaciones que más me llamaron la atención ha sido que se diga que los artistas no reaccionaron ante la suspensión del FIAC. Creo que esto no fue así, y que tiene varias explicaciones, tanto de manera diacrónica (un conjunto de hechos históricos) como desde una perspectiva sincrónica (un espectro de acciones realizadas actualmente, que logran una apariencia borrosa).

LA DIACRONÍA DE UNA CAÍDA

Donde algo viejo muere es que algo nuevo nace
Bienvenido a esta fiesta de disfraces ruptura y enlaces

Saturnino Rey García

Como toda historia, hay un punto que desata lo demás. En este caso, podemos ver que la caída del Instituto Cultural de León comenzó al llegar Mario Méndez a la dirección general. Ese pequeño acto dio la sensación de que se abría la puerta para que cualquiera pudiera llegar al puesto. No porque Mario fuera torpe o incompetente, sino por el hecho de que tuviera la protección de Juan Melía, para que todos creyéramos que Mario era totalmente dependiente de un padrinazgo político para ascender. Eso lo hizo débil a los ojos de todos. Sus acciones elitistas parecían confirmar cualquier sospecha que se tuviera de él. Ese año de su dirección destrabó una lucha de egos por el poder. Al final de su gestión, casi cualquiera creía que podía ser director del instituto: sólo necesitabas un padrino político. Ni siquiera importaba qué hacía el ICL.

Ricardo Sheffield, como presidente municipal, se compró esa idea: los compromisos políticos se resolvían dando puestos a los aliados. Así fue como llegó Arturo Osornio Cuadros a la dirección del ICL: sin proyecto e impuesto (como varios empleados más) desde la presidencia. En el puesto duro unos días más del año. Lo que nunca se imaginó Sheffield, fue que al imponer a Osornio Cuadros, quitaría de la palestra a gente que llevaba un proyecto bajo el brazo. Pues, TODOS los consejeros habían recibido la orden directa del edil: Osornio sería el director general. Este director siempre se mostró débil y tuvo un presidente de consejo bastante fuerte. Terminó saliendo por la puerta trasera, cabizbajo y, otra vez, sin proyecto alguno.

Esa salida dio paso a un mes convulso: salieron de su cascarón varios candidatos, ya sea porque alguien los propuso o se autopromovieron. No era necesario tener idea de administración, logística o representación artística. Con el simple hecho de ser artista, funcionario o tener ganas era suficiente. Se habían manejado varios nombres: desde Arturo Chango Pons, Antonio Alvear, Laura Lozano, Ricardo Ibelles, Juan Manuel García Belmonte, hasta los que se autopromovieron como Raúl Reyes Ramos y propuestas que se desmarcaban constantemente como Alicia Escobar Latapí. A la reunión de consejo donde se elegiría tal puesto, llegaron tres de aquel marasmo de candidatos: Gastón Ortiz (artista plástico y consejero), José Luis García Galeano (director de identidad leonesa) y Alejandro Jiménez (director de casa de cultura y propuesta del edil). En las redes sociales se dirimían las propuestas y se daban con todo los candidatos. Parecía que había llegado la democracia al ICL. Por primera vez, el concejal municipal cedía. Su propuesta era un simple hombre de paja. Si en un primer momento Gastón tuvo la aprobación del Consejo, sus diversas intervenciones en las redes sociales les hicieron pensarlo dos veces: perdió el apoyo. Cuando lo comprendió (el día de la reunión), declinó por José Luis García Galiano.

José Luis García Galiano será recordado como el director más débil, pues ante sus múltiples y constantes fallas, será el presidente del consejo quien tome la mayoría de las decisiones del instituto. Nos encontramos con un hombre en pleno burnout. Era (y es) estimados por muchas personas de cultura y artistas de la ciudad, pero su actuación errática y despreocupada, la falta de visión y una necesidad extrema de adulación, lo llevaron a un declive tremendo. Fuera o no cierto, la imagen que quedó de él en la comunidad es el de ser la marioneta. Pero también salieron fortalecidas varias partes del Instituto: se creó una verdadera área de comunicación (que llevó al enfrentamiento por no pagar el derecho de piso con un medio de información web) quienes hicieron del órgano de difusión del instituto, una revista que llegó a brillar en el nivel nacional: tanto por sus colaboradores como por sus temáticas; la escuela de artes plásticas (ESAP) logró revertir el despilfarro y el déficit que tenía (se gastaban 180 mil pesos en ella y lograba entradas de 40 mil pesos). Hoy, dicha escuela es de las pocas cosas que no ha terminado por derrumbarse (tiene ganancias pírricas, pero sus cuentas están saludables); la Coordinación de Artes Plásticas (CAVI) ha ido consolidando una escena de artistas plásticos dentro del entorno nacional (puede ser que estemos de acuerdo o no en la selección de artistas, pero en su mayoría han funcionado); y por supuesto, la infraestructura del Instituto mejoró considerablemente, ejemplo de ello la Casa Luis Long (hoy la escuela de música), el trabajo de mantenimiento y equipamiento a todos los espacios del ICL y la reconstrucción de la ex cárcel, donde se ha pretendido hacer el Museo de las Identidades Leonesas. Sin embargo, tuvo declives inmensos: la FeNaL y el cine club, la contratación de personajes que están por ser hermanos de quien son y no han realizado nada más que grilla, despedir empleados y no pagarles, y proyectos que se trataron de reconstruir y no se consolidan aún (el FIAC, el festival de la muerte, las fiestas de fin de año y semana santa).

Durante todos estos eventos, los artistas de la ciudad tomaron posiciones, discutieron, armaron proyectos, participaron. Mientras esto sucedía aprendieron que no se necesitaba de la institución como ella lo creía. La condición política de los artistas de la región cambió radicalmente. Se abrieron o se consolidaron diversos espacios culturales y grupos artísticos. Gente como Maru Jones y Armando Holzer se han convertido en verdaderos promotores culturales (invierten dinero y esfuerzo en proyectos propios y ajenos, perfeccionan su trabajo y dan oportunidad de trabajo a otros artistas, etc.), algunos han encontrado técnicas de cofinanciamiento con dinero público y privado (Francisco Javier Sánchez Urbina, Sara Pinedo, Nacho Ponce, etc.), buscar becas (como otra forma de financiamiento, que no premios: Sara Pinedo, José Luis Pescador, etc.). Puede ser que nos guste o no su trabajo, su ética laboral o el manejo de su imagen pública, pero es innegable que han puesto en jaque las formas y los manejos del ICL, no con discursos o manifiesto, sino con sus acciones.

Regresando al tema, José Luis García Galiano deja la dirección antes de que entre la nueva administración. Y realiza otra pifia más, a días de salir: afirma a un medio que el ICL está enfermo. Esta muestra de humor involuntario no es solamente por parte del ex director. Gastón Ortiz habla al mismo medio y da cátedra de cómo burlarse de sí mismo: “¿por qué hablamos de un nuevo director sí el consejo no ha opinado?... No tengo nada personal contra el maestro (Sebastián) Serra, pero ¿cuándo le preguntaron al consejo? ¿Cuándo votó?”. Hay que recordar que fue uno de los consejeros a los que se les dio la orden de poner a Osornio Cuadros; no sé cuanta resistencia opuso, pero cumplió el cometido.

El cambio de administración trajo un nuevo consejo. El cual también hizo lo que se le pidió: poner a Sebastián Serra en la dirección. El anterior presidente de consejo repite. Pero también entra a la palestra cultural un personaje político del cual hablaremos un poco más adelante: Beatriz Manrique (quien ha fungido como secretaria de organización del PVEM, regidora en la presidencia municipal y consejera en el ICL). Desde la salida de José Luis García Galiano, ya se sabía que la presidenta municipal Bárbara Botello impondría a Serra. Y aunque Sebastián había sido rector de la Ibero en León y Tijuana, su gestión fue más bien gris. Nunca quiso tener conflictos con nada ni con nadie. Lo único que realizó Serra ante la salida de Lissete Ahedo, por censura y por estar casada con un político de la pasada administración, fue aceptar a quien lo traicionaría constantemente: Manuel Meza Cuervo. Casi todo lo publicado contra el ICL, era gracias a este personaje, quien daba el pitazo a un medio. El medio, a cambio, sirvió de lobby para proponerlo como director general. Sin embargo, los problemas al interior del consejo comenzaron: El presidente tenía fama de impositivo y Beatriz Manrique quería llevarse las acciones del ICL como prebenda para su partido político. Aquella tensión, más la renuncia de Serra año y medio después, nos llevan al siguiente punto.

SINCRONIZA, QUE TODO SE FUE A LA FREGADA

to el mundo está como que...
sí...como diciendo que, to tá feo
sí, todo está mal, ¿no?...

to está feo
tá to feo

Zatu Rey y Rapsusklei

Mientras Serra trataba de no tener conflictos, evitar cualquier situación o salir mal con alguien, al interior del Instituto un conjunto de personas tomaba el poder: Luis Castrejón y Eliazar Velázquez. Éste último fue el primero en llegar, traído por José Luis García Galiano a ocupar su puesto de la dirección de identidad. Velázquez recomendó a Castrejón para la dirección académica. Muy pronto comenzaron a establecer redes de poder. Zaparon la institución. Allí se juntó el hambre con la comida: Beatriz Manrique le dio la dirección general a Castrejón, mientras pudiera hacer uso de la institución para fines políticos. Los sueños de Meza Cuervo se esfumaron: jamás lograría ser director general.

Como bola de nieve, las cosas al interior del ICL se fueron al garete. Las contrataciones nepóticas se sucedieron una tras otra: el nuevo director académico es un amigo del director general, se contrató a un nuevo abogado recomendado por Beatriz Manrique, se subieron los sueldos de manera estratosférica a algunos directivos y gente de confianza del grupo, y los otros sólo han recibido acoso laboral constante. El foro móvil y los alumnos de la escuela de música y las casas de cultura de la ciudad tenían qué participar en eventos fuera de presidencia y en honor de la edil Bárbara Botello. Se hizo público que Castrejón gastaba el dinero de la institución en comidas, fiestas y regalos para la presidenta, antes de que ésta se fuera. Si uno revisa en la prensa las inauguraciones, cortes de listón, entrega de calles y hasta ir a pintar bardas a favor de la próxima diputada plurinominal federal, se encontrará en la foto con una imagen del director general del ICL. El uso indiscriminado del dinero etiquetado para eventos o compromisos del ICL se acabó antes de la FeNaL. Pero para evitar que tuviera qué dar explicaciones al consejo, Beatriz Manrique cambió el reglamento del ICL con engaños y le cedió demasiado poder al director general. Se perdió lo poco ciudadano que tenía la antigua normatividad del instituto. Hoy el consejo muy apenas puede preguntar y esperar que no se ofenda el director. Hace meses que los consejeros ni siquiera saben con cuánto dinero cuenta la institución, pes el director no tiene por qué dar explicaciones ni ajustarse a nada. Varias personas hemos escuchado a Castrejón decir públicamente que no tiene por qué darle cuentas al consejo; que su jefa directa era Bárbara Botello.

Por otro lado, la dirección de desarrollo en las artes ha realizado pifia tras pifia. Parece que nada le sale bien. Ha gastado dinero a raudales, pero no se nota que haga algo. Ha buscado callar cualquier voz disonante a la suya; se siente respaldado por el medio al que le entrega información y le considera su fuente más fiable. Hoy busca otra vez la dirección general o, por lo menos, permanecer en su puesto actual. Sigue sin asistir a trabajar los viernes y algunos lunes. Castrejón decidió que así tenía menos problemas. Pero sigue cobrando catorcenas completas.

El área de comunicación tiene problemas con el conflicto de intereses del director de comunicación y su revista Índice: podemos ver que hace uso de imágenes tomadas por el personal a su cargo (al que ni siquiera le da el crédito) y usarlas para su revista. Pagan a un editor externo, que está en D.F., por realizar la revista Alternativas del ICL. La imagen de la institución en redes sociales es más que deficiente, y los comunicados de prensa son maravillas del humor involuntario.

La inseguridad de las instalaciones en los últimos meses deja demasiado qué desear. Por ejemplo, en el MIL se prefiere pagar por edecanes que poner cámaras de circuito cerrado; hay un hostess, que si bien es muy agradable, no tiene qué mostrar. El MIL existe sólo en el papel; no hay nada que exponer o que identifique a la ciudad, tal cual era el plan. Es un espacio que gasta recursos pero no provee nada. Sin embargo, tiene una directora que cobra como tal, a la que se envió a un curso rápido sobre museografía y que desde abril no ha presentado nada. Lo mejor que le podría pasar es que todo el edificio se convirtiera en escuela de artes plásticas, pues lo que ésta necesita es espacio para dar cupo a todas las personas que desean entrar. Pero sabemos que eso no sucederá en este momento, pues está siendo protegida por Eliazar Velázquez y por el medio web que también hizo de lobby para que la señorita obtuviera el puesto. Sin embargo, el robo a la ESAP y CAVI ha sido constante. Parece ser que lo poco bueno que queda debe presentarse como desastre completo de ICL. El licenciado Zaragoza (aquel amigo de Manrique) ha hecho que los trabajadores paguen por uno de esos robos. La Contraloría Municipal ha considerado el hecho como acoso laboral y se abrió un proceso por tal situación.

Todo esto es público. Que no lo publiquen los medios que leen los funcionarios del instituto, es otra cosa. La mayoría de los artistas, como lo dije hace un momento, saben que el ICL no es tan necesario como sus directivos creen. No los necesitan. Creo que una acción (dar la espalda, en este caso) dice mucho más que todas las palabras. Lástima por los consejeros que hoy ponen su prestigio por este grupo de personas.