viernes. 19.04.2024
El Tiempo

Cómo cambiar el mundo

“La única corporación con la que puedes acabar es con la de tu propio consumo…”

Cómo cambiar el mundo

En el clima intelectual y cultural de la era actual, es sencillo juzgar a quienes somos perseverantes y fieles a la idea de transformar al mundo en uno mejor. Personalmente, de la misma forma en la que he obtenido comentarios alentadores a mis actividades inclinadas a los aspectos socio políticos y económicos de mi realidad, he obtenido también, y en demasía, comentarios de incrédulos y detractores.

Idealista, soñadora, ilusa, ingenua, izquierdista y por ende “chaira” (ya que nadie creer que las ideas de izquierda puedan materializarse), difundidora de ideas utópicas, que erróneamente me creo profeta, que con mis palabras no voy a cambiar el mundo, incluso ignorante, que porque debería de saber perfectamente que en esta realidad y en este sistema “así funcionan las cosas”.

Pero aquellas personas, al fin y al cabo tienen razón en una cosa. Con palabras no se cambia el mundo. Y ésta soy yo nuevamente, con palabras, intentando cambiar el mundo. Aunque una aclaración he de hacer. Mi intento por cambiar el mundo a través de la enseñanza o la exposición de mi propia opinión, no tiene un efecto directo. Es decir, no pronuncio y escribo algo y de repente los niños en el Congo dejan de tener hambre. Pero sí he cambiado mis propios hábitos y he despertado mentes (o al menos eso espero), y al cambiar una mente puedo cambiar una vida, y cuando simultáneamente se transforma un conjunto de vidas, el mundo cambia.

Es por esto que el día de hoy a las personas que no creen que mis palabras puedan cambiar el mundo, quisiera decirles cómo empezar a cambiar su mundo. No responder con las mismas palabras hirientes, sino mostrarles un pedacito de cómo podrían ustedes, detractores, ayudar a la magnífica y aparentemente, ilusoria, causa de mis acciones por un mundo mejor.

No es ningún secreto que sostengo que gran parte de los males que aquejan a la humanidad y a la naturaleza son productos directos del sistema capitalista y consumista en el que vivimos. A detalle de esto he entrado en algún otro de mis artículos; hoy mi objetivo es enfocarme en platicarte a ti, lector, cómo tú también puedes cambiar el mundo todos los días, como yo y como miles de persona más.

El secreto se reduce a una sola frase: “La única corporación con la que puedes acabar es con la de tu propio consumo”.

Sí, no puedes tomar acciones altruistas de efecto masivo siendo una persona común y corriente como yo lo soy. Es trillado decir que todo comienza por uno mismo, pero es el poder de cambio más fuerte que existe y que jamás va a existir.

No puedes, de un momento a otro, mejorar las condiciones de trabajo en las fábricas que dan salarios deplorables a sus obreros. No puedes proporcionarle comida y agua a toda la gente en África. No puedes disminuir las jornadas de trabajo de los mineros latinoamericanos. Tampoco puedes devolverles a sus padres en el Medio Este a todos los niños que los han perdido en la guerra. No puedes en un pestañeo disminuir las emisiones de CO2 de la industria. No está en tu poder mejorar la calidad del agua que se toma en México. No tienes tiempo ni dinero para construir un hogar a todas y cada una de las personas que no lo tienen. No puedes con una varita mágica disminuir la brecha de desigualdad en los países desarrollados. No puedes acabar con la explotación infantil. Ni tampoco puedes edificar nuevamente las ciudades que han sido destruidas por desastres naturales o guerras. Tal vez puedas hacer una de estas cosas, y con una baja probabilidad, de hecho. Pero no puedes hacer todas. Porque solucionar lo anteriormente mencionado y también lo omitido, sería cambiar el mundo. Y nadie cambiar el mundo puede con una sola acción.

Deben existir muchas formas de cambiar al mundo poco a poco. Con mi poca experiencia la que siempre se ha presentado frente a mí como una de las principales, es desarrollar un consumo responsable personal, y me gustaría explicarte por qué esto sí tiene grandes efectos en algunas de las cosas que mencioné previamente.

Me auxilié del documental “La historia de las cosas” para poder explicar lo que considero importante de cada etapa involucrada dentro de nuestro estilo de vida consumista.

En este documental, presentado y escrito por Annie Leonard, se describe la economía de materiales, un sistema compuesto por extracción, producción, distribución, consumo, y residuos. Este sistema se extiende con personas, el gobierno y la corporación.

Entonces, la primera etapa es la extracción de la materia prima. Abarca la destrucción de bosques para obtener madera, la explotación de los suelos para obtener minerales y metales, el uso excesivo de agua, entre otras cosas que incluyen únicamente el saqueo de recursos ambientales. Esto trae consigo sus propias consecuencias. Nos estamos quedando sin recursos naturales por la sobreproducción que caracteriza nuestro sistema económico. Esto nos lleva a explotar las tierras ajenas para obtener más materia prima. Explotar tierras ajenas nos lleva a guerras territoriales. Dentro de la extracción se incluyen también las condiciones inhumanas en las que trabajan normalmente los mineros, los taladores y todas las personas que usan su cuerpo como medio de trabajo para la extracción de recursos naturales.

En cuanto a la producción, los factores son: el uso de químicos para hacer los productos, la contaminación de las industrias al aire, al agua y al suelo. Los bajos salarios que tienen los obreros, la explotación infantil, las fábricas de ensamblaje en países subdesarrollados abaratando la mano de obra con el pretexto de “inversión extranjera”, entre otros.

En la distribución se busca vender todo, lo más rápido posible. Aquí entra el papel de la manipulación mediática. Hay que crear consumidores. Hay que hacer que la gente entre en el círculo del híper consumismo, lo que significa venderle lo que no necesita para mantener el flujo del dinero y el mercado funcionando, aportando a la economía nacional. Mientras más rápido se venden las cosas, más rápido se tiran, y así el ciclo puede continuar. Es preciso generar a la gente el sentimiento de que “si no tiene, no es”, y no porque le sea benéfico al individuo, sino a la economía y a las corporaciones.

La etapa del consumo se vuelve una rutina de invertir tiempo, con el fin de ganar dinero para después poder gastarlo (no invertirlo) en bienes de consumo. En esta etapa es importante darnos cuenta de que el uso no es lo mismo que el consumo. Y el consumo no es lo mismo que el consumismo. Aquí entra también la cuestión de la obsolescencia de los productos que compramos. Nos volvemos consumistas infelices y las empresas externalizan los costos de producción. Existen costos sociales por las cosas que consumimos. Aquí se nos vende el producto a un precio bajo, dado que las corporaciones abaratan su producción aprovechándose de otras personas.

En el aspecto de los residuos, está de más decir que generamos mucha más basura que en décadas anteriores porque estamos produciendo cosas intencionalmente desechables. Ésta, y la etapa de producción, son las que afectan más al medio ambiente.

Así que volvemos al punto central: si tú quieres cambiar las condiciones en las que se encuentra el mundo, empieza a consumir responsablemente. Si quieres disminuir el impacto de lo que conllevan cualquiera de estas etapas, es cuestión de cambiar el hábito que tienes, en el ámbito que más te preocupe. Así puedes cambiar tu mundo. Si realmente te importa la explotación, no compres “fast fashion”; que no te importe si la moda cambia. Si te importa el medio ambiente, infórmate y ve qué empresas son socialmente y ecológicamente responsables. Si te preocupa que nos envenenen con la comida, restringe tus alimentos procesados. Si te preocupa la calidad de tu aire, no produzcas basura. Si te preocupa la explotación infantil en África, usa tus aparatos electrónicos el mayor tiempo posible para disminuir el consumo (y por ende la producción) de coltán. Si te dan tristeza los niños en Siria, opta por energías renovables, ya que esa guerra es gracias al petróleo. Ejemplos como éstos puede haber muchos más; es cuestión de informarnos y optar por un consumo responsable. Repito: la única corporación con la que podemos acabar, y el único efecto que podemos menoscabar, es el de nuestro propio consumo. Y aunque es difícil, y hasta contradictorio que yo les diga esto escribiendo desde una computadora, se puede. Es un esfuerzo de todos los días, y es el esfuerzo que hacen las personas que realmente quieren cambiar el mundo. Su mundo.