miércoles. 24.04.2024
El Tiempo

El presidencialismo mexicano, ¿error o acierto?

“…será más bien que las fibras de la corrupción han penetrado tan profundo en nuestra
civilización, que no hemos sido, ni seremos nunca, capaces de llevar a cabo
exitosamente ninguna forma de gobierno que intentemos instaurar..?

El presidencialismo mexicano, ¿error o acierto?

México, a lo largo de su historia, ha atravesado una serie de cambios sociales, culturales, económicos y políticos de distintos tipos, que resultan en el modo actual de vida de los mexicanos, e influyen directamente con la forma en que el pueblo es gobernado. 

Sabemos que los pueblos prehispánicos tuvieron un líder llamado Tlatoani. 

Posteriormente, tras la conquista española, el gobernante ya no era un Tlatoani, sino un rey. Y hasta 1824, tras establecer una república, comienza el gobierno de Guadalupe Victoria como presidente. 

Fue en ese tiempo que gracias a la inspiración obtenida de la Constitución Norteamericana de 1787 y la Constitución de Cádiz de 1812, se logra instaurar la Constitución de 1824 y se establece el régimen presidencialista. 

Por presidencialismo entendemos un régimen en el cual, según Mainwaring y Shugart (1993), el presidente siempre está a la cabeza del Poder Ejecutivo y es elegido mediante sufragio popular o por un colegio electoral, donde los periodos en los que se mantiene el poder, tanto el presidente como la asamblea, son fijos. 

El problema con la importación de sistemas de gobierno es que es inaudito tomarlos a la ligera. Las circunstancias socioeconómicas del tiempo no eran las mismas en España y Estados Unidos, que en México. Por así decirlo, éramos una civilización relativamente joven al momento de adoptar este régimen de gobierno, y como consecuencia de las particularidades mexicanas, nuestro sistema de gobierno se volvió incluso
hiperpresidencialista. 

Este hiperpresidencialismo ha llevado a la nación a lidiar con grandes dificultades. 

Primeramente, el gobierno presidencial se elige por un periodo fijo y no depende de la confianza continua de la asamblea. La dureza que caracteriza a ese periodo es desfavorable para la democracia, a diferencia del sistema parlamentario, que representa un mayor equilibrio entre poderes. 

Es importante también mencionar que bajo el presidencialismo puro, el presidente siempre tiene el mando sobre el gabinete, y sólo el presidente tiene la facultad de destituir o sustituir a los miembros de su órgano de confianza. La cuestión, como lo hemos visto con nuestro actual presidente, Enrique Peña Nieto, es que al darle esta omnipotencia, ponemos en riesgo muchos otros factores que rigen nuestra vida en sociedad, aparte del gobierno. En varias ocasiones, el presidente tiende a tomar decisiones que van basadas en su propio interés, y el acomodo del gabinete termina por no beneficiar los intereses de la sociedad en general.

Existen muchos cambiosinfundados dentro de su equipo de trabajo, y muchas veces se ha colocado a personas sin experiencia en cargos que son fundamentales para la soberanía nacional. 

En el desarrollo de nuestro sistema político, la relación Ejecutivo-Legislativo se ha visto fuertemente afectada, y con ello la estabilidad del país, tras el surgimiento de gobiernos divididos. En México, al darle tanto poder al Ejecutivo y bifurcar tan abruptamente las funciones de los poderes, en lugar de hacer que éstos trabajaran juntos, la representación democrática se desnaturalizó. Se condenó al Poder Legislativo al truncar el vínculo entre elector y legislador, y la representación nacional quedó institucionalmente subordinada. 

En nuestro régimen, el legislador, antes que rendir cuentas a sus electores, debe rendirle cuentas al Ejecutivo. Los puestos legislativos no van cargados de vocación, sino que se ha optado por mantener en las funciones más importantes del país, a los más grandes lamebotas de los partidos políticos, no del pueblo. Y esto sucede, en gran parte, por un problema que tiene el presidencialismo como tal.

Durante todo el mandato presidencial hay una distinción abismal entre ganadores y perdedores, y los que pierden la elección no son capaces de actuar políticamente, hasta que no sean elegidos. 

En México, a la Constitución se le ha amado como símbolo pero ha sido desconocida, hasta por los mismos gobernantes, como ley. Y al presidente se le ha dado un super poder. La institución del Ejecutivo se elevó a las cumbres de lo incuestionable, y aunque hoy en día exista desaprobación al presidente, no existe forma de que bajo este régimen el Poder Legislativo pueda contrarrestarlo efectivamente para encontrar nuevas vías de
transición democráticas. 

¿Será que instaurar el sistema presidencialista en México, nos ha llevado a mayores desgracias que beneficios como sociedad? 

¿O será más bien que las fibras de la corrupción han penetrado tan profundo en nuestra civilización, que no hemos sido, ni seremos nunca, capaces de llevar a cabo exitosamente ninguna forma de gobierno que intentemos instaurar?